Venezuela, elecciones y petróleo
No debe sorprender que fuera precisamente el ministro de Energía y Petróleo de Venezuela, Rafael Ramírez, quien abogó con más énfasis en la reunión de ministros de la Opep que acaba de termi nar en Viena para que se «tomen medidas que eviten que el precio del crudo continúe desplomándose».
Ayer martes los precios del crudo caían a 64 dólares, el nivel más bajo desde marzo cuando empezó la escalada que a mediados de julio los situó en 78 dólares, y no hay razones en los mercados a futuro para que los cálculos de compradores, vendedores y especuladores no establezcan que el ciclo alcista está llegando a su fin.
De ahí sin duda el miedo -quizá el pánicode Ramírez, ministro del más poderoso petro-Estado surgido en el planeta en las últimas décadas, del experimento articulado por el teniente coronel y presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien ha sido el último vástago nacido en tierras aceitosas en acariciar la idea de construir un imperio de ideas, sistemas políticos, utopías económicas, guerras y revoluciones fundamentado en los altos precios del petróleo.
Chávez, en efecto, no sólo tiene tareas coyunturales, de corto plazo, nacionales, que serían impensables sin el ciclo alcista del crudo; sino que igualmente, sus planes de largo plazo, estratégicos, estructurales, internacionales, no arrancarían si la sed por el oro negro deja de estrangular los bolsillos de los grandes, medianos y pequeños consumidores.
En lo referente a las primeras, el teniente coronel se ha propuesto instaurar en Venezuela un sistema socialista como el que fracasó en Europa, Asia, África y Latinoamérica durante el siglo XX, y en procura de apoyo popular ha tramado una red clientelar cuya finalidad es comprar votos o participación previo reparto de la riqueza petrolera.
O sea, de los petrodólares del ciclo alcista. Un ejemplo escandaloso es el de las elecciones presiden ciales que se celebrarán el 3 de diciembre próximo, precedidas por una orquestación de políticas sociales que aquí se llaman «misiones» y que empiezan prestando servicios médicos, educacionales y de alimentación «gratuitos», pero a ciudadanos que son férreamente controlados y apaciguados con estipendios en metálico a cambio de que participen en las demos traciones públicas a favor del gobierno y votando por Chávez. Es así como Venezuela cuenta en estos momentos con una gigantesca red de servicios que, a su vez, es control político y garantía de que Chávez tendrá los votos que quiera en diciembre.
Pero igualmente una herramienta para lo que Thomas Friedman llama el cumplimiento de la «Primera Ley de la Petropolítica», que no es otra cosa que aprovechar el ciclo alcista de los precios del crudo, como observó Michael Ross, para crear «mayores desembolsos en mecenazgos», «impedir la formación de grupos sociales de presión independientes», y «un gasto excesivo en policías, seguridad y cuerpos de inteligencia» que contribuyen en conjunto a frenar las tendencias liberalizadoras y democráticas que hierven en una sociedad rentista y autoritaria.
«La Primera Ley de la Petropolítica» señala Friedman «se rige por los argumentos de Ross, pero intentando llevar la correlación entre petróleo y política un paso más lejos. Lo que sostengo es, no sólo que una excesiva dependencia del crudo puede ser una maldición en general, sino también que pue den conectarse aumentos y descensos de los precios del petróleo con incrementos y bajones en el ritmo de la libertad».
Proyección en la que también pueden incluirse Nigeria, Irán, Rusia, Ecuador, Bolivia y todos aquellos estados que formados en el círculo vicioso de la pobreza, tienen la suficiente provisión de caudillos, líderes carismáticos y mesías que aprovechan el auge de los precios para estructurar liderazgos fuertes y restrictivos.
Lo cual es inconcebible sin la realización de los planes de largo plazo, estratégicos e internacionales, que igualmente no prosperarían sin amplias alianzas políticas, la propagación de ideas y la exportación de fenómenos regados por las ganancias ingentes que dejan dádivas, regalos, compras, empresas mixta, subvenciones y todo cuanto Hugo Chávez dilapida en estos momentos por el mundo.
Y que empezarían a esfumarse, evaporarse, disolverse, si el precio del crudo continúa bajando, se acaba el ciclo alcista, y Chávez vuelve a estar solo, pobre, reducido y abandonado, como le ha pasado a tantos presidentes venezolanos sorprendidos por el fin de la bonanza.