¿Qué hacer ante el fraude?
En mi artículo anterior mencioné las condiciones en las cuales se estaba desarrollando el proceso de elección de gobernadores, “plagado de dificultades y trampas”. Pues bien, culminado este proceso electoral, la mayoría de los venezolanos y un importante porcentaje de gobiernos e instituciones democráticas de la comunidad internacional rechazan con firmeza y propiedad sus resultados. El abuso de poder y el ventajismo oficial fue de tal magnitud que será imposible para Nicolás Maduro lograr el objetivo que se propuso de legitimar su gobierno y la espuria Asamblea Nacional Constituyente Comunal, aduciendo que Venezuela es una sociedad democrática en donde se realizan elecciones imparciales y equitativas. Sus esfuerzos ya han dado sus frutos: nadie le cree. El hambre, la escasez, la pobreza, la muerte, la corrupción y la diáspora seguirán agravando la tragedia venezolana. El sesgo ideológico y la incapacidad del régimen madurista impedirán resolver la creciente crisis económica. Nicolás Maduro tendrá que escoger, como lo ha venido haciendo, entre pagar la deuda, con el reducido ingreso petrolero, o someter a nuestro pueblo a uno de esos trágicos “períodos especiales” a los cuales nos tienen acostumbrados históricamente los regímenes comunistas, en los cuales los pueblos se mueren de hambre y se compromete el destino de las futuras generaciones, mientras la nomenclatura dictatorial vive en el disfrute del poder. Recuerden a Cuba, en 1992, después de la Caída del Muro de Berlín y del fin del subsidio soviético.
La crisis nacional es de tal magnitud que pareciera imposible encontrarle una solución. Soy de los que creen que todavía existe un muy pequeño espacio de maniobra. Lamentablemente, se han perdido extraordinarias oportunidades para emprender una negociación seria y justa entre gobierno y oposición. La responsabilidad del fracaso de esos intentos recae, sin lugar a dudas, en Nicolás Maduro y su gobierno. El sector opositor, a expensas de un significativo costo político, lo ha intentado, obteniendo como respuesta el engaño y la manipulación. Ahora, en lugar de aprovechar la oportunidad de este pírrico “triunfo” para darle una oportunidad a esa necesaria negociación, irrespeta el resultado electoral en el estado Bolívar y abre una nueva crisis política al querer obligar a los gobernadores electos de la oposición a reconocer la írrita Asamblea Nacional Constituyente Comunal. Ojalá, Nicolás Maduro reflexione: sin resolver la creciente crisis política, su gobierno no tiene destino. Las sanciones políticas y económicas debilitarán aun más su precaria estabilidad, creándose condiciones objetivas para un desenlace insurreccional.
Este delicado momento político es muy apropiado para que el gobierno nacional atenúe las graves tensiones políticas existentes con una apertura en el campo electoral, que, mediante un entendimiento con la oposición democrática, permita la escogencia de un nuevo e idóneo CNE, de acuerdo a lo pautado en la Constitución Nacional, que garantice el cabal cumplimiento de las normas vigentes y una observación internacional imparcial e independiente, para que se pueda convocar a las elecciones pendientes de asambleas legislativos regionales, alcaldes y concejos municipales. Además, sería necesario reconocer la legitimidad de la Asamblea Nacional. Solo así se podría propiciar la tan deseada negociación que nos conduzca por el camino de solución a nuestros acuciantes problemas. No cabe duda, que esa conducta le permitiría al gobierno obtener un aceptable grado de credibilidad internacional y solicitar a la Asamblea Nacional su respaldo para poder solicitar algunos créditos internacionales que nos permitan avanzar en la solución del caos general que enfrenta Venezuela.
Claro está que esta alternativa de solución de la crisis nacional sólo ocurriría si Nicolás Maduro tuviera el coraje y la independencia de criterio necesario para tomar una decisión de esa importancia, sin tomar en cuenta las presiones de los sectores radicales del PSUV. En cambio, si el régimen madurista mantiene su arbitraria y soberbia actitud, y trata de imponer fraudulentamente, como lo ha hecho hasta este momento, los resultados electorales en los comicios pendientes, entonces, la oposición democrática deberá establecer una línea política a ser discutida y aprobada amplia y solidariamente por todas las organizaciones que la conforman para lograr su aprobación mediante un amplio consenso. Sin lugar a dudas, de esa discusión surgirán dos posiciones: participar en las próximas elecciones, obviando las inaceptables condiciones electorales existentes, pero convenciendo a los venezolanos para que asistan a votar masivamente; o por el contrario, de manera definitiva plantear no participar en dichos comicios, incluyendo la elección presidencial, con la consecuente denuncia y apoyo nacional e internacional para el desconocimiento de los resultados. No sé, en este momento, cual debe ser el camino a tomar. Las condiciones políticas lo dirán a su tiempo…
De lo que si estoy seguro es que la oposición democrática no puede aceptar se imponga en nuestro país una hegemonía comunista a lo cubano. Nuestra idiosincrasia no lo aceptaría. Por esa razón se requiere un apoyo muy firme y unánime de todos los sectores democráticos a la línea política que adopten los partidos de la Mesa de la Unidad después de una amplia discusión y un detenido análisis. La experiencia indica que no es conveniente mantener un grupo dentro de la MUD que no sea consecuente y solidario con la línea política establecida. Ha sido, quizás, la causa fundamental de los errores cometidos por la oposición democrática durante estos dieciocho años de lucha contra la dictadura chavista-madurista. En las elecciones para gobernadores fue un absurdo mantener, después de tomada la decisión política de asistir a votar, a un sector abstencionista dentro de la propia Mesa de la Unidad que públicamente se oponía a la línea aprobada por la mayoría de sus miembros. Es momento para corregir errores a fin de poder iniciar de inmediato la ofensiva. El terror, que trata de imponer Nicolás Maduro, no doblegará el espíritu libertario de los venezolanos. Optimismo y fe en el triunfo. No, a la írrita Asamblea Nacional Constituyente Comunal. Adelante. La lucha continúa…