Oda a la ganancia
Uno de los temas más difíciles de entender de esta revolución bolivariana es su odio hacia la ganancia, hacia la utilidad, hacia la rentabilidad. Uno puede entender la oposición a la extracción de plusvalía, pero el problema nunca es la ganancia sino su distribución. Ganar es bueno, lo malo es que el dueño del capital se apropie de toda la ganancia explotando al trabajador. El tema es discutible y habría que analizar cuáles son los factores que determinan la ganancia, cuánto influye el trabajo, cuánto el capital y cuánto la iniciativa que también podemos llamar la tecnología. Pero lo que es indiscutible es que la ganancia es siempre deseable. Yo diría más, es imprescindible.
Ganar siempre significa producir un excedente. Las economías de subsistencia se llaman así porque no lo producen, apenas alcanzan para subsistir, aunque parezca tautológico subsistir significa no producir excedentes. Si consideramos un período de producción, digamos un año, quiere decir que una unidad que produce a nivel de subsistencia termina el año con la misma provisión de activos con la que empezó, todo lo que produjo lo consumió y terminó exactamente igual. Nada más que eso significa una economía de subsistencia, mientras que cualquier sociedad aspira a que toda actividad productiva genere algo adicional a lo que consume, con lo cual pueda crecer y progresar. Ese algo adicional es la mal nombrada ganancia, utilidad, rentabilidad o como quiera llamársele.
Aunque la ideología de nuestra revolución intente asociar la ganancia con el capitalismo hay que decir que la misma es muy anterior. Inclusive se puede afirmar que es inherente a la naturaleza humana. Las sociedades que no acumulan no crecen. Las sociedades que sólo subsisten están condenadas a desaparecer, si no lo hacen humanamente al menos lo hacen culturalmente. No hay forma de plantearse un plan de desarrollo sin considerar el crecimiento, la acumulación, los excedentes, la utilidad, en definitiva la ganancia. Sociedad que no la busque se muere.
Por eso resulta tan cuesta arriba entender las agresiones de nuestro Máximo Conductor hacia la ganancia. Sus discursos apoyando las comunas, en las que nadie es dueño de nada y no se puede producir para ganar sino para compartir con la colectividad, son absurdos. Es un discurso de atraso y de miseria, condenado al fracaso y sin alternativas. Lo peor es que mucha gente afín al régimen entiende las trivialidades que estoy escribiendo pero no se atreven a contradecir al Patriarca. No se atreven a decirle que él vive como vive y tiene el peso que tiene sobre los países que quiere liberar del imperialismo gracias a la ganancia y a la prosperidad del planeta que ha llevado a las nubes el precio del petróleo. No se atreven a decirle que la subsistencia de la revolución bolivariana está íntimamente ligada a la ganancia.
No hay forma de que lo entiendan. Y lo peor es que los tradicionalmente pobres, y ahora supuestamente incluidos, que sustentan al régimen, parecen encandilados con el discurso, sin entender que su situación ha mejorado por una beca que reciben gracias a la ganancia mundial y no por los logros de su productividad. No pueden entender que con una misión que les dé de comer no saldrán nunca de la pobreza, simplemente subsistirán. Nadie sale de la pobreza sólo comiendo, hace falta generar excedentes y acumular activos.
Por este camino la revolución no tiene salidas. Mientras no busque aumentar la productividad, que está necesariamente asociada a la ganancia, estará condenada al fracaso y, por el camino que llevamos, nos arrastrará a todos.