A los políticos
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Ciudad de Guatemala (AIPE)- Un economista comentaba que se sentía satisfecho si sus alumnos logran entender el costo de oportunidad.
En el mundo real no podemos satisfacer todos nuestros deseos. Cuando escogemos algo, tenemos que sacrificar otra cosa. La satisfacción sacrificada es el costo de oportunidad y es distinto a los costos en las empresas, donde costo es la suma de los gastos.
En nuestra vida privada siempre tenemos presente el costo de oportunidad. Si vemos un programa de televisión, no podemos ver otro. Si viajamos, quizás es necesario posponer la compra del auto nuevo. Si te casas con María, ya no te puedes casar con Julia. Si estudias ingeniería, dejas la biología. Si escalas montaña sacrificas el disfrute de la playa, etc. No hay meta o satisfacción que no implique sacrificar algo y en cuestiones personales siempre estamos conscientes de ello. Pero cuando se trata de la cosa pública, cuando el costo de oportunidad no corre por cuenta nuestra, sino de otros, la cosa cambia.
Todo el mundo -incluyendo al Banco Mundial y las agencias de ayuda internacional- quiere reducir las desigualdades con impuestos progresivos, aplicando una tasa porcentual más alta a personas con mayor ingreso, para así redistribuir la riqueza por medio del gasto social. Pero, ¿cuál es el costo de oportunidad? Veamos, objetivamente y sin prejuicios, por qué el costo de oportunidad es el aumento de la pobreza.
Para hacer rendir inversiones productivas, los empresarios necesariamente tienen que ofrecer mejoras salariales a sus trabajadores para que no se vayan a trabajar a otra empresa. El empresario no lo hace por buen corazón sino por interés propio. Con su demanda de mano de obra está influenciando el alza de los salarios del país. Y su inversión la hará donde el rendimiento sea mayor. Pero, si además de confrontar los riesgos del negocio y del país, el rendimiento decae castigado con impuestos, disminuirán las inversiones en el país y el capital, nacional y extranjero, se invertirá en otra parte. Hoy día, por Internet, se puede invertir en cualquier parte del mundo, pues hay competencia entre corredores de inversión. No es optativo; si queremos resolver el problema de la pobreza, hay que competir por el capital y esa competencia es por el rendimiento.
Aunque los políticos prometen crear plazas de trabajo, solamente la inversión privada productiva crea plazas de trabajo. Dirán que el gobierno también las crea, pero como el gobierno sólo tiene el dinero de los impuestos que le quita al sector privado, las plazas de trabajo que crea son las que dejaron de surgir en el sector privado (costo de oportunidad).
Generalmente se desconoce cuánto capital hay que invertir por cada plaza de trabajo. Divida la inversión total de la empresa entre el número de empleados y se sorprenderá. Por ejemplo, si instalar una empresa cuesta cinco millones y emplea a cien personas, el costo es de cincuenta mil por cada plaza. Hay plazas cuyo costo pasa del millón dólares, así como también las hay con costo muy bajo.
No hay otra manera de crear empleo. Por eso, poner impuestos a los ingresos que motivan las inversiones tiene como costo de oportunidad salarios más bajos y más pobreza.
Muchos creen, simplistamente, que hay ricos porque hay pobres. Es cierto que, lamentablemente, algunas conspicuas fortunas se han hecho en base a privilegios y a costillas de los pobres. Pero esa es la excepción y se cura dejando de repartir privilegios y no desalentando a quienes se esfuerzan en hacer fortuna compitiendo, sin privilegios, porque así enriquecen a los demás.
___* Rector emeritus, Universidad Francisco Marroquín, Guatemala.
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