Economía

En Guayana no hay varones

Un sindicalismo irresponsable llevó a las empresas de Guayana a los límites de sus posibilidades financieras. Obreros que recibían dinero a manos llenas,  olvidaron que mantener en condiciones optimas de operación a la industria que les pagaba, era una necesidad para mantener sus beneficios en el mediano y largo plazo. No cuidaron la gallina, se comieron los huevos y la emplumada ave que los producía.

Ese mismo sindicalismo, que no entendió su misión, permitió que las empresas fueran manejadas con criterios políticos, en lugar de económicos y permitió también un proceso destructivo de expropiaciones que retiró del comando a los conocedores del manejo de esas complejas industrias. Ahora, al pie de esa masa informe de hierros viejos y plantas industriales desvencijadas, piden ayuda a un gobierno manirroto que no tiene bolsillo para recapitalizar los desmanes que han producido en los últimos años.

La industria del acero que se movió en números azules bajo la tutela de los argentinos, se colocó en la zona roja apenas la tomó el gobierno y los políticos aspirantes a gerentes que condujeron su gestión de los últimos años. La noticia de que importaremos acero a medio producir, para mantener en pie a Sidor, se esconde bajo la excusa de que el ahorro eléctrico esta incapacitando la producción regular y no queda otra que importar o hacer que algún mentiroso de oficio le diga al país que los especuladores están escondiendo el acero que produce la revolución. Lo realmente importante es generar cualquier parapeto que corra la arruga este semestre, para que un nuevo hueco no genere más inconformidades antes de las elecciones de septiembre. Tampoco hay suministro regular de cemento y muchas obras están extendiendo sus tiempos de ejecución ante la imposibilidad de recibir ese básico suministro que ahora maneja nuestro gobierno.

Guayana no levantará cabeza de nuevo, No volverá a ser lo que fue, pues la generación de trabajadores que hundió a Guayana, no aceptará una realidad diferente a la que vivió en la última década y su modo de pensar con filosofía minera, no les permitirá entender un nuevo marco de relaciones y beneficios que ayude a los nuevos gobiernos a levantar de nuevo esas industrias. El otro gran problema será el de colocar allí un gran capital para reacondicionar esas estructuras tambaleantes, que la revolución dejó llevar a sus límites, sin consideración alguna del futuro. Tendremos que regresar a la formula de vender esas industrias a quien las pueda levantar de nuevo y esa reinversión incluirá nuevos esquemas de relaciones laborales.

En Guayana no hubieron varones para defender a la industria de las barrabasadas que se cometieron, pero ahora lucen como gallitos de pelea exigiendo expropiaciones de las briqueteras, que no pueden sostener su producción con obreros que se sienten dueños de las decisiones, del tiempo de trabajo, de los beneficios y de los activos de las organizaciones. Sean varones ahora para asumir  el daño que produjeron y muevan sus espíritus y cuerpos para contribuir a un nuevo estado de cosas que ayude a reconstruir lo que perdieron.

                                                                                

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