“¡Gas del bueno!”
No nos referimos al gas que el charlatán amenazó con lanzarles a los combativos estudiantes universitarios. Hablamos una vez más del gas natural que está revolucionando el patrón de consumo energético en Estados Unidos, el llamado gas de esquistos (o lutitas). Esta fuente, cuyas reservas en suelo norteamericano son prácticamente inconmensurables y explotables a muy bajo costo, continúa desplazando a paso acelerado a otros combustibles en los segmentos de consumo doméstico, generación eléctrica, manufactura, entre otros. Producto de su avasallante explotación, los precios de la industria generadora de electricidad norteamericana se han reducido a la mitad en apenas los tres últimos años.
Las víctimas de esta irrupción en el mercado son los combustibles tradicionales: carbón, petróleo, nuclear y hasta la joven energía eólica. Proyectos energéticos billonarios basados en estas fuentes están siendo cancelados por ser financieramente inviables frente a la alternativa de usar el limpio “combustible azul” de los esquistos.
Uno de los caídos en acción por este cambio en la estructura de la demanda, es la refinería Hovensa, ubicada en la isla de Saint Croix, una de las más grandes y antiguas de Estados Unidos. Esta planta, con una capacidad de procesamiento cercana a medio millón de barriles diarios, ha decidido cerrar operaciones argumentando pérdidas financieras por el deterioro en la demanda de sus productos refinados. El detalle de interés para nosotros es que PDVSA es propietaria del 50% de Hovensa, a la cual surte unos 230 mil barriles diarios de crudo Mesa y Merey.
Un nuevo golpe para la vapuleada y vulnerable PDVSA, que además de la desnaturalización que la ha transmutado en importadora de pollos y otros menesteres, de su insólito endeudamiento y de su catastrófico manejo técnico, ahora también es víctima de este gas que para nuestra economía no representa en absoluto “gas del bueno”.
