El hundimiento
No pudo resultar más emblemático que el hundimiento de la plataforma gasífera “Aban Pearl” en la madrugada del jueves, cuando realizaba trabajos de perforación y extracción de gas en el campo Dragón en la costa fuera de la población de Carúpano, ocurriera como culminación del conjunto de desastres que, desde el 2009, viene determinando que Venezuela será el único país del continente americano en recesión en el 2010 y 2011 y, a menos de que ocurra un milagro, incluso en el 2012.
Demostración de cómo pésimas políticas económicas y de la elección de un modelo de desarrollo anacrónico e inviable, bastan y sobran para engullirse las oportunidades más inescapables de un país, condenándolo al círculo vicioso de ver pasar la riqueza fácil para sumergirse en la oscuridad de la pobreza, la incertidumbre, la exasperación y la desesperanza.
Nada diferente, por cierto, de lo experimentado por los venezolanos en los últimos 35 años, cuando de los picos de la prosperidad y la confianza, se cayó en la alta inflación, la caída del poder adquisitivo, la pulverización del bolívar y el crecimiento económico casi cero, pero que con la llegada al poder hace 11 años del teniente coronel, Hugo Chávez, y sus revolucionarios como consecuencia de una de estas crisis recurrentes, se creyó sería suficiente para que el país tomara ¡al fin! la senda del crecimiento sustentable y diversificado y de la corrección de los desequilibrios de miseria, desigualdad e injusticias sociales.
Resultó, sin embargo, lo opuesto, pues Chávez, no solo ha repetido, sino mejorado, la fórmula de los fracasos anteriores, llevándonos a un punto, que de no corregirse, podrían retrotraernos a los tiempos calamitosos y terribles de las guerras civiles del siglo XIX que podrían resumirse en el principio de: “Producción: CERO. Importación: TODO”.
Un vistazo a los indicadores de los últimos dos trimestres pueden colocarnos en la pista de que estamos hablando, con una caída del consumo del 10 por ciento, la más alta inflación del continente y del mundo occidental (29 por ciento), una inflación del 5 por ciento para abril pasado y el pronóstico de que en el 2010 se profundizará la caída del PIB hasta un 5 por ciento.
Pero hay más: según la última encuesta de Datanálisis (marzo de este año), la confianza en Chávez cayó en menos del 30 por ciento, el universo de los ni-nis se expande hasta casi un 50 por ciento del total del patrón electoral, pero revelando, igualmente, que más del 60 por ciento de los mismos votarían por los candidatos de la oposición a la AN, y la evaluación negativa del gobierno (gestión de Chávez incluída) traspasa ya el 50 por ciento.
En otras palabras: que otra hora de huir hacia adelante, otro momento para tratar de disfrazar los fracasos de éxitos, de trucar y troquelar sucesos, cifras, mensajes, realidades y darse tiempo siempre para esa foto del hombre que vendió al contado, aún frente al hundimiento de la plataforma gasífera.
Sobre este acontecimiento ya se sabe que Chávez fue el primero en anunciarlo en la madrugada del jueves por el twitter, pero destacando que lo 95 trabajadores de PDVSA de la plataforma “estaban sanos y salvos y que las aguas del Golfo de Paria estaban limpias porque no se habían producido derrames de crudo”.
El parte completo del accidente, sin embargo, no lo daría sino el ministro de Energía y Petróleo, y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, desde luego que haciendo los mismos señalamientos de Chávez, pero mientras destacaba que el hundimiento “era un tropiezo en el camino de Venezuela hacia su independencia y soberanía”.
O sea, que se ocultó que la “Aban Pearl” era una plataforma operada por una empresa india, “Petromarine Energy Services”, (filial de “Aban Service OffShore Limited”), que negoció en el 2008 con PDVSA su arrendamiento durante 5 años a un costo total de 6,8 millardos de dólares.
Ahora bien, no se trataba de una plataforma de última generación ni mucho menos, sino que su aparición en el mercado data de 1977 y el país que la construyó y ofertó, Singapur.
Razón por la cual, no más comenzó a operar “Aban Pearl”, se notó su ineficiencia e incompetencia de la contratista, hasta reducirle una gran parte de la cuota de participación establecida en el contrato, debido a que no era “apta para operar a mar abierto, ni para el trabajo en aguas profundas”, según fuentes cercanas a la plataforma suministradas al periodista de “El Nacional”, Andrés Rojas Jiménez.
¿A cuánto se redujo el contrato? Pues a 1, 3 millones de dólares, de acuerdo a denuncia presentada el jueves por el diputado, Ismael García, ante la Asamblea Nacional.
Pero había otros detalles escamoteados por el dúo Chávez-Ramírez en el momento de anunciar el hundimiento de la plataforma, como es que no era el primer accidente en que se veía envuelta la “Aban Pearl”, porque el año pasado, concretamente el 15 de agosto, debió ser evacuada de emergencia al prestar servicios de perforación en Trinidad Tobago, “cuando comenzó hacer aguas y uno de sus flotadores se inclinó peligrosamente”, según el experto y exgerente de PDVSA, Gustavo Coronel.
En otras palabras: que no era nueva la plataforma, ni de última generación, ni la adecuada para operar “mar abierto, ni para el trabajo en aguas profundas”.
Entonces, ¿por qué se arrendó, y quienes son los responsables del riesgo que sufrieron 95 venezolanos, las aguas del golfo de Paria, y de la pérdida de cientos de millones de dólares que tanto ayudarían a resolver los problemas de viviendas, escuelas y hospitales por los que clama el país?
Pues imposible saberlo, y quizá nunca lo sabremos en tiempos de la llamada “revolución bolivariana”, pues ya Ramírez dijo que es “un tropiezo en el camino de la conquista de la independencia y la soberanía” y Chávez proclama que “lo importante a destacar es que lo 95 trabajadores están sanos y salvos y las aguas del Golfo de Paria, limpias”,
Y si es un gran logro, pero producto de que se pudo sortear una tragedia que Venezuela no merecía y que casi ocurrió por la irresponsabilidad de uno improvisados que piensan que imponerle a Venezuela una dictadura tan anacrónica y obsoleta como la plataforma “Aben Pearl”: “No tiene precio”, para recordar el slogan de una conocida tarjeta de crédito.