Opinión Nacional

Payaseando, payaseando

Pocas certezas tiene el venezolano de este tiempo, pero dos están desconsoladamente claras: mañana será peor que hoy; y la segunda: esto no puede seguir así. La idea temible de perder o haber perdido el futuro, en el sentido de que lo que promete el transcurrir de la vida es una acumulación de calamidades, se aposenta en muchos ciudadanos que ahora forman legión.

La encuesta de Alfredo Keller, de septiembre, indica que para 39% de los consultados «las cosas en general van muy bien, bien o regular hacia bien», pero para 61% van «regular hacia mal, mal o muy mal» con una caída de 38 puntos entre el país que dejó Chávez y el que regenta Maduro. Mientras para 14% la resolución gubernamental de los problemas ha mejorado y para 20% se ha mantenido igual, para 65% «el problema ha empeorado»; para 55% la situación de servicios públicos ha empeorado y para una proporción también de 55% el ingreso personal y familiar «no alcanza». En la misma encuesta, 74% había experimentado hace un año algún tipo de escasez y ahora es 94% el que sufrido sus embestidas. 49% cree que la situación económica será negativa en los próximos meses, frente a 44% que cree que será positiva. En los estudios de Keller, como consecuencia de la situación descrita, cuando se mide el apoyo al oficialismo este pasa de 51% el último trimestre de 2012 con Chávez guapeando todavía, al frágil 37% de Maduro ahora.

El país se ve mal y la mayoría cree que va a ser peor. Esta visión es la que conduce al otro aserto que va de boca en boca: esto no puede seguir así; esto tiene que cambiar. Un grito recorre ciudades y pueblos en esta guerra que el régimen le ha declarado a la sociedad: ¡hasta cuándo!

 

NICOLÁS PAYASEA.

Como ocurre en los cuentos, payasear divierte a la audiencia pero esconde las tristezas del payaso. Nicolás puede usar afeites y hablar con la incontinencia que caracteriza a veces a los que no tienen ideas; puede insultar y amenazar, humillar y agredir, pero no puede ocultar ese terrible e inmisericorde hecho que es no dar la talla en la tarea. La risa grotesca del que se siente sobrado se trueca en la mueca íntima del pesaroso y débil. No es un asunto personal relativo a las capacidades de Nicolás (alguna debe tener para llegar adonde llegó); se trata de las formas y estas pueden ejercer tiranías astutas cuando se las viola.

 

Nicolás no se ganó la candidatura ni la Presidencia que trata de ejercer: la candidatura es un acto arbitrario y despótico de un moribundo que, al parecer, no escogió a uno sino que desechó a otros, y la Presidencia es la consecuencia de ese acto, realizado por medio de la usurpación de la voluntad ciudadana. Estas realidades no son solo convicciones de los opositores, sino certezas también compartidas por incontables chavistas (algunos los tiene Nicolás cerquitica, y me consta). Al cargar con ese bacalao de una presidencia usurpada e inmerecida, se ha convertido en blanco fácil para el desencanto; cierto es que Nicolás no tiene la culpa de todo pero ahora es sencillísimo lo que con Chávez era harto dificultoso, echarle el muerto a él solito. Así como Pedro Carmona se convirtió en el único «culpable» en los eventos del 11 de abril y todo el mundo se sacude, «¿yo? ¿Dónde? ¡Nunca!», así le ocurre a Nicolás Maduro: la torta es suya y nada más que suya. Es la consecuencia terrible de toda caída, sobre todo si al confesar que en vez de estar en lo que debe estar, anda payaseando.

A esa falla de origen de esta cosa que llaman gobierno de Maduro, se une la fundamental de este momento y es su imposibilidad de ejercer liderazgo alguno. Peor todavía, cree que lidera con gritar, cree que inspira si nombra diez veces por minuto a Chávez, cree que le creen cuando trata de ser más agresivo y procaz que lo que su autor fue. No advierte Nicolás que es jefe de una facción pero no jefe indiscutible de todos, como era el otro, y aunque sus cófrades no están interesados en que caiga sí están interesados en que no se consolide para que se desmorone íngrimo y solo, en el centro inmóvil de las aguas empozadas y podridas.

 

GOLPE DE ESTADO Y PENSAMIENTO PERVERSO.

Ahora los golpes de estado con fanfarria y música «clásica» no existen en América Latina. Lo que hay son rebeliones cívico-militares, golpes posmodernos fundados en artículos de alguna ley, sean dentro de las constituciones políticas, o para rescatarlas. No me atrevo a asegurar que algo de esto no se cocine como salida si es que las demás continúan cerradas, pero el régimen incurre en un gravísimo mensaje lleno de contradicciones cuando advierte que se prepara un golpe.

 

El golpe de estado de Chávez quedó consagrado para la historieta oficial como una hazaña justa. De allí en adelante ha habido y seguramente habrá quienes piensen que si las causas alegadas por los golpistas de 1992 se repiten, la justificación de un golpe también existiría. Terrible enseñanza en una sociedad que busca con desespero una salida.

Si se profundiza el tema, surgen más novedades. El cotorreo gubernamental indica que hay una conspiración macabra; de seguidas apunta que los militares son absolutamente leales a la causa chavista; de las dos premisas anteriores se desprende que es una conspiración sólo de civiles, por lo tanto es una conspiración imposible. Pero si hay militares en la conjura, entonces no hay unidad de la FAN y, por lo tanto, se corrobora lo que aquel que maneje la regla de tres sabe, que hay un descontento general y hasta puede que haya un general y un mayor descontento.

 

Por cierto, debería haber un manejo más diestro de dirigentes opositores sobre el tema militar. Si como toda la oposición dice, hubo un fraude el 14A y se le pidió expresamente a la FAN que no lo permitiera y que hiciera respetar la voluntad popular, alguna acción militar entonces para hacer respetar lo que según la dirección opositora y las fuerzas democráticas era la victoria de Capriles, ¿habría sido un golpe de estado? ¿O hay intervenciones militares que no son golpe? ¿En qué quedamos?

Lo que se desprende del galimatías militar es que el descontento ha traspasado los muros de los cuarteles y que la denuncia que el Gobierno hace de los dirigentes civiles de la oposición es un clásico «mensaje a García», que los jerarcas no se atreven a verbalizar pero que apunta hacia un posible y expandido desasosiego en las filas castrenses. Como la contradicción es tan notoria cuando se dice que los militares son leales pero que hay una conspiración, uno de los jefes del pensamiento perverso tuvo la ocurrencia del llamado «golpe económico»; uno que no requiere de militares sino de civiles que, como el crimen, trabajan en la sombra, para desabastecer mercados.

¡Ojo! Payasear en la silla de una bicicleta es una cosa, pero en la presidencial es otra, aunque las consecuencias puedan ser idénticas.

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