Economía

IPC no es causa, sino consecuencia de la Inflación

El IPC (ĺndice de Precios al Consumidor) no es lo que causa la inflación (el aumento de los precios), sino la consecuencia. El IPC es simplemente un indicador económico; es el resumen de una revisión del aumento de los precios de muchos bienes y servicios, expresado en forma de porcentaje. Por ejemplo, en el caso del precio de venta de una vivienda, el IPC es la consecuencia del aumento del precio; por ejemplo, del cemento, de la arena y de las piedras picadas; de las cabillas, de los bloques de arcilla o concreto, de las baldosas de cerámica, de la madera para encofrar las columnas y bases y para construir algunas de las partes de la vivienda; así como de los componentes de una sala de baño (griferías de los lavamanos, regaderas, bidets, pocetas, pare duches, y de las pocetas, y lavamanos en sí mismas; hasta de tuberías (plásticas o de metal) que transportan las aguas “blancas” y “negras” así como las tapas de los drenajes—sin olvidar los puntos de electricidad, como bombillos, tomacorrientes, calentadores de agua, y de las cortinas o puertas corredizas de las duchas)—y si usted se pone a detallar todo lo que se necesita para construir el área de la cocina, las habitaciones, las salas y comedores, las puertas, ventanas, rejas, platabandas, pisos, techos, e instalar los cableados y tuberías necesarios para los suministros de electricidad, agua potable, telefonía, televisión, internet; hasta lo que se necesita para cubrir las paredes interiores y exteriores con pintura u otro tipo de revestimiento, podrá ver fácilmente, que el costo de construir una vivienda aumenta en relación directa a los costos de todos esos materiales, a los que deben sumarse, la mano de obra (los sueldos y salarios desde los arquitectos, ingenieros y abogados, hasta carpinteros, plomeros, herreros, electricistas, ceramistas, pintores, etc.) y el costo “del papeleo” indispensable para obtener los permisos de construcción que otorgan numerosos despachos públicos; así como para notariar y registrar desde la publicidad de las ofertas de la vivienda, hasta la protocolización de la venta de dicha vivienda. Y a todo ello, debe sumarse el costo del terreno donde se construirá la vivienda y las vías de acceso (carreteras, calles, aceras), así como los sistemas para descartar las aguas de lluvia, las aguas negras, la basura—y recrear una apariencia compatible con el ambiente mediante diseños de ornato y de prevención de la contaminación.

No se puede controlar ni a la inflación, ni a la especulación, prohibiendo mediante algún tipo de resolución, decreto, reglamento o ley, del cobro del cambio porcentual del IPC que ha ocurrido durante el transcurso de la construcción de una vivienda, porque de hacerse, esto incrementaría las probabilidades de que los constructores de viviendas pierdan todo el dinero que gastaron para pagar por la larga lista de materiales, servicios y otros costos mencionados arriba, al verse obligados a vender la vivienda ya construida por un precio que no cubre esos costos—y mucho menos la legítima ganancia que es la recompensa que recibe el constructor por atreverse a asumir el riesgo de construir, y el justo pago a sus esfuerzos físicos y mentales de ordenar y supervisar tanto la construcción de la vivienda, como su mercadeo y venta.

La inflación se combate de dos formas: reduciendo el gasto público y aumentando la producción. Porque el gasto público “lanza a la calle” enormes cantidades de dinero a las manos de los consumidores—y que los vendedores querrán captar vendiéndoles todo tipo de cosas (como los materiales para construir viviendas). Y la producción se aumenta, facilitando y estimulando la inversión en procesos de producción de todo tipo de productos (como los materiales para construir viviendas)—lo que creará un aumento de la oferta; es decir, una competencia entre numerosos vendedores para captar el dinero en las manos de los consumidores—quienes al no ser gafos—le compran más al que le venda más barato—y esto obligará a una reducción de precios (a bajar la inflación).

Si no se controla la inflación reduciendo el gasto público y aumentado la producción, el IPC no dejará de crecer—y si se prohíbe el cobro del cambio porcentual del IPC, ningún constructor invertirá su dinero para construir viviendas—o cualquier otra cosa—porque sería como botar a la basura; deliberadamente, no sólo su dinero, sino su esfuerzo, su trabajo y su futuro.

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