Alimentos, nutrición y desarrollo
Uno de los elementos fundamentales y prácticos que define la soberanía de un país en los tiempos que vivimos, lo constituye sin lugar a dudas, la producción de los alimentos que se consumen. Porque solo esta condición brinda lo que la Teoría del Estado Moderno define como seguridad alimentaria o capacidad de una nación de producir en su suelo los alimentos que consume su población.
Pero a la par de producir los alimentos que consume, una nación debe tener pleno conocimiento de lo que consume, como y cuando lo consume, y debe poseer una cultura alimentaria que le permita conocer sobre cantidades, propiedades, beneficios y peligros que pudieran desprenderse de la ingesta alimentaria. Al propio tiempo, debe saber como diversificar su alimentación y determinar los elementos sustitutivos que le permitan garantizarse en calidad y cantidad, los nutrientes necesarios para su óptimo desarrollo y como éstos inciden en su salud.
Este conocimiento es tan importante, que no debe limitarse al centro educativo.Debe trascender a éste, llegar al hogar y llegar a la calle, llegar al trabajo y al entretenimiento, ocupar lugares importantes en el espacio mediático.
Al propio tiempo, la población debe tener sólidos conocimientos de geografía económica. Para una nación ese conocimiento es vital.Así como es necesario para el individuo, el conocimiento de su cuerpo para valorar su salud, de esa manera, conocer la geografía económica de la nación, significa para la población saber valorar los recursos disponibles en el espacio físico, comprender la vocación natural del entorno y vivir en correspondencia ambiental con éste.
La adecuada apreciación ambiente espacio en lo referente a la nutrición del individuo, hará que éste sepa aprovechar mejor las oportunidades que le brinda el territorio, al propio tiempo de convertirse en un elemento activo de la oferta y demanda de productos alimenticios, lo cual es fundamental para regular en forma natural y no artificial los precios de los rubros de la dieta diaria.
Mucho se le ha endosado al ser humano el deterioro del planeta. Pero ese señalamiento está fundamentado en el desconocimiento o ignorancia de la ecología que exhiben ciertas prácticas industriales y extractivas que deterioran el medio. De tal manera, que el conocimiento o la ausencia de él constituye un factor de primera importancia a la hora de evaluar el impacto que ciertas tecnologías de “crecimiento agrícola” tienen sobre la calidad del ambiente.
Por mucho tiempo se ha pensado como cierto que la producción abundante de alimentos es lo esencial en el desarrollo agrícola. Y como ocurre en la mayoría de los casos en que focalizamos nuestro análisis a una parcialidad del problema obviando la visualización del conjunto, perdemos la perspectiva de una reflexión más integral sobre el problema.
La ecología nos muestra un universo de interrelaciones que antes no observábamos. De la misma manera, nuestro pensamiento debe dejar de ser lineal y asumir la complejidad como un estado de variables más pertinente para la comprensión adecuada de la realidad.
Un hombre de trabajo. nacido en Australia, pero de una ciudadanía realmente universal, Bill Mollison, ha creado y desarrollado un sistema de diseño agrícola integrado llamado “Permacultura”, el cual consiste en la elaboración de hábitats humanos sostenibles, mediante el seguimiento de los patrones de la Naturaleza.
En su creación lo ha acompañado David Holmgren, en uno de los esfuerzos humanos más notables y menos reconocidos que se haya realizado jamás para lograr
el autoabastecimiento de alimentos por parte de la población mundial.
Mollison fue panadero, trabajador forestal, aserrador, trampero, naturalista, pescador de tiburones, pastor de ganado, guardián de cafeterías y profesor de niñas. En medio de ambientes naturales silvestres y difíciles, cazó y pescó para vivir. Aprendió el duro arte de sobrevivir en condiciones extremas, y el amor a la tierra y las regiones donde uno vive. Al propio tiempo estudió Biogeografía y se convirtió en un crítico radical de los sistemas industriales y políticos que vio que estaban destruyendo, material y socialmente, a todas las partes del mundo donde iba. Pero como él mismo nos dice: “Esta oposición, por fin no cumple nada […] no quería oponerme a nada y perder mi tiempo. Quería regresar sólo con algo muy positivo, algo que nos permitiera vivir a todos sin el colapso total de los sistemas biológicos.”
Mollison nos ha brindado la mejor y mas sencilla definición de sistema sostenible: “Un sistema sostenible es aquel, y estoy siendo muy cauto aquí, que puede producir o conservar energía suficiente a lo largo de su existencia para generarse y mantenerse”. Al propio tiempo, ha objetado el hecho de que el 70% de los alimentos que consume el mundo se encuentran patentados. Es celebre su cita de Henry Kissinger, quien habría dicho «Podéis elegir a quienes queráis, la gente que os controla es la gente que controla los alimentos que coméis».
Al propio tiempo ha identificado la práctica de la agricultura intensiva, representada en el cultivo masivo de la soya y el algodón, entre otros, como la responsable de la salinización y el empobrecimiento de los suelos, así como de la contaminación y envenenamiento de éstos con el exagerado uso de fertilizantes químicos y pesticidas. Nunca antes se habían visto extensiones tan grandes de tierra erosionada y nunca hasta este momento habíamos reparado en las enormes manchas de sal que aparecen como resultado de esta agricultura divorciada del equilibrio ambiental.
Una muestra de ello, según Morrison, es lo ocurrido con el cultivo de la soya en la ciudad de Obregón, México. La soya es una planta sedienta de agua que tradicionalmente se siembra en las franjas de los arrozales donde puede obtenerse fácilmente. Pero cuando se cultiva en México es necesario regarla.
Y el irrigar cualquier desierto es nefasto porque el proceso de evaporación puede evaporar hasta seis metros de agua de la superficie de cualquier desierto del mundo y la lluvia sólo produce cien o doscientos mililitros. De forma que para cultivar soya hay que regarla, pero cuando se riega, la evaporación absorbe todo el agua y deja todas las sales disueltas que contiene y en muy poco tiempo, unos seis años, la superficie del suelo se convierte en sal, sal cristalizada, pero como asimismo, a causa del riego, las aguas profundas, que ya de por sí son muy salinas, también han ascendido hasta las raíces de la planta, cuando estos dos efectos, la sal de la evaporación de la superficie y la sal que asciende de las aguas profundas, se juntan, nos encontramos con lo que ocurre en la periferia de Obregón: cientos de kilómetros cuadrados de tierra de sal solidificada de sesenta metros de profundidad. Algo absolutamente irrecuperable. Tendrán que pasar muchos miles de años antes de que podamos pensar en nuevos cultivos allí. Sesenta metros de sal es una base espeluznante para empezar a cultivar alimentos.
Por ello es necesario un nuevo tipo de conciencia en toda la población orientada a ver la producción de alimentos y la nutrición como dos actividades que deben diversificarse para asegurar su continuidad armónica en el desarrollo humano.
Rector de la Universidad Bicentenaria de Aragua