Familia que roba unida…
Carolina Jaimes Branger
Mis padres no se imaginan lo mucho que los recuerdo… Siempre tengo presente su amor infinito y su compañía. Extraño los invalorables momentos que vivimos como familia. Y los evoco a diario porque a diario les agradezco que me hayan dado valores. En esta Venezuela destruida, nada se recuperará si no hacemos algo para que los valores sean las bases de la sociedad.
Criar bien a un hijo no es darle todo lo que quiere. Tampoco es molerlo a palos si hace algo malo. Menos crearle falsas expectativas. Formar es una sabia combinación de saber cuándo apretar y cuándo soltar. Cuándo alabar y cuándo reprender. Y por encima de todo, criar bien a un hijo es darle principios sólidos para que no caiga frente a las tentaciones que la vida pone en el camino.
En estos días los medios nacionales e internacionales han reseñado ampliamente la detención del hijo y la esposa del venezolano Roberto Rincón Fernández, quien en 2016 fue indiciado por corrupción y se declaró culpable ante un juzgado en Texas, Estados Unidos, de haber estafado la friolera de mil millones de dólares a PDVSA. Resulta redundante la aclaratoria de que está siendo juzgado en el exterior, porque en Venezuela nadie está juzgado por corrupción. Tal vez los ladrones de gallinas sean los únicos llevados con bombos y platillos a la cárcel, mientras los grandes corruptos se regodean groseramente de sus riquezas mal habidas, sin disimulos de ningún tipo, en los lugares donde viven, visitan y en las redes sociales. Bien reza el dicho de que el dinero –junto a la tos, el amor y el humo- es imposible de esconder.
Pues bien, al hijo y a la esposa se les acusa de haber lavado de millones de euros en España, procedentes de PDVSA. El caso me ha puesto a meditar sobre cómo se corrompe una familia. Y por más que lo pienso, no me entra en la cabeza. ¿Cómo un hombre le dice a su esposa que está robando? “Mi amor, ahora soy un ladrón”. No, no debe ser tan explícito. “Querida, nos vamos a mudar de este piazo´e apartamento para una mansión en La Lagunita”… “No, no me he ganado el Lotto de Nueva York”… Hmmm, así tampoco debe ser. “Mami, ya no somos pobres, gracias a la revolución que me puso donde hay…”
Y del lado de la esposa… ¿es que ella no se da cuenta de que en ningún negocio honesto entran millones de dólares a una casa, así como si nada? ¡Ni que fueran granos de arroz! Pero encima me he preguntado cómo es que el marido le pide que lo ayude a robar: “Mi amor, necesito que blanquees estos dolaritos”… “Querida, te toca irte para España a lavar… ¡No, chica, ropa no!”… “Mami, te voy a encargar un trabajito chévere, de esos que te encantan…” ¿Y ella qué le responde? Porque ésa definitivamente no es la lealtad que se jura en la ceremonia del matrimonio. ¿Qué basamento moral tiene quien tan alegremente se embarca en una vida de delincuente?
Y con respecto a los hijos, ¿cómo unos padres -que supuestamente son quienes deben guiar a sus hijos por el camino del bien- los involucran en negocios turbios, donde pueden terminar como ha terminado este joven, en una prisión? ¿O creerán que el resto del mundo es como Venezuela, donde las leyes no pesan porque no se cumplen, sino que se violan?
Me entra un fresquito saber que están cercando a los corruptos, que también resultan ser cómplices de asesinatos, pues cada venezolano que muere de hambre o de mengua lleva su impronta. Espero que al final de todo esto los veamos a todos presos… Familia que roba unida, permanece unida… en la cárcel…
@cjaimesb