Economía

La electricidad entre apagones y discursos

Cada vez me preocupa más que los problemas que confronta nuestro servicio eléctrico no se puedan resolver dentro de los límites que impone la Revolución Bolivariana. Da la impresión de que la tesis que plantea Víctor Poleo está en lo cierto. Él dice que la crisis es estructural y, en consecuencia, requiere soluciones estructurales. Esto es, un cambio total en la dirigencia política. Sin ello no hay posibilidad de solución. Me he resistido a asumir posiciones tan drásticas. Es más, he tratado de proponer medidas que se puedan aplicar dentro de los límites ideológicos revolucionarios que apunten a alcanzar una salida a la crisis.

Pero las evidencias son tercas y terminan descorazonando a los más optimistas. La cadena de nuestro Presidente el pasado miércoles resultó una de esas evidencias emblemáticas. La pretensión de que la respuesta adecuada a la crisis es un mensaje presidencial que la explique y presente soluciones, resulta petulante y descorazonadora. Ante un problema técnico y gerencial la respuesta debe ser del mismo nivel. No se puede pretender que con un discurso de nuestro Líder las angustias de la población se calmarán y la esperanza renacerá.

La cadena reunió en su mesa, calladamente frente a Él, a lo más granado del sector eléctrico y aplicó las únicas medidas que conoce: Un largo discurso apuntando a explicaciones políticas sobre las razones de la crisis. El resultado fue desviar las responsabilidades hacia el pasado y los enemigos de la patria, junto a un conjunto de promesas vacías. Las exageraciones alcanzaron su clímax cuando ofreció que en tres meses el sector eléctrico estaría estabilizado y en el año 2011 tendríamos el mejor sector eléctrico del mundo.

Cualquiera que haya trabajado en el sector no puede menos que ruborizarse ante tales balandronadas. Da pena pensar en tanta gente de países desarrollados riéndose de nosotros. Más aun, Hace dos décadas nuestro sector era el más avanzado de América Latina y hoy hemos perdido ese liderazgo. De modo que hemos inventado una especie de animal que es una mezcla de cangrejo y loro, que camina hacia atrás mientras pregona que avanza.

Pero lo más deprimente es el triste rol de los valiosos profesionales del sector. Verlos callados frente al Presidente, en un calvario obligado que los hace cómplices de aquella sarta de ilusiones, produce una profunda vergüenza. Los que sabemos que allí hay gente valiosa y digna no podemos sino sentir lástima por el papel que les está tocando jugar.

Cuando se ve a la única gente que es capaz de resolver la crisis del sector eléctrico sirviendo de comparsa de un Mesías iluminado que nos está hundiendo con su enfermizo afán de protagonismo, no hay forma de no sentirse pesimista y aceptar que nuestra situación no tiene salida dentro del marco que impone la revolución mesiánica.

¿Será posible que en estas condiciones podamos organizar las instituciones que nos saquen de la crisis? ¿Se dejará a los profesionales concentrarse en su misión de mejorar el servicio eléctrico en vez de jugar a ser buenos revolucionarios? Cada día me siento más pesimista al respecto. Lo más probable es que sigamos viviendo entre apagones, racionamientos y discursos. La gente valiosa aguantará callada para llevar el sustento a sus hogares, mientras corremos la arruga respecto al deterioro del sector y del país.

Lo más lamentable de todo esto es que gran parte del pueblo llano, la mayor víctima de este drama bolivariano, se sigue identificando con el “proceso” y sigue renovando su fe.

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