La vivienda: ¿Problema aislado?
Como consecuencia de las situaciones de emergencia que se han presentado en el país, lluvias, inundaciones, deslaves y ahora explosiones, nos encontramos que el problema de la vivienda le explota en la cara al régimen que nos oprime y descoyunta el país.
Se dice que el déficit de viviendas adecuadas se acerca a los dos millones de unidades. Para este régimen, que tiene el poder desde hace ya DOCE años, este tema no ha sido prioritario. Además, no tenemos una definición explícita de lo que debe llamarse una vivienda “adecuada”.
Queremos ocuparnos de una vertiente del problema que nos parece fundamental.
La vivienda es la cobertura que protege al ciudadano y a su familia de las agresiones de la naturaleza y de la sociedad. En países como Venezuela la naturaleza es benévola en la gran mayoría de los días del año. Solo en algunas regiones se tiene condiciones que exigen una protección mayor. De allí la proliferación del “rancho” como solución habitacional.
El ciudadano que requiere de una vivienda adecuada también exige otras condiciones insustituibles: La más importante de ellas es que disponga de un puesto de trabajo, cercano, que le permita obtener los ingresos que sean suficientes para atender las necesidades de su familia. Inmediatamente surge la necesidad de que su vivienda esté ubicada en un parcelamiento que tenga todos los servicios en cantidades adecuadas: vialidad, agua potable, luz, teléfonos, disposición de aguas servidas, gas… son algunas de esas necesidades perentorias e imprescindibles. Escuelas de diferentes niveles donde sus hijos logren la educación y el conocimiento que les permita ser hombres y mujeres útiles a la sociedad. Sitios de recreación como parques y áreas verdes en cantidades que no transformen a la vivienda en la colmena de las abejas. Los hombres no volamos. No hablemos de hospitales, iglesias, bibliotecas, lugares comunales, centros comerciales y soluciones adecuadas a las necesidades del ciudadano y su familia.
Como podemos darnos cuenta, el discurso que se está difundiendo en la sociedad venezolana es un discurso perverso. Construir viviendas apiladas en zonas inadecuadas y para ello destruir lo que tenemos es un delito y una afrenta a la sociedad.
La sociedad venezolana está sufriendo enfermedades muy graves, una de las peores es la inadecuada forma en que se analizan sus problemas. Las soluciones no pueden ser mejores que sus proyectos y premisas.
En estos últimos días escuchamos la promesa, que necesariamente se incumplirá, de construir cincuenta mil viviendas en Fuerte Tiuna. ¿Cómo se van a desplazar? ¿Donde van a trabajar? ¿Dónde van a estudiar? ¿Cómo se les va a dotar de servicios que ya no tenemos?
Estas son unas pocas de las mil preguntas que se tienen que contestar antes de siquiera pensar en construir algo. La improvisación y la urgencia son muy malas consejeras.
Caracas, febrero 1 de 2011