Opinión Nacional

La rebelión de las regiones

Parecería un slogan publicitario o una simple frase efectista para llamar la atención a favor de un discurso de orden regionalista, pero la “rebelión de las regiones”, tal cual como la pensamos, tiene aún mayor profundidad en cuanto apunta a una definición estratégica cada vez más necesaria. Los amigos del Movimiento Independiente del Táchira (MIT) han tomado para sí esta unión de cinco palabras como idea para revestir de un toque populista su extraordinaria propuesta bien titulada “Proyecto País”, la cual, a nuestro juicio, conforma la única tesis formulada públicamente para reconstruir el país, una vez enterrado el drama que hoy vivimos y que se empeña en ser denunciado como “régimen” -¡es una anarquía, una anomia, un anti-gobierno!- incluso con el calificativo ideológico de “socialismo del siglo 21”. Pero la “rebelión de las regiones”, seriamente asimilada, aspira, en primer lugar, a transformarse en una táctica de lucha que no sólo quiera “derrocar” al presente gobierno –¡derrocar, esa es la palabra!–, sino cambiar, para siempre, la historia política de Venezuela, apresada por un estilo monárquico y autócrata que identificamos como una mala herencia de la Colonia.

Nuestros libertadores, tanto Miranda, el Precursor, como Bolívar, el Libertador, trataron de copiar el modelo de “unión de los Estados” dado en Norteamérica en 1776, uno para toda la América del Sur y el otro para lo que llamó “La Gran Colombia”, fracasando ambos en cuanto a la formación de un estado de conciencia que sembrara en nuestras sociedades liberadas del yugo español, la idea prevaleciente de la democracia de los “enciclopedistas”, consagrada ella en un ejercicio pleno e irrestricto de la libertad, en una justicia en función del respeto a los derechos de todos y una fraternidad concebida para crecer, transformarse, innovar y ganarse el futuro, en cada paso de cada día por venir. Las pequeñas debilidades de sus principales colaboradores, por lo demás, hundieron la grandeza de sus propósitos en la medida en que “compraron” el atractivo del absolutismo, para hacerse “caudillos” y alcanzar el poder, en franco ejercicio autócrata y no demócrata. La separación y no la unión tomó la representación de la soberanía territorial y cada quien (o cada “quienes”) se “alzó” (o se “alzaron”) con lo que tuvieron a mano, condenando a Iberoamérica a sobrevivir en un marco cada vez más insolente de atraso contumaz.

La “rebelión de las regiones” apunta hacia una dirección distinta, en el sentido de que se divorcia de los grandes centros absolutos de poder absoluto. Desarrolla el concepto de la autonomía, no sólo para gobernarse, sino para auto-gestionarse y darle viabilidad dinámica a la unión para crecer. Para pensar, para hacer, para construir, para penetrar la realidad del mundo cambiante y ubicarse en él, tomar su velocidad de cambio y competir con lealtad, trabajando cada quien para lograr mayores y mejores resultados en su esfuerzo, siempre entendiendo al hombre como sujeto creciente de bienestar, dignificándolo y engrandeciéndolo.

Una estrategia de lucha que despierte la conciencia de la “regionalidad” en función de una unión democrática, señalando todo lo que un Estado independiente y autónomo puede lograr, construyendo sus propios medios de avance y transformación, su infraestructura, su aprovechamiento de ventajas comparativas, la disposición de sus gentes a concebir el futuro y convencerse de que van a asumirlo como propio, “ganándole” a “el de al lado”, compitiendo con productividad y acierto, sustituiría la debilitada sumisión de la “provincia” a los dictámenes de las tribus gobernantes en la capital, donde en cada una se esconde un “caudillo” que requerirá la paz y el silencio de “los demás” para tomar para sí, absolutamente, el poder absoluto de la Colonia con disfraz democrático.

¿Tenemos que seguir viviendo de la distribución “infame” de la renta petrolera? ¿Tenemos que seguir siendo exportadores de materias primas y continuar dependiendo de quienes nos las transforman? ¿Sabe la gente de la Guayana venezolana, del Estado Bolívar concretamente, lo que se hace con la bauxita, el hierro, el agua y las tierras que les son propias, por gobernantes a distancia, quienes no tienen por qué quererlas, ni desarrollarlas, ni transformarlas, para enmarcarse en una competencia con el mundo entero a base de productividad? ¿Saben los de Los Andes cuánta seda podrían producir para ganarle a China un mercado cada vez más valioso? ¿Sabe la gente del Zulia todo lo que ganarían transformando en fibras sus hidrocarburos y “metiéndose” en el mundo de los textiles sintéticos?

Si hacemos un análisis, con nuestros propios recursos humanos –que valdría la pena importar otros más sabios y pedirle auxilio a su inteligencia– de cada uno de los Estados de nuestra República, incluyendo a los estimados convencionalmente como los más “atrasados”, encontraremos una potencialidad increíble de desarrollo que nos permitiría descubrir cómo es que tenemos que actuar para despedirnos del petróleo y decirles adiós a los traficantes que dependen del supuesto beneficio de su renta, culpables del verdadero atraso en que hemos vivido durante más de un siglo perdido. La “rebelión de las regiones” debe crear una matriz de opinión generalizada, en cada uno de los Estados de la unión, en favor de su autonomía productiva y a través de una Democracia verdaderamente Parlamentaria, donde las autoridades sean escogidas por los representantes de las “regiones” y no por el dedo criminal e irresponsable del autócrata de turno.

¿Nos entendemos? ¿Somos capaces de fomentar esta rebelión “regionalizada”? ¿Podemos darle sentido de táctica y estrategia de lucha a esta propuesta, conscientes, incluso, de que vale mucho más que todas las otras vías propuestas para “derrocar” a un gobierno que tampoco debe ser sustituido por otro similar? ¿De que por esta vía llegaremos a la creación del clima y de la voluntad para construir la Venezuela distinta, con la que soñaron nuestros Libertadores y de la que han hablado tanto y tantas veces nuestros mejores pensadores? ¿Es suficiente “ganar unas elecciones”, dar un golpe de estado, ir a una nueva Constituyente, si no tenemos claro que “tenemos” que reconstruir el país, para que sea una “potencia” económica independiente? El futuro depende de cómo responder estas interrogantes. Te invitamos a reflexionar al respecto.

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