Saint-Exupéry se inspiró en Guatemala para escribir «El Principito»
Antoine Saint-Exupéry conoció Guatemala por accidente. Uno que destruyó su avión y lo dejó herido. Había salido a surcar los cielos de América para buscar ese numen que dirigiera su pluma y fue en la tierra de la eterna primavera donde encontró la inspiración para su afamada obra: «El Principito».
Fue en 1938 cuando el aviador y escritor comenzó un viaje desde Nueva York hacia Punta Arenas, en América del Sur. En el camino, Saint-Exupéry, el tercero de cinco hermanos de una familia de la aristocracia francesa, decidió parar en Guatemala para recargar combustible.
Pero al momento del despegue, una complicación en el ala izquierda hizo que la aeronave, con el novelista y su mecánico a bordo, se estrellara. El aviador sufrió varias fracturas y estuvo cinco días en coma. Tal fue la gravedad que estuvo un tiempo en la ciudad colonial de Antigua recuperándose de sus heridas.
Para celebrar el paso de este escritor por Guatemala, la Biblioteca Ludwig von Mises, de la Universidad Francisco Marroquín, organizó una serie de actividades, entre las que se cuenta hablar sobre las huellas de este viaje en su singular obra, explicó a la agencia EFE la profesora Luna Mishaan de Jaschkowitz.
Las percepciones del Principito
Esta docente, creativa y de verbo modesto, leyó por primera vez el libro cuando era una niña por influencia de su abuela, una mujer de origen francesa que dedicó toda su vida a leer. Es su «ejemplo de vida». Después lo leyó también con sus hijos y en los últimos días ha vuelto a pasar las hojas de un ejemplar marcado en cada página más de tres veces.
Está convencida de que lo más «fascinante» de El Principito es que todo es una «percepción personal» que va variando según las etapas de la vida de cada ser humano que decide inmiscuirse en la historia. Es ahí donde ahora ve paralelismos con su Guatemala.
Los tres volcanes, uno de ellos inactivo, las rosas o el «Cerro del oro», una especie de sombrero que refleja a la boa cuando se ha tragado al elefante, son claras referencias al paisaje guatemalteco y concretamente a la ciudad colonial La Antigua, donde Saint-Exupéry se recuperó tras el accidente.
«Yo -dijo- aún tengo una flor a la que riego todos los días; poseo tres volcanes a los que deshollino todas las semanas, pues también me ocupo del que está extinguido», reza un fragmento de esta obra.
Sí se sabe que el escritor tuvo un accidente en Guatemala y que uno de sus médicos que lo atendió en el hospital militar fue el padre de Luz Méndez de la Vega, premio nacional de Literatura y una de las personas que abrió la brecha a las mujeres en el país. Lo demás son apreciaciones que buscan eco.
Y es que Antigua, continúa esta profesora licenciada en letras y que camina con prisa por los corredores de la Universidad, es un lugar «mágico» que pudo haberlo inspirado a crear «el telón» de «El Principito», un libro que sigue teniendo vigencia y cuyos valores siguen de actualidad.
«Si creo que (La Antigua) pudo haber impactado en la obra», dice esta mujer que profesa un amor profundo y sincero por la literatura. Sin límites.
Saint-Exupéry, un hombre que amó a una mujer de El Salvador y que caminó por las calles de la ciudad colonial de La Antigua mientras esperaba su recuperación, tuvo que ver los volcanes de Guatemala, oler sus rosas y vivir con su gente antes de dar forma a su obra maestra.
Como él mismo decía, hizo de su vida un sueño y de su sueño una realidad. Todo para que la gente puede ver el mundo con los ojos de un niño y dejar volar a la imaginación. Para no perder la capacidad de sorprender.