Europa en huelga
Cuando se instituyó la moneda única en 1999 los 16 países integrantes de la zona euro no solamente cedieron al Banco Central Europeo el dominio sobre la política monetaria, sino que debieron previamente cumplir los requisitos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, los cuales establecían que los déficit fiscales no podían exceder el 3% del PIB y la deuda pública no más del 60%.
Hoy, la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea incumplen dichos parámetros. Hay países con déficits fiscales de 10% y deudas que superan el 100% del PIB.
La burbuja bursátil e inmobiliaria global, el empuje económico de Asia, con China e India a la cabeza, el auge de los precios del petróleo y otras materias primas y los estudios que advertían sobre su escasez, crearon una sensación de prosperidad económica que llevó a muchos gobiernos a gastar más de lo que producían y a endeudarse más de lo que podían. Sobrevino el colapso financiero de 2008 y el castillo de naipes, aunque no ha caído, sigue tambaleándose.
Para rescatar el euro –y también relanzar su buen modelo de integración-, los gobiernos europeos están implantando severas medidas de austeridad fiscal, reducción de salarios y subsidios y recortes del gasto público, generando huelgas y protestas populares en medio de una débil reactivación económica.
Con algunas excepciones, Europa adolecía de quebrantes estructurales de eficiencia y productividad antes de la crisis, los cuales ahora se han hecho más patentes. Y ello sin contar las jubilaciones a los 53 años. La superación de estas dolencias requerirá mucho más que medidas de austeridad para que la Unión Europea crezca vigorosamente y se haga competitiva ante los desafíos de la globalización.