Alea jacta est, comacates!
Ya no importa si los militares están esperando un mayor nivel de agravamiento de la situación (si es que tal cosa es ya posible), o si están simplemente aguantando con la cara bien lavada a que la tormenta pase y el gobierno siga, con mayor profundidad, gobernando. Con ellos, por supuesto, porque sin los FAL, los tanques, los perdigones y los gases lacrimógenos militares no podrá.
Sea cual sea la situación próxima, los militares se van a conseguir con lo mismo. Un país hecho trizas que los detesta. Ciegos, sordos y mudos en sus cuarteles, parecería que no están viendo el derrumbe. No están viendo cómo, cada día que pasa, más personas y sectores se suman al paro, instinto político de la gente común que siempre actúa, complicidad solidaria con la debacle. El gobierno se viene abajo, no importa lo que Chávez haya dicho y amenazado en su increíblemente fantasioso “Aló, Presidente” de ayer.
En el extremo casi negado de que Chávez sobreviva a todo esto, habrá permanecido gracias única y exclusivamente al apoyo militar, por comisión y por omisión. Y así, misteriosos comacates, habrá pasado la Fuerza Armada Nacional de la etapa de militares democráticos y profesionales, a la nueva era de Guardia Revolucionaria dedicada a reprimir a la gran mayoría de la población.
Porque no van a venir ustedes a decir que las cosas volverán a ser como fueron. Si Chávez se va, los militares podrán dedicar tiempo a rehacer su tradición, mientras muy posiblemente, como cuando después de la caída de Pérez Jiménez, y como hoy sigue sucediendo en Argentina, tengan que ir a uniformarse en sus cuarteles, porque tendrán que andar por las ciudades vestidos –disfrazados, en realidad- de civiles. Pero al menos podrán dedicarse a curar las heridas y a comenzar de nuevo. Si Chávez logra imponerse a la rebelión civil generalizada que hoy lo tiene cercado en todo el país, sólo lo podrá conseguir apoyado por los militares, y entonces ustedes alcanzarán la cumbre de su poder. Porque van a tener que encargarse de la banca, de la industria petrolera, de la industria pesada, de lo que vaya quedando de la industria liviana –porque la gran industria de origen internacional se irá-, de la vigilancia urbana, y de todo en el país, en fin, aparte de la experiencia que ya acumulan en el comercio popular.
Y, por supuesto, serán una disciplinada unidad militar revolucionaria que impedirá por la fuerza toda rebeldía, toda protesta, toda disidencia; serán editores de periódicos y directores de plantas de radio y de televisión; diseñarán y producirán las campañas de propaganda –del Estado, la empresa privada ya no será privada.
Pero recuerden sólo dos cosas.
Ni Venezuela es Cuba, ni los dictadores militares están de moda.