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Campeones del desastre

Consabido, está muriendo la gente por falta de medicamentos. Familiares y relacionados muy cercanos, desesperan por unas pastillas que no encuentran, presintiendo el desenlace fatal a la vuelta de los días.

Hablamos de enfermedades crónicas y sobrevenidas que, antes,  no generaban mayor preocupación, por la generosa oferta farmacéutica y sus precios accesibles o relativamente accesibles.  Hoy, ni siquiera es posible realizarse una prueba de laboratorio, un ecosonograma y otros exámenes afines para el debido diagnóstico, faltando los reactivos, encareciéndose los equipos médicos, imposibilitándose la importación necesaria, quebrada la industria nacional.

Por cierto, nada podemos agregar respecto al servicio médico-odontológico. O dudamos que viva su mejor momento la llamada medicina homeopática, la acupuntura, u otras alternativas para el trágico cuadro de la salud en Venezuela.

Privilegiados los convenios, acuerdos, tratados o cosas parecidas y de las que muy pocos saben, cierta y específicamente, con la Cuba que sigue recibiendo barrilles constantes y sonantes de petróleo venezolano, es evidente la estafa. Una de dos, o las dos: es un mito o leyenda la existencia y el desarrollo de la medicina e industria farmacéutica isleña y lo poco que  tienen no van a traerlo a este lado del mundo, siendo tan monumental el fracaso de los Barrio Adentro.

Hacia 2014, acompañamos a María Corina Machado y a Carlos Berrizbeitia, en una visita a todas luces riesgosa al SEFAR, en La Yaguara. Por entonces, constatamos la fecha de vencimiento de los medicamentos cubanos a distribuir hasta donde pudimos, ya presentes los tristemente célebres colectivos armados o círculos bolivarianos.

Por lo demás, en el siglo XX exhibimos importantes triunfos en materia de salud que este socialismo ha demolido en el XXI, sin pestañar, retrotrayéndonos a etapas que ya habíamos superado. Estamos obligados a reiterarlo, porque la publicidad y la propaganda oficialista desean, por siempre, confundirnos.

Acotemos, antes fue una constante la discusión pública de la situación del sector de la salud, añadida la industria de las medicinas, ahora impedida. Por azar, encontramos un artículo de Aníbal Mestre Fuenmayor que versa sobre la elaboración técnica del Registro y Revisión de las Especialidades Farmacéuticas en Venezuela (El Nacional, Caracas, 17/11/58); o, sin firma, un reportaje de título decidor de un medio de la ultraizquierda, «El“negocio de las medicinas” (Reventón, Caracas, nr. 13 del 01//11/1971), que desautoriza moralmente a sus herederos, hoy en el poder, convertidos en campeones del desastre.

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