Alta cultura y búsqueda del espíritu
Alejo Urdaneta
La máxima común de la vida radica en adaptarse. La indocilidad del artista permanece hasta los últimos días, expresada en la terquedad con la que persigue un objetivo individual. Lo que se llamó valentía socrática es el arrojo de buscar sabiduría contra un mundo que premia la ignorancia, la distinción del bien y del mal en tiempos que se empeñan en negar la moral y de buscar la verdad, aunque las mentiras sean más cómodas
Thomas Mann puso como título de su compilación de ensayos: Nobleza de espíritu. El escritor fue un aristócrata que alegó la oposición entre cultura y civilización, de acuerdo con la naturaleza del ser alemán en tiempos de contradicción entre lo popular, es decir lo que concierne a la Civilización frente a la cultura, con una connotación humanista y estrictamente individual para la segunda de las formas de la comunidad. La idea aristocrática implica el cultivo de sí mismo que tiene cada individuo. El término “Civilización” se asocia a la dimensión social y por tanto colectiva.
Este es el tema fundamental de su ensayo titulado: Consideraciones de un apolítico: La civilización politiza a la cultura, cuando es ésta la que se sustrae de la vida pública en situaciones políticas determinantes de la manera de ser, de pensar y de sentir.
En resumen, Mann establece un orden en el que hay tiempo para la reflexión, para el desarrollo de la conciencia privada y el misterio del eros. (La muerte en Venecia es un ejemplo). Los valores humanísticos clásicos, cuyas raíces filosófico-políticas se hallan en Sócrates y Platón, privilegian la vida de la mente. Implican una confianza fundamental en la fuerza, siempre imperfecta pero continua, del espíritu humano, no sólo frente al sufrimiento personal sino también frente a la recurrente presencia de la barbarie en la historia.
ALTA CULTURA Y BAJA CULTURA
Se ha entendido por cultura varias acepciones que le dan esencia y forma en el sentido de organización artística y espiritual. Lo cultural es la actividad propiamente humana, la cual lo aleja del medio natural primigenio (propio de los animales) y le da sentido a su existencia. Desde ese punto de vista, prácticamente todo lo que genere el ser humano, sea para su superación vital o su ensimismamiento, es “cultura”.
ALTA CULTURA
Werner Jaeger ha tratado en su libro “Paideia”, la estructuración de la civilización de la Grecia clásica, cuando ya existía una conciencia cultural divisoria desde los primeros momentos en que se establecieron las Polis de dicha región; siendo la dedicada a los aristócratas, “Los Mejores”, la preferible. Señala que, necesariamente, siempre existirá una alta cultura y una clase alta.
Así, Alta Cultura son todos los modos, actitudes y obras creadas por la aristocracia para su propio deleite; principalmente se piensa en lo generado en torno a las Bellas Artes (cine, música, escultura, teatro, etcétera) y sus desarrollos académicos/intelectuales (ciencias puras, ciencias sociales y humanidades). Estando todas éstas enclavadas en un sistema cerrado, al cual sólo unos cuantos tiene acceso, aquellos que pertenezcan al círculo aristocrático.
BAJA CULTURA
Baja Cultura serían esos mismos medios de expresión y estudio; pero dirigidos al vulgo, al pueblo. Debido a que éste forma el grueso de la población de una comunidad, se puede decir que esta forma cultural tiende a lo plural, es decir, no está propiamente encerrada en un entorno exclusivo (aunque sí tiene ciertos tonos de alejamiento, sobre todo para con personas ajenas a dicha sociedad y los representantes de lo alto; todos aquellos que no sean parte de la misma “cultura”); pues cualquier miembro tiene fácil acceso a la misma. En un primer momento, lo alto literalmente está encerrado, al ser trasmitido a través de instituciones edificadas (museos, escuelas, salas de conciertos); mientras que lo bajo se puede o debería verse al aire libre.
Lo anterior debido también la noción de mecenazgo, donde el aristócrata busca y mantiene a los mejores representantes del arte y la intelectualidad; estos a su vez desempeñan su área, con la única limitante de estar enfocada a sus benefactores, aunque con ciertos dejos de libertad para desenvolverse en proyectos propios.
La cultura es adiestramiento y selección; para muchos esta es su principal función. Por ende, las dos derivaciones culturales se enfocarán a darle vida a una especie específica de ser humano; uno acorde a la aristocracia u otro acorde al sentido popular. Esto, en teoría, debería de generar un distanciamiento, donde a la aristocracia no le interesa una relación con las formas bajas y a la inversa, en el caso del vulgo; afirmándose ambos en un sentido comunitario para con sus similares.
Sin embargo, eso no puede distinguirse de manera tan evidente en la modernidad. Debido a la masificación de “lo cultural”, ambos estratos sociales están en contacto con las construcciones culturales, propias del otro; aún más, creadores y educadores de “élite” recurren a los medios de la baja cultura para dar vida a sus propios trabajos, dándole otra dimensión a los mismos.
Así, se tiene una mezcla entre lo bajo y lo alto; pero al mismo tiempo, sigue existiendo la división y alejamiento, pues a pesar de que todo está disponible para un público mucho mayor que en épocas anteriores al Siglo XX; gran parte de la humanidad se distancia de una u otra representación cultural, a veces por el mismo estereotipo que engloban los conceptos mencionados, y muchas otras por mero gusto personal («lo alto/bajo”). Curiosamente, ese mismo gusto trae una defensa del otro gusto, bajo el argumento de que es más encomiable que el contrario, visto desde una relación valorativa vertical.
Aristocracia y Vulgo se juntan ante la combinación de sus culturas, por ello alguien que podría haber sido llamado “noble” en épocas renacentistas, puede llegar a ser extremadamente vulgar; y a su vez, un personaje de extracción baja, logra establecerse como la representación de lo mejor, de lo aristocrático.