“Algo hicimos mal”: Oscar Arias, Presidente de Costa Rica
“Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo…), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo. Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones”.
Lo anterior pertenece a un fragmento del discurso del Premio Nobel de la Paz y Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, en la reciente cumbre de las Américas. Viene al caso la cita por lo lapidario de su testimonio y por la directa referencia a una de las causas de nuestro atraso: La politiquería, que no ha hecho más que girar dando vueltas mirándose al ombligo para regresar a un punto ciego de partida. Sin avanzar un metro en la implementación de estrategias académicas que promuevan el avance en la vida de los pueblos latinoamericanos en general. Haciendo honor a la verdad, hay excepciones, pero han sido tan pocas tomando en cuenta el número de favorecidos, que cabe decir sin caer en exageraciones, que aún falta mucho para llegar a la adultez en la vía hacia el desarrollo como naciones.
Lamentablemente en Latinoamérica nos hemos preocupado más por profundizar en el estudio de teorías políticas obsoletas que en ponernos al día de lo que acontece extramuros. Lo que ha debido hacerse es observar lo que sirve de catapulta a naciones superpobladas, algunas de ellas con enormes masas de pobres, que en la actualidad se encuentran a las puertas de un desarrollo sostenible. Valga el ejemplo de China. Podemos decir con propiedad, por haber sido testigo presencial, que hace unos pocos años apenas, la población estudiantil en China desconocía el idioma inglés porque éste no era enseñado en las escuelas. Ello, respondiendo a la política de censura que el Partido Comunista habría impuesto luego de la Revolución Cultural. Sin embargo, las autoridades de ese país entendieron que el manejo de ese idioma abriría las puertas del mundo y permitiría a China el intercambio económico, deportivo, cultural y especialmente académico, para enriquecerse como nación y brindar a su pueblo las herramientas que le posicionan hoy entre la lista de quienes encabezan los primeros lugares de la bolsa de economías más desarrolladas en lo que se conoce como los ‘tigres asiáticos’.
Para esos efectos, el gobierno chino hizo a un lado las viejas políticas comunistas y permitió la entrada de trasnacionales que lideraban el mundo de los negocios. Además, obliga a estas empresas a contar entre sus trabajadores personal chino que recibe entrenamiento y luego lo multiplicaría entre sus nacionales. Adicionalmente, el joven chino se ve obligado a aprender otros idiomas toda vez que la mayoría de la bibliografía para los estudios superiores está a su alcance solo si maneja diversas herramientas producidas por tecnología de otros países, sin detenerse a considerar la ideología de los mismos porque no es ése el asunto que le interesa sino la sustancia del conocimiento a adquirir. En otras palabras, la ‘importación’ y apropiación del conocimiento se realiza en función de los resultados obtenidos en otros países y se toma como referencia. Sin interesar quién lo hace y si se está o no de acuerdo con su política de estado. Pragmatismo puro, pues.
Así, mientras China ha sacado trescientos millones de habitantes de la pobreza en los últimos veinte años y Costa Rica destina el treinta por ciento del presupuesto nacional al sector educativo, el gobierno nacional en Venezuela reduce el capital a otorgar a este sector y se ocupa de repetir las ventajas de un “ismo”, el socialismo del siglo XXI, alejándonos cada vez más del mundo desarrollado. El presidente Arias tiene razón, “algo hicimos mal”, y lo seguimos haciendo.