Opinión Nacional

Venezuela es la engañada

La cadena infinita de Nicolás Maduro desde el “Congreso de la República” como era en los viejos tiempos, duró horas. Y lo más triste, al finalizar, es que el resultado era grotesco: desde la primera letra del discurso, todo, absolutamente todo, era mentira, no válido, un chiste largo y malo. Con la Constitución que viola cínica y descaradamente en la mano y en las líneas escritas para él, nada era legal, nada calificaba. Las barras de siempre cumplieron lo suyo: escandalizaban vociferaban, injuriaban, cumplían bien ese trabajo amargo de los tarifados que bailan al son de los diablos que los utilizan en su ignorancia y su fragilidad. Esa fragilidad de quien no conduce su vida y cae entonces en manos de los que necesitan de su confusión y su temor y los hunden más y más en ese manejo inescrupuloso que finalmente los condena. A todo se atrevió este “heredero” de un difunto que tampoco, como él no presenta su partida de nacimiento, tampoco enseña su partida de defunción.

La Habilitante se quedó otra vez en el aire, un Diosdado apresurado, más calvo y más gordo, cortó la sesión achacándole a la silenciosa bancada opositora los gritos y vulgaridades. Ya se había amenazado bastante, se habían anunciado más medidas, más leyes, más desatinos. La banda tricolor, las medidas amenazadoras, las manipulaciones, hasta un José Gregorio Hernández que ya bastante problema tiene con su canonización, salió a saludar a la Kichner…un espectáculo más.

Desde el ilegítimo poder, Maduro miente …y sigue mintiendo. ES EL PODER. Y sólo tiene que decirlo, que afirmarlo, que todo es y será así porque él lo dice. Una y otra vez, a cada rato, en cada cadena, en cada declaración, Maduro se repite a sí mismo que si él lo dice, está hecho Así afirma que la conciencia del pueblo, que Venezuela, está con él. Y si no, con el difunto! Y allí sale la foto, la voz, corean las consignas “Vive, vive”, pero no. Murió. NO está. Como no está la partida de nacimiento de Nicolás Maduro Moros. NI la harina, ni el azúcar, ni el papel toilet, ni el arroz, ni el aceite, ni la leche.

Uno lee que un hombre casi mata a otro por un kilo de harina, o una mujer llora por la leche o por las medicinas, y que guardias nacionales matan aquí o allá, o que Air France lleva un alijo de drogas a Francia con militares envueltos y otra tonelada aparece en España o en Santo Domingo. La corrupción campea y los canallas son funcionarios o diputados que ya están “enchufados” en la corte mentirosa, la madeja es intrincable están en todas partes, dueños de los medios y publicitando la mentira que desde Nicolás, es una ofensa a todos, a rojos o blancos, amarillos o verdes, es Venezuela la engañada.

No podemos lamentarnos. Somos cómplices de lo que le pase a nuestro país. Lo más cómodo es consolar nuestra impaciencia culpando a otro. Hay una pauta establecida que los pueblos no dejan pasar. Nos toca cumplirla.

 

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