Mercado, precios y control
“El amor a la economía es la raíz de toda la virtud” – Bernard Shaw
I
En el mercado (nos referimos, obviamente a aquella entidad económica en donde los compradores y los vendedores aplican la Ley de la Oferta y la demanda), los individuos productores hacen comparaciones de precios y costos para ver que es lo más conveniente de ofrecer a un grupo del mercado, llamado consumidores, que tiene un voraz apetito por bienes y servicios, cuando hay dinero.
Para que una empresa (pública o privada) vaya al mercado debe contar con algo que se llama cálculo económico en donde, además del costo de las materias primas inciden otro elementos endógenos y exógenos como la competitividad extranjera, el tamaño del mercado, la competitividad internas, la tecnología usada, la calidad y capacidad de la mano de obra, las leyes a cumplir, la imprevisión que significa el cambio de precios dentro y fuera del país, la firmeza de la moneda, la seguridad jurídica, etcétera. En otras palabras, no solo debe considerarse los precios vigentes sino que además tratar de avizorar los futuros.
De lo que se trata, es establecer que los precios del mercado son los únicos métodos e índices válidos para poder llevar a cabo un cálculo económico y salir a la calle con un precio de venta real para el consumidor. Es una falacia, como veremos más adelante otorgar subsidios y fijar precios porque ellos alteran la realidad del mercado, haciendo que los únicos perdedores sean los consumidores los cuales, al final del día, no contarán con esos productos aunque si conocerán el precio.
II</B
En una sociedad industrial (y Venezuela, lamentablemente no lo es ya que se encuentra en el Jurásico del industrialismo con signos de claros retrocesos tanto, por la mentalidad jurásica de los gobernantes como la de los “industriales” y los “empresarios” que, sólo dependen de los contratos y políticas con nombres y apellidos de un gobierno incapaz de entender el mercado), es necesario que los precios de mercado fijen las reglas del juego; es decir, del intercambio, a través de la ley de la oferta y de la demanda. (Aunque alguien en la Asamblea Nacional venezolana dijo “esa Ley no la hemos aprobado”)
Esto es imposible bajo el llamado socialismo, que no es otra cosa que capitalismo de Estado, con planificación central que no considera la realidad de hacer cálculos económicos (Von MISES). Por otro lado, antes de que Von Mises demostrara esto, Gossen[.1] escribió que “sólo a través de la propiedad privada puede encontrarse la medida para determinar la cantidad de cada bien que sería mejor producir bajo condiciones específicas. Por lo tanto, la autoridad central (en el caso de Venezuela el presidente Chávez que con la nueva constitución asume todos los poderes), propuesta por los comunistas (se refiere a los seguidores de Marx), para la distribución de las diversas tareas y sus recompensas, pronto descubriría que había cometido una labor cuya solución escapa a la habilidad de los hombres”
Uno de los problemas para los cálculos de costos es como se abarca el asunto en el llamado socialismo. Por ejemplo, si el Estado es el único empleador ¿bajo cuál principio se fijarían las remuneraciones de los diferentes trabajadores, manuales, técnicos, científicos, profesionales, milicias, burocracia, etcétera?
La opción, en este caso no sería otra que buscar el cálculo económico a través del mercado, colocando precios a los factores de producción y “se vería obligado a utilizar el alquiler, interés y ganancias”, o, como lo decía Wieser, por lo menos nociones de contabilidad análogas a las anteriores.
Otro Problema que se le atribuye a las sociedades socialistas (PIERSON) es que estas no pueden calcular los ingresos netos ya que no cuentan con una unidad para realizar las funciones llevada a cabo por los precios (en el mercado). Este tipo de sociedades es incapaz de determinar, al finalizar el año, si ella o cualquiera de sus partes ha tenido un beneficio neto o una pérdida neta durante el período, digamos de un año. (Y a eso se debe, principalmente, el desorden financiero del estado venezolano).
Pierson examina las formas mediante las cuales un gobierno socialista podría racionar los bienes de consumo, (en el caso venezolano nos encontramos con que en algunos lugares no hay huevos pero si azúcar, o no hay azúcar pero si caraotas, y el gobierno a través de su red de distribución Mercal, raciona los productos), incluyendo el sistema de vales por trabajo (cesta ticket, en Venezuela) y demuestra que resurgiría el comercio y explica que: <b<“(…) el principio comercial que dicha sociedad (socialista) intentaría en vano abolir, vuelve a colocarse sobre el tapete(…) El fenómeno del valor no puede suprimirse como tampoco puede suprimirse la fuerza de gravedad. Lo que escasea y tiene utilidad tiene valor(…)aniquilar el valor escapa al poder del hombre”.
III
En el cálculo económico, y el conocimiento de oportunidades (cuando cerrar una empresa, cuando abrir una nueva, cuando discriminar salarios, etcétera), es esencial para el precio de la mercancía (bienes y servicios) aquí la sociedad enfrenta problemas de especificad económica insoslayables, los cuales no pueden dejarse en manos de tecnócratas como Giordani, por ejemplo, ministro de Planificación de Venezuela, o como se dejó, en la Cuba revolucionaria de los 60 en manos de Ernesto Guevara, un médico no practicante cuyo alias era “Che”.
Cualquier solución al respecto en la sociedad socialista, nos dice Pierson, debe comparar cualquier y todos los bienes, de acuerdo a unidades comunes que expresen “su valor”.
Si tenemos que los precios del mercado no tienen otro equivalente; es decir, no existen otras unidades semejantes, luego el socialismo no puede existir. Así de simple.
Los socialistas del Jurásico, aún cantan la letanía de Engels en el famoso “Anti-Dürhring[.2]”, en el cual pontifica que a cualquier hijo de vecino le es muy fácil organizar la producción socialista; y, por eso, por allí aparecen imbéciles “ilustrados” rezando que “ La sociedad sencillamente puede calcular cuantas horas de trabajo están contenidas en un motor a vapor (ya no existen), en kilos de trigo (que en Venezuela tampoco se produce, hay que importarlo desde EE.UU., o Canjadá – aquí hay que considerar la división internacional del trabajo) durante la última cosecha o en cientos de yardas (ahora se usa el sistema métrico decimal), cuadradas de tela de una calidad específica (en otras palabras, aquí no importa si se está hablando de seda, de lona, o tela de yute ¡que barbaridad!) (…) la sociedad no asignará valor a los productos. No expresará el simple hecho de que los cientos de yardas cuadradas requirieron para su producción, digamos, mil horas de trabajo, en forma vaga y sin sentido, expresando que tienen el valor de mil horas de trabajo. (En este punto, para Engels no importa si en esas mil horas de trabajo hubo tantas horas de los diseñadores, tantas de los maquinistas, tantas de los obreros directos en la operación, tantas de los ingenieros a cargo, supervisores, etc., eso no tiene importancia dentro de esta brutal afirmación). Es cierto que aún así, será necesario que la sociedad sepa cuánto trabajo requiere cada artículo de consumo para su producción. Tendrá que ajustar sus planes de producción de acuerdo con sus medios de producción, que incluye sobre todo, su poder de trabajo. Los efectos útiles de los diversos artículos de consumo comparados entre sí y con las cantidades de trabajo requeridas para su producción, determinarán en última instancia cual será el plan. Las personas podrán manejar todo en forma sencilla, sin intervención del pregonado “valor”.
La aberración anterior, no considera para nada los pasos que se han dado para llegar a la producción. En otras palabras, la extracción de la materia prima, el valor de la maquinaria, de los inmuebles, del capital, energía, administración, ciencia y tecnología, organización, etcétera, para el socialismo no existen. El mercado aquí nada tiene que ver. Para Engels el artículo a producir parte de cero y en este sólo influye la fuerza laboral directa y, para él y los marxistas da lo mismo fabricar un “turururo” que un par de zapatos, así no se sepa para que es el “turururo”.
IV
El ejemplo anterior nos lleva a la teoría del trueque, es decir valoro las gallinas que tengo para cambiarlas por zapatos, o las vacas para cambiarlas por tractores. Ardua tarea es el de calcular cuantas vacas por cada tractor. Obviamente deberíamos saber cuanto nos costó criar la vaquita en cuestión, cuantos kilos pesa, cual es el valor de un kilo de carne, en cuanto se puede vender la piel para las tenerías de cuero, en cuanto los huesos, cuántos litros de leche da, etcétera, para poder inferir cuantas de ellas necesitaremos para comprar un tractor y, a la vez, el fabricante del tractos, el cual no debe tener menos de 50 mil componentes debe calcular el costo unitario de trabajo por cada componente, sumarlo y pensar en cuantas vaquitas lo venderá. Ese socialismo salvaje viene de los tiempos del diluvio y se supone que hay que ser bien miope y analfabeta económico para plantearlo siquiera como posibilidad de intercambio existiendo el dinero.
Este tipo de cálculo de intercambio podríamos usarlo entre bienes de un mismo tipo; por ejemplo vaca por vaca o tractor por tractor, de pronto allí funciona.
Sin embargo, los problemas y complejidades de los cálculos del valor comienzan cuando comenzamos a comparar distintos y diferentes productos, sus posibles modos distintos de uso. Seamos claros, si un producto no tiene uso ¿tiene valor?
La comparación entre diferentes tipos de procesos de producción (manual, automático, semiautomático, robótico, etcétera) y el uso de diferentes clases de materias primas y de diferentes formas de tratarlos, se llevan a cabo hoy en día haciendo cálculos de rentabilidad comparativa en términos de costo en dinero (RAMSAY). Para la contabilidad en especie, por otra parte, existen problemas enormes que no pueden ser solucionados objetivamente. (Por ejemplo sise mueren las vaquitas en el traslado).
Por esto y mucho más, podemos decir que los disparates del cálculo socialista se quedaron en los tiempos cuando los factores de la producción eran solamente tierra, trabajo y capital; hoy en día estos factores son tierra, trabajo, capital, ciencia, tecnología, energía y organización. ¿Será tan difícil para un gobierno entender esto?
Las empresas modernas (incluso las teóricamente del pueblo), perpetuamente estará enfrentada a la pregunta de si cada una de sus unidades productivas está dando frutos y si cualquier pieza utiliza insumos que podrían emplearse más racionalmente en otro lugar. Esto, obviamente, requiere del valor, del valor de mercado para ser solucionado en forma relativamente fácil pero sería casi imposible aplicando la teoría marxista, que después de todo consumió por sus perversidades de analfabetas funcionales en economía.