El fin del petróleo y el mercado
Nuevamente se ha puesto en boga entre los expertos energéticos anunciar el fin de la era petrolera. La última vez que la moda tomó auge fue a comienzos de los años 80, cuando se triplicaron los precios a raíz de la revolución iraní, casualmente ahora también la moda coincide con un alza de precios. No queda claro si los pronósticos del fin del petróleo preceden a los aumentos, y así contribuyen a ellos, o simplemente los siguen como una consecuencia. Total, si el precio de algo sube es porque es escaso.
No sirve de nada recordarles que las reservas han crecido desde 1980 hasta la fecha, compensando con creces todo el petróleo que se ha sacado del subsuelo en el período. Te dicen “las reservas responden a intereses políticos y económicos de las empresas y no son creíbles”, y uno piensa que también hay muchos intereses económicos y políticos en el sentido contrario, que se benefician de la idea de que el petróleo se acabará pronto y eso ayuda a subir el precio. ¿Cómo compiten esos intereses económicos contradictorios y qué determina que uno se imponga? El problema es que cuando ya no se puede creer en los datos, el análisis se desplaza hacia el terreno de la especulación.
Pero por encima de discutir la seriedad de los organismos internacionales encargados de confirmar las reservas hay un elemento que se les olvida a los profetas del fin del petróleo, a pesar de que lo tienen frente a sus narices. Es el que tiene que ver con las leyes del mercado y es en ese tema que se concentra este artículo.
Cuando el petróleo supere el “cenit”, como han dado en llamarlo, y la producción empiece a decaer, el fin no va a ser que usted se levante una mañana y encuentre todas las estaciones de servicio cerradas. No, lo que va a suceder es que va a subir el precio y probablemente lo haga de una manera gradual, como ya está sucediendo. Para ello no es necesario que el petróleo comience a acabarse, basta con que la percepción del mercado sea esa y muy probablemente, como de nuevo está sucediendo, la percepción del final preceda al propio final.
Los países desarrollados, en especial Europa, lo entendieron hace más de 20 años y han castigado al petróleo con unos impuestos infames que lo encarecen artificialmente y se han convertido en costumbre, hasta el punto en que ya nadie los critica. A los precios actuales del petróleo la gasolina cuesta en la puerta de las refinerías alrededor de 0.5 dólares por litro, pero el consumidor europeo lo está pagando a 2 dólares. Lo peor es que las economías europeas ya han absorbido este precio y compiten perfectamente a pesar de él. Sin embargo, para los países en desarrollo el precio de 0.5 $/lt representa una fuerte carga.
Cuando el petróleo se vuelva más escaso y los precios se eleven las economías desarrolladas lo absorberán, mientras los pobres aumentarán sus penurias. En paralelo, se harán factibles los procesos de producción de gasolinas sintéticas a partir del carbón, los cuales serán implantados por los ricos, que para ñapa son los que tienen el carbón, con lo cual las diferencias seguirán aumentando. Los petróleos pesados, como los nuestros en la faja, se pondrán a valer, la muestra nos la está ofreciendo actualmente Canadá que está desarrollando a gran velocidad sus bitúmenes.
También se producirán ahorros por aumento de la eficiencia, sustitución de combustibles, cambios en los patrones de trabajo que trasladen la jornada al hogar. En fin, el mercado introducirá muchos cambios que favorecerán a los que estén preparados. Lo más triste de la posición de los que no creen en que el mercado produzca los ajustes necesarios para adaptarse al fin del petróleo es que estos cambios ya se están produciendo y por eso señalo que los tienen frente a sus narices.