Europa busca energía
La Comisión Europea acaba de proponer un plan energético para profundizar la integración y el mercado único de energía dentro de sus 27 Estados miembros, combatir el cambio climático, aumentar la inversión y competitividad de sus industrias, fomentar las fuentes renovables de energía, promover la conservación y la eficiencia, disminuir la dependencia externa, garantizar la seguridad energética y ampliar la cooperación internacional.
El plan señala que la dependencia externa pasará de 50% en la actualidad a 65% en 2030, las emisiones tóxicas aumentarán 5% y la temperatura del planeta subirá 5 grados si no se modifica el actual patrón de consumo energético. La Unión Europea (UE) se propone disminuir un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030, bajar un 13% su consumo actual de energía, ahorrar €100 millardos anuales y reducir la emisión de 780 toneladas de dióxido de carbono por año. La UE se dotará de un plan estratégico para el desarrollo de tecnologías energéticas, el cual aumentará en un 50% los desembolsos en materia de investigación y desarrollo.
El plan se desarrollará dentro de ejes cardinales. Primero, se acelerará la creación del mercado único de energía, fomentando la libre competencia, facilitando la interconexión de las redes, estimulando la inversión en infraestructura, haciendo más trasparente y clara la separación entre las actividades de producción y distribución de energía y fortaleciendo la independencia de los órganos de regulación.
Segundo, se propiciará la transición hacia un sistema energético de bajas emisiones carboníferas. Se estimulará la inversión y producción de energías renovables, como los bio-combustibles, la electricidad y los sistemas de calentamiento y enfriamiento no dependientes de combustibles fósiles.
Tercero, se estimulará la conservación y la eficiencia energética, mediante la manufactura de vehículos automotores de menor consumo e híbridos y el establecimiento de estándares más estrictos de ahorro energético en aparatos electrodomésticos, edificios, maquinarias y equipos industriales y en toda la cadena de generación, transmisión y generación de electricidad.
Estos tres ejes se verán reforzados por una política exterior energética coherente y realista, que incluya la vocería y representación unificada de la Unión Europea en los organismos multilaterales especializados, el diálogo entre productores y consumidores, la cooperación técnica y tecnológica, la búsqueda de mecanismos de apoyo y solidaridad multinacional en casos de crisis de suministro y el despliegue de un mayor activismo con propuestas específicas en el seno del Tratado Carta de la Energía y de las Naciones Unidas, en el marco de los compromisos sobre cambio climático de Río de Janeiro y Kyoto.
La Comisión Europea propondrá este plan energético ante el Consejo Europeo, máxima autoridad de la Unión, en la primavera de 2007; y se espera que este ente emita su conformidad. La aplicación definitiva es más compleja por cuanto no sólo se necesitarán diversas legislaciones comunitarias, sino también nacionales, pues, a diferencia de otras áreas en los que si hay una política común supranacional -como en el comercio y la agricultura-, la competencias en el campo de la energía son compartidas entre la Unión Europea y los estados nacionales.
A pesar de su evidente sesgo a favor de la eficiencia energética y la expansión de energías renovables, el plan energético propuesto por la Comisión Europea no tiene que ser necesariamente una amenaza para los países exportadores de petróleo y gas. La Unión Europea ha firmado en los últimos años acuerdos de cooperación energética con los países con los que tiene mayor dependencia energética, como Rusia. Recientemente firmó acuerdos con Kazajstán y Azerbaiyán. Antes lo hizo con China. La UE mantiene un diálogo político con los países árabes miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, dentro del cual destacan Arabia Saudita, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos. La UE también mantiene diálogos con los países exportadores de petróleo del norte de África, como Libia y Argelia.
Durante nuestro largo ejercicio como Embajador de Venezuela en Bruselas, se firmó un convenio de cooperación entre el Comisario de Energía de la Comisión Europea y el Ministro de Energía de Venezuela (1998), dentro del cual organizamos diversos encuentros oficiales y rondas empresariales de negocios con la participación de los presidentes Rafael Caldera y Hugo Chávez y de los ministros Erwin Arrieta Valera, Alí Rodrigue Araque y Álvaro Silva Calderón. Valdría la pena retomar este diálogo institucional con miras a aprovechar las oportunidades de inversión y comercio que representa el mercado comunitario europeo para Venezuela.
Empresas europeas como Total, ENI, Shell, BP, Repsol y Statoil han realizado gigantescas inversiones en Venezuela desde los años noventa, contribuyendo a aumentar la capacidad de producción y mejoramiento de crudos extra-pesados de la Faja del Orinoco (Sincor y Cerro Negro), a explorar y descubrir reservas de gas en tierra firme (Yucal Placer y Barrancas) y la Plataforma Deltana, a rehabilitar yacimientos maduros de crudos livianos y medianos y a promover el desarrollo sustentable de diversas comunidades del país a través de proyectos de inversión social en las áreas de educación, salud, conservación ambiental y cultural y economía local, los cuales han beneficiado a más de 1,2 millones de venezolanos.
Estas inversiones deben aumentarse significativamente en el futuro en el marco del Plan Siembra Petrolera, con lo cual Venezuela se beneficiará de ingentes recursos de inversión y tecnología, y la Unión Europea saldrá favorecida en su objetivo de garantizar su seguridad energética con un socio tradicionalmente confiable como Venezuela.