Economía

La OMC apagada

Triste espectáculo el protagonizado por la Organización Mundial de Comercio y sus gobiernos dominantes al no alcanzar un acuerdo para eliminar los subsidios agrícolas y reducir las tarifas arancelarias a los productos agropecuarios e industriales provenientes de los países en desarrollo, después de 7 años del inicio de la Ronda Doha. Tanto más cuando la crisis de alimentos y materias primas y las tensiones sociales de este mundo globalizado pudieron haberse atenuado hace años. En ausencia del acuerdo, que rebajaría los aranceles en $150 millardos, los países más pobres sufrirán de una mayor inanición e inestabilidad política por la inflación desatada, como afirma el canciller de Brasil, Celso Amorim.

La explicación del director general de la OMC, Pascal Lamy, de que los países emergentes (léase India y China), no aceptaron colocar topes bajos al mecanismo de salvaguardia para importaciones súbitas, luce casi risible ante la magnitud de las convergencias supuestamente alcanzadas en prácticamente todas las demás disciplinas. El Grupo de los 20 países en desarrollo, liderados por Brasil, presentó soluciones y extremó su flexibilidad para lograr un compromiso que no fuera una aritmética de suma cero para los 153 miembros de la OMC. Es más plausible que la contienda electoral de EE.UU. sea el trasfondo de este nuevo porrazo al multilateralismo.

Algunos cifran sus esperanzas en que este último desencuentro entre países ricos y pobres sea necesario para recomponer la arquitectura del poder económico mundial, con China, Brasil, India y Rusia como potencias sin las cuales ya no es posible que los países industrializados impongan su parecer. Otros consideran que la gobernabilidad económica mundial ha quedado en entredicho y requiere de un rediseño integral.

La reanudación de las negociaciones en septiembre no parece augurar grandes esperanzas en la víspera de las elecciones estadounidenses. Quedan temas pendientes, además de los subsidios y tarifas agrícolas: el acceso a mercado de la carne, el azúcar, el etanol y otros productos por la escalada de sus aranceles desde la culminación de la Ronda Uruguay a principios de los años 90, los picos arancelarios altos a ciertos productos industriales, la franquicia y eliminación de cuotas para los países más pobres, los subsidios al algodón en la Unión Europea y EE.UU., las subvenciones y soporte crediticio a las exportaciones de los países industrializados a través de empresas estatales de exportación y la debidas y justas salvaguardias para los productos provenientes de los países en desarrollo.

Empezar de cero es sumamente riesgoso y quizás procurar acuerdos parciales en las áreas ya negociadas pudiera disipar una mayor fragmentación del comercio a través de acuerdos bilaterales o regionales. Revisar las bases del acuerdo y los mecanismos de negociación para hacerlos más participativos puede tomarse tiempo. Debe buscarse una salida urgente para evitar que el desangramiento del sistema multilateral de comercio continúe y la OMC deje de tener relevancia. A menos que los países grandes, industrializados y emergentes, se sientan conformes con el status quo, en cuyo caso pierden todos; pero en particular los países pequeños y medianos.

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