Economía

Atrapado y sin salida

Yo puedo dar fe de que el nuevo Ministro del Habitat sabe o supo muchas cosas sobre el tema de la Vivienda. No es de ninguna manera un recién llegado. Es más, creo que su nombramiento es un acierto del Caudillo. No es un “viviendólogo”, pero sabemos que de esos supuestos expertos, llenos de cifras y lugares comunes, es muy poco lo que se puede esperar.

Bastante conversé con él en el pasado sobre muchas cosas que voy a citar ahora.

El Ministro sabe, o supo, que los programas de vivienda venezolanos han estado siempre separados de la idea de hacer ciudad, de contribuir a la creación de una vida urbana digna que trascienda al problema específico de resolver el techo de las familias. Hacer vivienda debe ser siempre (sobre todo cuando es el Estado quien construye) mejorar la ciudad.

El Ministro sabe, o supo, que los planes de vivienda no deben propender a la expansión indiscriminada y anárquica de nuestras ciudades. Que no se trata de construir vivienda simplemente en los terrenos más baratos sino en aquellos que responden a una estrategia de ordenamiento de los núcleos urbanos.

El Ministro sabe, o supo, que la unidad de vivienda debe ser digna, que no debe ser un nuevo rancho, como los que tanto se construyeron durante la Cuarta; que debe ofrecer condiciones para una vida familiar que supere la simple subsistencia. Es ese, por cierto, un concepto que ha sido bandera del Caudillo y en eso (¡ojo… en eso!) ha tenido toda la razón.

El Ministro sabe, o supo, que uno de los aspectos claves de esa dignidad está en el confort térmico. En nuestro clima la vivienda debe estar protegida de la incidencia directa de los rayos solares (techo con adecuada inercia térmica, aleros protectores de las paredes, orientación favorable, ventilación cruzada). En la vivienda nuestra, además, el corredor, el espacio intermedio que no es adentro ni es afuera, es fundamental. La vieja vivienda que viene de la historia nos ha dado en eso una lección que nunca ha sido escuchada.

El Ministro sabe, o supo, que en Venezuela los arquitectos han estado insólitamente alejados de los programas de vivienda del Estado. Los espacios de proyecto han estado colmados de burócratas, de contratistas, de vendedores de sistemas constructivos, de especuladores, de improvisados; pero de muy pocos verdaderos arquitectos. Nunca se ha creado, salvo cuando funcionó la Unidad de Diseño en Avance del Banco Obrero dirigida por Henrique Hernández, hace tres o más décadas, un ámbito en el que los arquitectos (no los burócratas) realmente investiguen y hagan propuestas sobre vivienda. La hermosa y prometedora experiencia del Taller del Banco Obrero (el TABO), dirigido por Villanueva en la época de Pérez Jiménez, que produjo excelentes experiencias de vivienda, nunca ha sido emulada en los años que siguieron.

El Ministro sabe, o supo, que los servicios comunales, que los espacios públicos, que los parques, que las plazas, que los trayectos peatonales, que los árboles SON PARTE INTEGRANTE DE LA VIVIENDA. Que una vivienda se entrega a un propietario cuando todos esos servicios están hechos, completos, convertidos en un subsidio esencial para la promoción de una mejor calidad urbana.

El Ministro creo que sabe, o debería saberlo si pensamos en su pasado, que las viviendas de plástico que se producen hoy con fondos petroleros requieren ser vistas con cuidado. El PVC es un material que los rayos UV del sol hacen quebradizo. Carece de propiedades aislantes, hace difícil la creación de corredores, de espacios intermedios, favorece la idea de vivienda-container, rodeada de paredes.

El Ministro creo que sabe, o debería saberlo si pensamos en su pasado, que la idea de hacer casa chinas, o iraníes, o uruguayas, es una inaceptable pérdida de perspectiva, que los venezolanos podemos producir nuestros sistemas sin recurrir a experiencias alejadas de nuestra realidad técnica y ambiental. Sabe o debería saber que detrás de eso lo que ha habido es negocios y política mal digerida.

El Ministro sabe, o debería saber si pensamos en su pasado, que la famosa ¨ciudad socialista”, hoy sumida en el silencio, cercana a Caracas, es un proyecto mal llevado. Que se ha empezado, precisamente, con la construcción de viviendas, sin que haya privado la idea de ciudad, de asentamiento urbano en una zona de topografía difícil y ambiente natural delicado.

El Ministro sabe, lo suponemos por sus declaraciones públicas, que La Carlota es un asunto clave para Caracas, que del Ministerio que ahora ocupa salió un plan de intervención completamente equivocado, que el equipo técnico de la UCV que ahora estudia el tema, es incompleto y requiere profesionales calificados para poder avanzar en un Plan Maestro coherente y sobre todo nacido de la lucidez.

Por último, el Ministro sabe, o debería saberlo si pensamos en su pasado, que los planes de vivienda de la Quinta han sido un sumidero terrible de corruptelas y fuente de enriquecimiento indebido de todos los caimanes del caño “revolucionario”. Que son muchos.

Y no sigo, pero podría seguir, porque el espacio es corto y prefiero preguntarme si el Ministro, el arquitecto con mayor poder político y económico desde el Estado central en toda la historia republicana, actuará en consecuencia.

Y sin ser pesimista ni ser polarizado, a la simple luz de lo que el Ministro viene haciendo y sosteniendo como persona y como funcionario en los últimos diez años, pienso que el Ministro honrará muy poco sus creencias y convicciones tanto actuales como del pasado. Porque él ha actuado “como un soldado revolucionario” y esos soldados van hacia donde diga el Caudillo, dicen lo que él desea, no disienten, no luchan por objetivos propios sino por consensos que siempre son políticos, que borran su pasado intelectual, que se convierten en fichas, que elogian lo que nunca hubieran elogiado, que aplauden lo inaplaudible.

Que pierden su ser personal. Que lo encierran en el armario de una historia íntima. Por eso creo que el Ministro deberá mentir y olvidar, como el régimen al que sirve. Estará, de nuevo, atrapado y sin salida.

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Los soldados del régimen suben…pero no avanzan.

(Litografía de M. C. Escher (1.888-1.972, Holanda)

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