Agresión al trabajo
El trabajo es la actividad que le permite al hombre transformar su energía y acción en bienes o servicios, negociables o no, que le conducen a obtener réditos para financiar sus otras actividades. Estos ingresos se pueden dividir en dos grupos: a) los que provienen de una actividad empresarial organizada por una persona o una colectividad y que en los tiempos modernos se denominan utilidades (cuando se evalúan como un conjunto) o dividendos (cuando van a repartirse entre los socios) y b) los que provienen de una relación de dependencia denominada empleo y que reciben el nombre de salario. Cuando el trabajo no es remunerado sirve de alimento al espíritu.
Dice la Biblia: Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Con esta frase Dios establece que lo lícito y lo moral es obtener ingresos a través del trabajo y no, como se viene sucediendo en sectores de nuestra sociedad, a través del robo y la corrupción.
Mas el trabajo no es solo una obligación. El trabajo, para que sea reconfortante, debe estar acompañado por una satisfacción íntima del deber cumplido. Cuanto más valioso es el trabajo, cuando quién lo realiza lo hace con entrega y orgullo.
Sin duda que estos dos párrafos pueden conducir a una polémica. Dependiendo de los fundamentos filosóficos, éticos y religiosos se pueden aprobar o discutir estas aseveraciones.
Dentro de la estrategia que sigue el régimen que nos gobierna, estas premisas deben estar absolutamente equivocadas. La propuesta de limitar, constitucionalmente y de manera absoluta, la duración de la jornada de trabajo es una cortapisa muy peligrosa al desarrollo de la nación.
Pensamos que son muchos los ejemplos que se pueden presentar para ilustrar la buena actitud de alguien ante la realidad del trabajo. Nos viene a la mente dos ejemplos: Apascacio Mata, aquel simpático y eficiente funcionario de Policía que dirigía el tráfico en la esquina de Sociedad durante la década de los setenta y en el transcurso de los primeros ochenta. Siempre estaba contento sin dejar de ejercer su mandato con efectividad. Siempre atendía al ciudadano como al eje de su función. Su calidad de servicio le fue premiada con el reconocimiento del Presidente Herrera y la invitación que en su momento le hizo el Presidente Carter para que visitara los Estados Unidos de Norteamérica. Así obtuvo el aprecio y el cariño de los ciudadanos que frecuentaban, en vehículos o a pie, esa caraqueñísima esquina.
El otro ejemplo que queremos presentar es el de Edson Javier Márquez. Este joven trabaja como barman en un conocido restorán ubicado en la Avenida Francisco de Miranda. Desempeña sus labores, que para él no parecen tener el carácter de obligaciones, con verdadera devoción. El lugar es frecuentado por parroquianos y por visitantes ocasionales en cantidades que mantienen el local absolutamente abarrotado. Esto quiere decir que la calidad de la comida y la atención que se brinda son realmente singulares. Además, la relación entre el precio y lo que se recibe es ampliamente favorable. Allí, desde Andrés hasta el más modesto de los empleados se entregan a sus labores con absoluta honestidad. Esto hace que la calidad del servicio y las atenciones que brinda Márquez, tengan mayor valor.
Hombres y mujeres que laboran con la calidad que nos han mostrado Apascacio y Edson, que se repite en empresarios y en empleados singulares, es lo que necesita Venezuela para insertarse adecuadamente en el siglo XXI y no los credos de este régimen que solo está apuntando a la destrucción de Venezuela.