Reflexiones después del apagón
Para los que como yo llevamos tiempo hablando de la vulnerabilidad del sector eléctrico, el apagón no nos sorprende. Mucho más sorprendente es todo el tiempo que ha pasado sin producirse. Porque cuando se violan las normas de seguridad una y otra vez, lo normal es que se presenten problemas. Pero nuestras instalaciones eléctricas, en particular aquellas líneas de 765 kV que se construyeron en la IV República y todavía son las más avanzadas del planeta, nos han dado una muestra de solidez impresionante. Recuerdo que la primera vez que pronostiqué un apagón como el del día 29/04 fue en un artículo publicado el 5 de mayo de 2005, de modo que pasaron 3 años para que se produjera, mientras que yo hablaba del apagón como algo inminente, por lo que debo confesar que me equivoqué y no consideré la capacidad de nuestro sistema para trabajar en condiciones de riesgo.
Pero hoy, 3 años después de aquel vaticinio, nuestras instalaciones han envejecido y son mucho más vulnerables. En primer lugar, salvo Termozulia, no ha entrado a operar ninguna central significativa que alivie la dependencia del Caroní. Por el contrario, dicha dependencia es mayor y sólo ha sido satisfecha gracias a la extraordinaria secuencia de años lluviosos en la cuenca de nuestro río madre. En segundo lugar ha crecido la demanda y, aunque por suerte su evolución ha sido modesta, la energía transportada desde Guayana ha aumentado y las violaciones de los límites también. Para colmo, las instalaciones de sub transmisión y distribución están desbordadas y los apagones son normales en la mayor parte del país.
Para que quede como una muestra, el día 30/04, un día después del apagón, se batió el record de generación en la centrales del Caroní y también el record de energía transportada desde Guayana al centro y al occidente del país, En las próximas semanas se volverán a batir los records porque ahora es que empiezan los calores. Nadie en su sano juicio puede esperar que Planta Centro aumente su aporte, porque sus unidades están en la carraplana desde hace mucho tiempo, de modo que no queda otra opción que seguir dependiendo de Guayana.
¿Qué nos espera? A corto plazo más de lo mismo. La única alternativa a violar los límites de transmisión es racionar y nuestras autoridades no lo van a hacer. Racionar es reconocer que estamos en crisis y eso no es políticamente correcto. Es mejor arriesgarse y seguir viviendo en peligro. Si los eventos como el del martes se multiplican aparecerá el sabotaje, la incompetencia de varios gerentes, cualquier cosa que mantenga en pie el modelo comunista que es el verdadero responsable del caos. De todos modos, eventos como el del martes son improbables, por lo que podemos esperar que nuestras instalaciones cuartarepublicanas sigan mostrando su nobleza y las crisis no se produzcan con frecuencia.
Hay un añadido que aumenta la gravedad: el sistema de separación de carga de la EDC, que permite mantener en funcionamiento las centrales de Caracas mediante un racionamiento parcial, también falló y hasta ahora nadie ha explicado por qué. Sería grave que el servicio eléctrico en la capital se deteriore hasta el punto de comenzar a parecerse al de Cadafe. Es triste reconocer que el centralismo rentista ha aumentado en estos años revolucionarios y cuando se paraliza el servicio en Caracas el tema adquiere una dimensión mucho mayor, mientras que en la provincia la gente ya está acostumbrada y a veces ni siquiera es noticia. A pesar de todos los discursos que prometen ciudades temáticas por aquí y ejes de desarrollo por allá, Caracas sigue siendo Caracas y lo demás es monte y culebra. Eso sí, culebra revolucionaria
Reflexiones después del apagón