Economía

Posponer la reconversión monetaria

El antecedente más cercano de la reconversión monetaria en Venezuela fue el intento realizado entre 1995 y 1996, cuando el gobierno de Rafael Caldera procuró establecer una caja de conversión mediante la cual se instauraría a una tasa de cambio fija e inmodificable para la paridad entre el bolívar y el dólar. Esa propuesta, abalada en Venezuela por cierto funcionario que en aquella administración calderista, detentaba una alta posición, era sustentada por el profesor Steve Hanke, promotor de esta idea para todos los países de América Latina. Desde el BCV la oposición fue contundente y la idea no pasó de ser un saludo a la bandera. Posteriormente, en 2001 desde el gobierno del presidente Hugo Chávez se planteó la realización de una reforma monetaria para disminuir la inflación, esta vez con el apoyo del mismo funcionario, ahora desdoblado de calderista en ferviente revolucionario. No solamente estaba dedicado a mercadear la caja de conversión sino también la dolarización de la economía venezolana. Quienes en ese tiempo ocupábamos cargos técnicos en el BCV confrontamos tales pretensiones por absurdas toda vez que evaluábamos que la disminución que experimentaba la inflación entre 1998 y 2000 se debía exclusivamente al anclaje del tipo de cambio, por cuanto la política fiscal conspiraba contra la estabilidad de los precios. Afortunadamente para Venezuela, con la devaluación del bolívar de febrero de 2002 y el rebrote inflacionario de ese año, que hizo saltar la tasa de inflación de 12% en 2001 a 32% en 2002, los hechos nos dieron la razón y con ello se le ahorró a Venezuela la aplicación de una reforma monetaria que hubiese terminado en un fracaso monumental porque ella se hubiese inaugurado en medio de una creciente inflación.

En vista de que una reforma monetaria, entendida como un conjunto de medidas en el plano fiscal y monetario con el objeto de aumentar la credibilidad de la política económica, no puede ser implementada en Venezuela en los actuales momentos, desde el gobierno y el BCV optaron por llamarla reconversión monetaria, la cual no es otra cosa que simplemente quitarle tres ceros al bolívar y con ello reexpresar todas las magnitudes en unidades de menor valor monetario. Eso es todo desde el punto de vista económico, hasta allí llega el aliento reconversor. Sin embargo, ha sido tal la confusión de las autoridades fiscales y monetarias de Venezuela que algunos de ellas han tenido la osadía y el atrevimiento de exponer que con la reconversión monetaria bajará la inflación y por esa razón lanzaron irresponsablemente la consigna “Una economía fuerte, un bolívar fuerte, una país fuerte”. Si con una reconversión monetaria se disminuyera la inflación éste fenómeno no existiría por cuanto al realizarse la reconversión monetaria a nivel mundial se acabaría con el alza de los precios.

La secuencia del proceso de reconversión monetaria es como sigue: el 6 de marzo de 2007 se promulgó el decreto-ley correspondiente, a partir del primero de octubre de 2007 los precios de los bienes y los servicios deben estar denominados tanto en bolívares actuales como en la nueva moneda catalogada como Bolívar Fuerte y desde el primero de enero de 2008 entra en circulación la nueva unidad monetaria aunque por un tiempo convivirán los viejos y los nuevos bolívares. El contexto macroeconómico en el cual se aplicará la reconversión monetaria es absolutamente desfavorable. En primer lugar la economía venezolana presenta una tasa de inflación elevada, cifrada en 20% anual, con lo cual las nuevas especies monetarias a entrar en circulación, tales como el céntimo, la puya (cinco céntimos) y la locha (doce céntimos y medios) muy pronto se convertirán en especies numismáticas sin ningún poder de compra efectivo debido a la inflación. En segundo término, la existencia de un pronunciado déficit fiscal reflejado en un gasto público cuyo ritmo de crecimiento no lo puede soportar esta economía, exigirá tarde o temprano una devaluación del bolívar para cuadrar las cuentas del gobierno. El tercer aspecto es el relativo a las expectativas de devaluación en virtud del amplio de diferencial de casi 100% entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, situación que está minando la credibilidad de la cotización oficial del bolívar respecto al dólar. Aunado a ello pude mencionarse las dificultades operativas relativas a la acuñación, emisión y distribución de las nuevas unidades monetarias, la adaptación de las máquinas registradoras y los sistemas computacionales a un esquema con tres ceros menos, la precisión del grosor y dimensiones de los billetes para que puedan ser dispensados por los cajeros automáticos y lo que implica el uso de los decimales. Aunque el tema del redondeo ya cuenta con una normativa clara, su aplicación no deja de ser complejo, en particular para los comercios pequeños. Por todas estas razones, he sugerido que se posponga la reconversión monetaria por un lapso de un año de manera tal que en ese tiempo se diseñe un verdadero programa para abatir la inflación de forma que la nueva moneda pueda tener credibilidad, elemento esencial para que sea digna de ser aceptada por el público. Ello se acompañaría de una amplia campaña divulgativa y educativa sobre el uso de las nuevas monedas. Debe quedar cristalinamente claro que mientras Venezuela mantenga tasa de inflación como las actuales y no se aplique un plan antiinflacionario serio es un disparate realizar una reconversión monetaria.

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