Opinión Nacional

Arroz con mango

Las crisis son así. No les ocurren solo a los demás sino a todos, incluidas almas buenas, almas en pena, transeúntes, analistas políticos, agnósticos, buhoneros y enamorados. También a los políticos aunque tienen buenas respuestas como los economistas y como estos ven el futuro, a veces por el retrovisor. La confusión generalizada solo tiene dos maneras de afrontarse: con la lupa, para ver el microcamino, aunque conduzca a ninguna parte; o los principios, buena guía siempre, pero que en el corto plazo no evita barrancos. Es decir, siempre hay el riesgo de ir por una larga autopista que no tiene salidas laterales y que después de un largo recorrido se llega a un punto que dice «fin de la carretera». ¡Con ese calorón!

¡AY, LA CORRUPCIÓN!

El régimen vocifera la lucha contra la corrupción. Contra la opinión generalizada, considero que algunos rojos se la proponen. Los cubanos han instruido a Maduro en el sentido de que la corrupción personal, el uso de los bienes públicos con fines no revolucionarios, tritura el proceso. Desde luego, los cubanos no incluyen en la corrupción la distracción de fondos públicos para «ayudas» a otros países y tampoco para el sostenimiento de grupos afines en cualquier rincón del planeta. Menos el que los venezolanos carguen a cuestas el financiamiento del desastre de la familia Castro. Nicolás puede llegar a creer sinceramente que la revolución será tragada por la corrupción, si no se la frena; no entiende que es la revolución la que genera la corrupción. Giordani de vez en cuando levanta la lápida del lugar donde se encueva y dice -como si hablara de algo en lo que no tiene nada que ver- que hay quienes se han embolsillado millones de dólares, pero parece no darse cuenta que es su revolución, la suya de él, la causante.

Una vez que un bochinche como este decide que su preservación y desarrollo es el supremo valor, no hay leyes, reglamentos, normas, tradiciones, ni constituciones, que puedan admitirse como valladar a prácticas ilegales y tramposas.

Toda honradez debe ser sacrificada en el tabernáculo bolivariano: «Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada».

A veces en la oposición se actúa como si los del gobierno no supiesen lo que pasa o como si señalándoles sus ilegalidades, fuesen a contenerse. Imposible. Una vez puesto en la pendiente el armatoste soviético, nada puede detenerlo hasta que se estrelle; ni siquiera los que lo conducen. Es un avión a 36 mil pies de altura que no puede estacionarse arriba, al lado de una nube, para revisarle el aceite.

Este bochinche se inició con el Plan Bolívar 2000, que parece -comparado con el festín de millones de dólares de ahora- un juego de niños, con soldados, oficiales y civiles repartiendo plata. Allí dieron sus pasitos las primeras distracciones de fondos, esto para ti, esto para aquél, y el resto se lo queda la casa.

Esa lógica inicial estableció la indistinción entre los recursos del Estado y los de sus administradores; en función del objetivo revolucionario, fue asumida por Chávez. Así se amplió la corrupción a cifras cósmicas. Se formaron mafias de amigos, familiares, relacionados, que hoy constituyen un inextricable entramado.

Nicolás, déjame decírtelo así: aun suponiendo que lo quieras, no puedes combatir la corrupción sin que algunos de los que están en tu cercano entorno político sean afectados; esas mafias se apoderaron del Estado y de una parte sustancial de los negocios privados. No tienes que ir a Suiza a ver las cuentas cifradas, busca en sus guardarropas, mira los relojes en sus muñecas, observa los viajes de los hijos. Sin embargo, no puedes; la revolución se caería y tú con ella. Si no combates la gran corrupción ahora, como bien has dicho, la revolución se acaba y la sociedad te eyecta; pero si la combates, también se acaba, y más rápido porque serán los tuyos los que promoverán tu partida. Ese es tu dilema cívicomilitar.

LA TRAMONTANA, ESE VIENTO HELADO…

Es un viento agitado y sopla por los lados de la oposición. Sigue sin haber estrategia común y posiblemente el proceso conduzca a formas inéditas de dirección. La MUD ha sido una conquista del proceso democrático, buen instrumento para las elecciones -ahora con ciertos ruidos- y limitada en el combate contra el CNE. Sin embargo, no fue diseñada como centro estratégico de dirección política y de masas. ¿Podría serlo? Tal vez; pero no lo es.

Las elecciones están próximas, pero hasta ahora la estrategia unitaria es sólo la electoral. Se comparte la mayoría de las candidaturas, con disonancias importantes. Pero no hay entendimientos todavía en relación con otros temas, como el abordaje de la lucha de calle, la necesidad de la constituyente para promover una nueva elección presidencial y la reordenación de los poderes públicos. Tampoco existen avenencias acerca de los instrumentos que hay que crear ante el control casi total del régimen sobre los medios de comunicación. Ni tampoco en la forma de abordar el asunto del fraude electoral; el del 14 de abril yace inmóvil en medio de la sordina que la propia MUD le ha puesto y el que puede venir ni se menciona.

Lo peor es que varios de los dirigentes que públicamente le dan la bienvenida al debate (por cierto, el que le exigen a Maduro) se enfurecen por las opiniones discordantes; claro, en privado. Este narrador es uno más de los destinatarios de la tirria aludida; su pecado se incrementa cuando escribe desde el exterior. Pero suspira aliviado cuando pergeña ideas a media cuadra del Hospital Vargas, de San Simón a Gracias de Dios, o llegandito a Chuspa.

En este rincón de la palabra se cree que las candidaturas unitarias son fundamentales y que los acuerdos se deben respetar. Han ocurrido casos como el de Antonio Ecarri. Aunque el candidato oficial sea Ismael García, la trayectoria de Ecarri merece respeto y sus puntos de vista deben ser analizados. Lanzarlo al degredo, acusándolo de chavista, no resuelve nada. Ha trabajado en el marco de las fuerzas democráticas en Caracas, por muchos años. Si su acción sirviera para debatir, no sería un pecado mayor, siempre y cuando al final hubiese una candidatura unitaria. No es un método ortodoxo para promover el debate pero debe aprovecharse y resolverse con los criterios de los directamente involucrados, incluido desde luego el del candidato ya seleccionado. No cree este narrador que llegarán dos candidaturas opositoras al 8D en el Municipio Libertador.

No siendo el de Ecarri el único caso y aunque se mantengan los acuerdos electorales, no es exagerado reflexionar sobre estas disidencias y disonancias. Las sociedades no envían siempre sus mensajes por «los canales regulares»; las crisis son medios de expresión de los excluidos y marginados de las corrientes oficiales. Hay que aprovecharlas sin que a nadie le dé un vahído.

Al final, hoy nada parece sólido o estable, salvo la vorágine.

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