Economía

Control de precios, desabastecimiento y populismo

Venezuela atraviesa un periodo de incertidumbre y de destrucción de incentivos necesarios para desarrollar actividades que la nación requiere: producción, creación de empresas, generación de empleos, etc.

Un problema que no se ha entendido es que si se controlan los precios se trastocan los incentivos productivos y la relación de precios relativos. Igualmente, gran parte de la explicación de la situación actual se debe a que sucesivos controles de precios, a la par de incrementos en los precios de los insumos o de los bienes y servicios aguas arriba, hacen que se produzca una inflación represada.

Lamentablemente, el Gobierno solo ve especulación en una situación de distorsión creado por sus políticas en extremo “naive” e intervencionistas.

En Venezuela se está presentando una situación de control extremo que asfixia a la actividad económica y productiva. Cuando aguas abajo no puede producirse un pass-on de los márgenes inflacionarios cargados aguas arriba hacia los consumidores finales, el extremo inferior de la cadena de producción y comercialización asume exclusivamente con la carga de pérdida de márgenes. Esta situación podría estar justificada si se quisiera revertir aquellas situaciones en las cuales la distribución de excedentes se encuentra determinada por los mayores poderes de negociación y de mercado de los oferentes frente a la de los compradores –sin embargo, lo anterior tendría que partir de una investigación y constatación de tal poder de mercado y abuso del mismo vía prácticas explotativas unilaterales-. En Venezuela, hasta ahora no ha existido ninguna investigación, siquiera preliminar, que identifique cuellos de botellas e indicios suficientes sobre despliegues de conductas abusivas de poderes de mercado.

Así las cosas, los controles de precios finales imposibilitan, cuando menos, que los oferentes finales alivien su situación económica de inflación represada, transfiriendo sus márgenes. Por otro lado, una vez que los precios de los productos finales se encuentran controlados, la capacidad de compra se encontrará intacta (ceteris paribus), lo que genera una brecha cada vez mayor entre la oferta y la demanda. Recordemos que la reducción de márgenes a lo largo de la cadena de producción-comercialización irá dejando fuera del mercado a ciertos oferentes que no pueden asumir solos y de forma completa, toda la pérdida de márgenes al no poder aliviar la situación vía pass-on hacia los consumidores por los precios regulados.

Debe destacarse que la inflación o el ajuste de precios de los insumos operan de forma equivalente a un impuesto, lo que implica que su impacto se reparte sobre oferentes finales y los consumidores dependiendo de las elasticidades respectivas. Por ello, la aseveración de que los oferentes son especuladores resulta cuando menos producto de un absoluto desconocimiento de la economía. Los oferentes no trasladarían completamente el incremento de precios de sus insumos hacia sus consumidores, ya que pueden existir incentivos para no hacerlo. La pérdida de mercado ante un pass-on completo, debido a una elasticidad lo suficiente elevada en la demanda, podría superar al efecto aislado de pérdida de márgenes al asumir parte del incremento de precios de los insumos. Es así como resulta falaz asegurar que existen incentivos por parte de los empresarios de trasladar todos sus incrementos de costos hacia los consumidores.

De esta manera, tenemos un país con cada vez menos producción, una “mayor” capacidad de compra ficticia producto de los controles y del gasto corriente no-productivo, aunado a una mayor liquidez detrás de una producción cada vez más constreñida, componentes perfectos para mantener la inflación más elevada de Latinoamérica.

Luego, las últimas actuaciones de “aplicación” de la Ley contra el Acaparamiento, solo generan incentivos a mantener prácticamente inventarios nulos, que en escenarios de expansión del gasto refuerzan episodios de desabastecimiento.

Por ello no es de extrañar que leche, pollo y carne, no se encuentren, mientras sí, otros bienes importados. La obcecación de restringir ciertas importaciones –por ejemplo de vehículos- demuestra no entender el problema, la huida no puede ser hacia delante. El problema de desabastecimiento e inflación es producto de políticas absolutamente desacertadas. Ahora, culpar a parte de las victimas de tales políticas, a quienes asumen riesgos para producir y llevar adelante empresas productivas, es otro tema, producto de no querer asumir errores y no querer perder atractivo político. Pero ese, es otro tema.

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