En torno a la VIII Cumbre de las Américas
Christa Rivas
Una agravada crisis política, económica y humanitaria en Venezuela que le costó la invitación a Nicolás Maduro; el retiro temprano de Lenín Moreno tras la triste noticia de la aparición sin vida de tres periodistas ecuatorianos secuestrados por disidentes de las FARC; la inasistencia de Donald Trump y el prematuro abandono en la ceremonia de inauguración por parte del vicepresidente estadounidense Mike Pence, debido a la intervención de Estados Unidos en Siria, entre otros hechos que rompieron la formalidad; todo esto sucedió en el escenario de un país cuyo presidente renunció hace menos de un mes y bajo el lema «Gobernabilidad democrática frente a la corrupción».
Esta cumbre nos mostró las profundas venas abiertas de América Latina. Un nuevo capítulo afectado por la corrupción, la intolerancia, la violencia y la desesperanza.
Mucho ha cambiado América con relación a la cumbre anterior. La postura hacia Venezuela hoy encuentra en los representantes de varios países valentía para denunciar con voz clara y contundente lo que está pasando. La complicidad de los representantes del socialismo del siglo XXI que marcaron la cumbre del 2015 quedó atrás para dar lugar a presidentes como Macri, Piñera y Temer, que no dudaron en decirlo: en Venezuela no existe democracia, no existe Estado de derecho ni respeto hacia los derechos humanos. En sus intervenciones, los mandatarios se dirigieron a Nicolás Maduro para insistir en que acepte la ayuda humanitaria para sus ciudadanos. Al mismo tiempo han mencionado que desconocerán el resultado de las elecciones del próximo 20 de mayo.
Y es que no solo la situación en Venezuela se ha agravado. Hoy, tal como lo imaginábamos, esto se ha convertido en un problema regional que, además de afectar al comercio y la economía, ha ocasionado la migración de cientos de miles de venezolanos hacia países vecinos ocasionando problemas fronterizos y estructurales tal como lo manifestaron el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el de Brasil, Michel Temer.
Con respeto a los ataques en Siria en respuesta al supuesto uso de armas químicas por el gobierno de al Asad, Mike Pence agradeció a los mandatarios presentes las manifestaciones a favor de la intervención militar de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. «A los países se los puede juzgar por quienes son sus amigos», expresó parafraseando a Donald Trump, una sutil reinvención del «You’re either with us, or against us» (estás con nosotros o contra nosotros). Por su parte, el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez, no tuvo reparo en responder a Pence con hechos históricos que señalan a Estados Unidos como un sistemático violador de derechos humanos, desde el uso de la bomba atómica hasta el plan Cóndor. Rodríguez aprovechó además para defender lo indefendible de Nicolás Maduro y recordar con sus palabras que, aunque debilitado, el socialismo sigue vivo.
El Foro de Sociedad Civil, espacio de diálogo previo a la Cumbre, una vez más se vio boicoteado por agresiones de quienes, en nombre de la ciudadanía organizada cubana y venezolana, asisten con el único fin de defender los abusos de las dictaduras castrista y chavista.
Si bien Venezuela es un caso crítico y un problema que al parecer por fin empieza a ser enfrentado desde esfuerzos diplomáticos conjuntos, plasmados en esta ocasión en una declaración firmada por 16 países de la OEA, cada uno de los Estados americanos tiene sus desafíos. El mayor de ellos, a nivel regional, es la creciente desconfianza hacia la clase política, la debilidad de los aparatos institucionales, los escándalos de corrupción, la falta de oportunidades económicas para su población y la inseguridad ciudadana. Son elementos comunes que, lejos de permitirnos avanzar hacia una integración regional, mantienen en vilo la democracia, esa que en la carta de la OEA hemos considerado «condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región».
@RivasChrista