23 de enero
Los años del gobierno de Marcos Pérez Jiménez fueron los de mayor prosperidad material que ha conocido Venezuela. En los 50 éramos el cuarto país del mundo con mayor renta media per capita, superados sólo por EEUU, el Reino Unido y Francia. El bolívar venezolano y el Franco Suizo eran las monedas más sólidas del planeta y la inflación inexistente. Fuimos el abastecedor petrolero más seguro y confiable del mundo. Éramos el futuro. Una fuerte corriente migratoria proveniente de Europa venía a asentarse en Venezuela. Entre 1950 y 1957 fuimos la economía de mayor crecimiento en el planeta. El crecimiento acumulado del nuestro PIB alcanzó un 87%, en tanto que la segunda economía que más creció fue la de Alemania Occidental con un 67%.
La Guerra Fría avanzaba. Las dos superpotencias triunfantes en la II Guerra Mundial y sus modelos se enfrentaban en sus respectivas áreas de influencia. Había estallado la Guerra de Corea. El comunismo, apoyado por la URSS y China, se quería apoderar del Sudeste asiático. El Sha de Irán, que abastecía de petróleo a EEUU y sus aliados en aquel conflicto, fue derrocado en 1952 por su Primer Ministro Mossadegh lo que interrumpió la producción petrolera iraní. Se pensó que el comunismo vencería.
El Rey Farouk de Egipto fue derrocado en 1952 por Gamal Abdel Nasser quien en 1956 nacionalizó el Canal de Suez, vital arteria petrolera para el occidente. Inglaterra, Francia e Israel le declaran la guerra. Nasser contaba con el apoyo de la URSS. Una III Guerra Mundial lucía inminente.
En medio de aquel peligroso panorama geopolítico el petróleo venezolano era vital para el mundo. Eso dotó al gobierno de Pérez Jiménez de inmensos ingresos a lo largo de su mandato que, bien utilizados, fueron la causa de la prosperidad del país asegurando la estabilidad del régimen.
Pero el gobierno de Pérez Jiménez contaba con una dudosa legitimidad de origen. En 1948 el gobernante había derrocado a Rómulo Gallegos y en 1952 había protagonizado un fraude electoral a través del cual una Asamblea Nacional Constituyente lo proclamó presidente por 5 años. Las libertades políticas brillaron por su ausencia.
Veamos como se desenvolvieron aquellos acontecimientos y el paralelismo con muchos de los actuales:
El 1 de mayo de 1957 monseñor Arias Blanco emitió una dramática Pastoral contra las injusticias del régimen. El peso moral de las palabras de nuestros obispos, ayer como hoy, es determinante. El Colegio de Ingenieros, Academias, la Asociación Venezolana de Periodistas, sindicatos, estudiantes y empresarios emitieron manifiestos en repudio a la dictadura. Muchas personalidades fueron encarceladas o exiliadas y los calabozos se llenaron de presos políticos. Tal como hoy ocurre.
Al vencimiento del período constitucional, Pérez Jiménez convocó un plebiscito el 15 de diciembre de 1957. Cometió un nuevo fraude electoral proclamándose vencedor y juramentándose como presidente para un nuevo período de 5 años. Parecía que con el apoyo que se creía incondicional de unas FFAA, a quienes muchos acusaban de cómplices y corruptas, el panorama lucía despejado para el dictador. Sin embargo, había perdido la legitimidad y sin ella se pierde la autoridad moral para exigir obediencia al mundo militar.
La fuerza, sin el respaldo de la legitimidad, suele volverse contra quien la usa. Así, en la madrugada del 1 de diciembre de 1958 la Fuerza Aérea se alzó al igual que los blindados al mando del teniente coronel Hugo Trejo. En un intento por controlar la situación Pérez Jiménez reestructuró su tren ejecutivo excluyendo a Pedro Estrada y Vallenilla Lanz y designando numerosos militares incondicionales en su gabinete. Nada logró. El 23 de enero tuvo que huir a bordo de la “vaca sagrada”.
La historia tiene una terca tendencia a repetirse. Las analogías son obvias, con la diferencia de que en lugar de la inmensa prosperidad de aquella época, Venezuela atraviesa hoy por la mayor crisis económica de su historia, en medio de una severa crisis humanitaria, con la inflación más alta del mundo y un empobrecimiento dramático que viene a sumarse a un desconocimiento internacional sin precedentes de sus autoridades. De paso se ha destruido la industria petrolera y desmontado el aparato productivo. Tanto peor sale parado el régimen.
Hoy, al igual que en 1958, la oposición se une. El 23 de enero es emblemático. La rueda de la historia está girando. Vale aquí citar una frase de Víctor Hugo: “No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo”.
@josetorohardy