Año nuevo, moneda nueva
Comienza el año 2008 con una nueva moneda que tiene el mismo nombre que la anterior, al que se le adjetivado como fuerte y que no es más que la expresión de su debilidad. Contiene mil veces a la anterior y coexistirán, como mínimo, durante todo el primer semestre.
No somos capaces de entender ni deducir las causas que motivaron la sustitución del bolívar que nació en 1879 cuando el Presidente Guzmán Blanco dispuso la sustitución de El Venezolano que había nacido tres años antes.
Todavía no conocemos las piezas numismáticas ni los billetes que comienzan a circular. Entre las primeras y de acuerdo a las informaciones que hemos recibido, existirán monedas de un bolívar, de cincuenta céntimos, de veinticinco céntimos, de doce céntimos y medio, de diez céntimos, de cinco céntimos y de un céntimo. Desde el punto de vista formal desconocemos la intención de acuñar una moneda de un octavo de bolívar que se puede inscribir dentro de las costumbres de fraccionamiento colonial y simultáneamente la de un décimo de bolívar. Además de redundantes serán de muy poca utilidad. Adicionalmente, la locha, viola a la ley que regula la existencia de la nueva moneda. Dice la ley que los precios se expresarán en unidades, decenas y centenas de bolívar y explica y regula la manera de redondear los precios a centésimos. La locha viene expresada hasta en milésimos de bolívar. Así es el régimen.
Ya, en tiempos idos, se trató de incorporar la moneda de diez céntimos para que coexistiera con la popular locha y el esfuerzo fue estéril, cuando se emitieron las monedas de diez céntimos fueron denominadas por el pueblo: la locha mocha. Entonces no existía le limitación legal.
Menos nos podemos imaginar la importancia y función de una moneda de un céntimo de bolívar. Pensamos que solo servirá para erosionar nuestros raídos bolsillos.
En el campo de los billetes encontramos una serie que tiene valores de dos bolívares, cinco bolívares, diez bolívares, veinte bolívares, cincuenta bolívares y cien bolívares. Entendemos que los funcionarios del Banco Central de Venezuela han previsto ya los billetes de doscientos y de quinientos bolívares fuertes, heraldos de cuanto viene en materia de inflación.
Entendemos que se han ilustrado con imágenes muy bellas, mas lamentamos la eliminación de las ilustraciones que representaban a Don Andrés Bello, el humanista más importante de Latinoamérica, y de los libertadores José Antonio Páez y Antonio José de Sucre.
Desde el punto de vista formal y teórico, la eliminación de tres ceros a la expresión de los precios y de los sueldos y salarios, debería ser indiferente. La realidad es bien distinta.
Para todos es sabido que cuando los sueldos suben por la escalera los precios lo hacen por ascensor. El redondeo de los precios, a pesar de las regulaciones previstas, ocasionará una escalada que abrirá irreparables huecos en los bolsillos del venezolano. El movimiento de los precios en una economía de inflación notable, hará que los ingresos del trabajador se diluyan rápidamente.
En la otra vertiente, cuando un consumidor se ha acostumbrado a pagar cantidades denominadas en miles de bolívares por un bien o por un servicio, su nueva expresión de guarismos mil veces menores lo tentará a aumentar el número de unidades, o el volumen de su compra, con el consiguiente compromiso y descalabro económico.
La historia de nuestros hermanos países de Latinoamérica, especialmente de Argentina y de Brasil es fecunda con los fracasos de esas conversiones monetarias. Tanto las monedas argentinas como las brasileras, entre 1960 y el fin del siglo XX perdieron su valor más de diez billones de veces.
Para que ello no suceda hace falta que la política fiscal, la política monetaria y la administración de los ingresos nacionales y su prudente gasto, se controlen de manera muy distinta a lo que hemos sufrido.
Así se producirá el empobrecimiento acelerado de todos los venezolanos que inocentemente confíen en esta costosa transformación monetaria.
