Araminta González: «Si te adaptas te marchitas»
José Luis Centeno S.
“La Química es mi pasión, en política liberal. Venezolana, ex preso político. Dignidad, Memoria y Justicia por los DDHH y la libertad de Venezuela”, se lee en el perfil de la cuenta en twitter de Araminta González, radicada en Madrid, España, ahí fue a parar luego de vivir casi tres años encarcelada, entre criminales comunes, sometida a diario a manipulación mental.
“De esa gente se puede esperar cualquier cosa”, con esa frase resumió toda nuestra conversación, una mañana de agosto, sobre los tratos inhumanos y las torturas que sufrió en prisión, el control al que se opuso en su trabajo y la crisis del país, aclarando que es muy radical de pensamiento.
En un estado de optimismo y anímicamente entusiasta, delineó su situación actual. “Impactada por todo lo que está pasando y lo que me pasó. Pero estoy libre. Estoy sanando. Tengo trabajo y es más de lo que pueden decir muchos que han pasado o están pasando por ser presos políticos con un TSJ y todos los poderes parcializados a la dictadura”.
“Yo lo más seguro de haber seguido en Venezuela, me habrían vuelto a detener, me sacan porque ya salía a marchas y estaba otra vez en conspiraciones… Allí están José Luis -Santamaría- y Vasco -Da Costa-, solo duraron seis meses libres”, lo dijo convencida de que «lo mejor que puede hacer un expreso político es irse de Venezuela, quedarse es otra forma de sumisión».
En su ingresó al psiquiátrico del Hospital Vargas, consecuencia de su reclusión, aprendió que resiliencia no es adaptarse, es transformar, “en mi caso era hacer de lo que viví mi instrumento para impulsar mi vida y la de otros al contar mi dolor, a que se transformará en un motor de denuncias… A vivir proclamando los derechos humanos donde esté. Si te adaptas te marchitas, es abrirle la puerta al conformismo y ser parte del problema”.
A partir de esa experiencia de vida, cree que “el concepto de resiliencia bien aplicado sería lo que salve al país. Que encuentren fuerzas de su dolor y lo transformen en un presente de lucha por sus derechos para mejorar su futuro y el de los suyos. Y oponerse con todas sus fuerzas al control social de estos derechos.”
Narró que el 2017, en el Laboratorio donde trabajó le pidieron integrar asambleas comunitarias de trabajadores y, además, sacarse el Carnet de la Patria. “La señora que lo promovía nos dijo, aprovechen que el próximo año lo pedirán para todo. Yo acababa de salir del psiquiátrico y tenía pocos meses de estar trabajando. Armé un escándalo por ese tema y llamé a los directivos de Leti chavistas, por aceptar el empresariado esas medidas”.
Recuerda. “Fue lo último que hice en Venezuela y por lo que me fui, no podía aceptar trabajar en una empresa sumisa, y que obligara a sus trabajadores a sacarse el carnet. Y el tiempo es verdugo. Hoy es un hecho, el carnet está impuesto. Pero no de este año. Yo fui testigo en el 2017 que al sector farmacéutico lo obligaron y nadie se quejó. Solo nos dijeron acepten o cajita feliz…”
Muchos aceptaron la cajita, ella no podía. “Mi huida debía ser clandestina y así fue”, confesó para luego comentarme, “en la adversidad conoces a todas las personas que luchan a diario por su familia, a los abogados, a sus familiares. Mónica Santamaría y Anita Da Costa son mi familia, pues no contaba con otras personas cuando estaba detenida. Si tengo que decir que me ha mantenido en pie desde el 2014 en adelante, aparte de Dios, esas personas”.
Para Araminta, con Juan Requesens quedó visualmente reflejado hasta dónde pueden coaccionar a un ser humano. “Es muy duro ver a 4 años, por lo menos en mi caso, que aumenten las violaciones a los derechos humanos ante el mundo y la dictadura siga convocando al diálogo y la negociación. Esas acciones de captura y tortura solo tienen como función coartar cualquier foco de rebeldía”.
Interpretó las medidas económicas en línea con sus ansías de cambio. “La única reconversión posible es la de salir de Maduro y su combo. Nuevamente capturan a dueños de locales por sobreprecio. Parece un deja vu. Cada día es más tiránico. Y da mucho dolor ver que la única salida es Maiquetía. Pues la intervención no es legal. Lo del TSJ paralelo no es legal, las sanciones se las pasan por el forro… Y los políticos de oposición en la asamblea solo pelean entre ellos”.
El tema de la legalidad centró su reflexión final: “Y como somos demócratas no podemos hacer nada fuera de lo legal y terminamos en un círculo vicioso infinito de qué es primero, el huevo o la gallina, o lo que es lo mismo, tumbar o no tumbar al tirano por las vías de la fuerza. Y con qué fuerza si la existente en el país está dañada. ¡Qué dilema! Y mientras tanto en una realidad alternativa los abogados de derechos humanos luchan incansables por liberar bajo los términos que sean a sus defendidos, no sé cómo lo hacen, pero Dios los bendiga por no olvidar a los presos políticos”.
Nos despedimos con el compromiso de hacer juntos el Camino de Santiago. “Es mi promesa por mi libertad y por seguir con vida, porque no me fue peor de lo que imaginé. El exilio también es doloroso, pero en Madrid están los más grandes laboratorios farmacéuticos y las mejores universidades. En algún momento realizaré un master en ingeniería química”.
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