Hotel La Casona: Joya arquitectónica que sobrevive en medio del caos tequeño
Llegaban a bordo de los vagones del Antiguo Ferrocarril de Venezuela. Desde la estación, ubicada a pocos metros, los huésped caminaban por las inmediaciones del Parque Los Coquitos arrastrando sus maletas, enfundados en pesados abrigos para cubrirse del frío, hasta llegar a la puerta del famoso Hotel La Casona.
Para entonces la capital mirandina era polo turístico de cientos, miles de venezolanos que procedentes de ciudades como Caracas, La Victoria, Maracay e incluso Valencia, atravesaban valles y montañas a bordo del tren para pasar el fin de semana en la ciudad del clima ideal.
“No había forma de conseguir habitación los fines de semana, estaba siempre copado de turistas”, recuerda Laura Vargas, quien a sus 96 años recuerda con claridad lo que a su juicio era una de las joyas arquitectónicas de la ciudad.
No hay una fecha exacta de su construcción. Aquilina Brbrneba con 50 años de labor, es quien se encarga en la actualidad del mantenimiento de La Casona, la cual mantiene como una tacita de plata.
Estima, por las historias que le ha escuchado a amigos y conocidos, que fue construido entre 1830 y 1840. La época gloriosa del espléndido edificio colonial, enclavado en pleno centro de Los Teques, fue con el paso del ferrocarril.
Llena de arrugas que identifican mucha sabiduría, Aquilina, nativa de El Jarillo con muchos años viviendo en Los Teques, precisó que personas adineradas se hospedaban en el que era considerado el hotel más lujoso en toda Miranda.
Mujeres con largos trajes de la época acompañadas por sus esposos quienes lucían ropa formal, alardeaban de todas las riquezas y compartían con personas del mismo entorno social.
Sin duda alguna el Tren de El Encanto que recorría varias ciudades de la naciente Venezuela petrolera, le dio un esplendor excepcional a Los Teques, el cual fue reflejado en las nueve habitaciones del lugar.
Aún en la actualidad el Hotel La Casona, decretado Patrimonio Nacional del Estado, guarda entre los amplios muros amarillos y con una importante arquitectura muchos vestigios de la historia local.
En sus pisos de azulejos amarillos, azul y tal vez rojo que ha limpiado por 50 años Aquilina Brbrneba hay huellas de un pasado glorioso. Recuerda de manera muy vivida que fue contratada hace cinco décadas por los antiguos encargados, los esposos de origen portugués Lola Dapena Navoa y Arturo Dapena Navoa, ambos ya fallecidos.
Tras medio siglo el glamoroso lugar ha ido perdiendo brillo. Aquilina, quien vive en el sitio, lo convirtió en su hogar y hoy en día se sigue levantando todos los días a las 5:00 de la mañana para limpiar las habitaciones, arreglar las camas y las áreas comunes, además se encarga de lavar.
Anhela las celebraciones navideñas y de fin de año, las cuales quedaron en el pasado por los costos y escasez de comida, en la actualidad no tienen el servicio del restaurante, solo expenden bebidas alcohólicas.
Cierra los ojos e imagina los años gloriosos, sueña con volver a ver las habitaciones repletas, niños jugando en los largos pasillos mientras sus padres observan desde los enormes ventanales el verde intenso del parque Los Coquitos, ubicado justo en frente.
Cobijas gruesas, lámparas altas e incluso calefacción ofrecían para resguardarse de las bajas temperaturas al llegar la noche.
En los últimos años fue pintado de amarillo y mantiene cierto encanto, siendo a la fecha uno de los hospedajes más económicos de la ciudad, en la cual los clientes son atendidos con amabilidad, además tiene una excelente ubicación para conocer Los Teques, en medio del bullicio actual.
Pesé a las historia, Aquilina resaltó que no se escuchan voces y tampoco aparece ningún fantasma, apuntó que es un lugar cargado de mucha tradición y rastros de un pasado glorioso.