Opinión Nacional

El castrochavismo en la fase del caos y la desintegración

No hay certezas en la Venezuela de los días finales del castrochavismo, y su epígono, el madurismo, salvo que el modelo entra en una fase de caos y desintegración y que las últimas encuestas revelan que el líder opositor, Henrique Capriles, le ganaría a Maduro con 6 puntos en unas elecciones presidenciales si se realizaran hoy.

Presagios que podrían bypasearse si no hubiera unas elecciones para Alcaldes y Concejales el próximo 8 de diciembre, y otras a convocarse en algún momento del 2014 para la renovación de diputados a la Asamblea Nacional y que van a sonar como dobles de campana para el duelo que, sin duda, seguirá a la derrota del sucesor de Chávez en el “Referendo Revocatorio” del 2016.

Quiere decir, que la salida del poder de Maduro pasa todavía por la toma de dos posiciones que, aunque imposibles de defender por sus actuales ocupantes, no tendrían porque significarle su desalojo de Miraflores, si bien, no hay dudas, que la pérdida de una y otra, ya lo constituirían, mucho antes de que se celebre el “Referendo Revocatorio”, en un presidente nominal.

Extrema fragilidad en la cual incidirían, sobre todo, las dos auditorías antimaduro que reportarían las elecciones para nuevos alcaldes, concejales y diputados, pero, igualmente, la sobrevivencia de un gobierno que, sin un líder fuerte y desgastado por la crisis nacional, prácticamente continuaría sin saber que hacer con el país y con si mismo.

A este respecto, pienso que se quedó corto el economista, Emeterio Gómez, cuando le declaraba el jueves a una colega de “El Diario de Caracas”, que el problema para el gobierno de Maduro, “era que después de Chávez se había quedado sin política”, siendo que, en realidad, con lo que se quedó fue “sin modelo”, pues resultando el “Socialismo del Siglo XXI” y su autor, Hugo Chávez, los culpables de la catástrofe en que hoy se hunde Venezuela, se necesita ser “caradura” y “suicida” para continuar hablando de semejante esperpento.

Tenemos, entonces, un presidente, y unos burócratas que, en el sentido más estricto, no saben que hacer con sus vidas, ni con el país y, literalmente, concentrados en la caza de alguna iluminación que les diga a donde dirigirse.

Que no será, por cierto, otro pajarito, tan asustados como están los pobres de que algún cazador o cazadora, alucinados por el desabastecimiento, lo baje de su rama

Desesperación que se agrava porque el país que podría, en tan dramática coyuntura, suministrarle una suerte de alivio al postchavismo, la república de Cuba, “marcha”, como recientemente le declarara el escritor, Américo Martín, a un portal capitalino “por caminos políticamente diferentes a Venezuela”, ya que, mientras la isla caribeña inicia reformas que la acercan al capitalismo, “Maduro y Compañía” parecieran insistir en una revolución de difícil comprensión y realización, porque no marcha en ningún sentido.

En otras palabras, que si habría que arrimarse a alguna lumbre, sería a la que viene por el lado del llamado “Modelo Chino”, que todos conocemos no guarda ya ninguna identidad con la China de Mao y la Revolución Cultural, pues una y otra fueron barridos con más furia y de una manera mas radical que como pretendió hacerlo el primer emperador, Ching Chi Huang Ti con la filosofía de Confucio.

Se trata de un híbrido donde una dictadura militar y de partido único, y totalitaria en lo político y lo ideológico, se marida con un sistema económico de capitalismo salvaje, donde empresas transnacionales del más diverso origen son invitadas a invertir con la garantía de que no tendrán la presión de sindicatos que no existen, ni se permitirán, y de que pondrán repatriar sus capitales y dividendos en cuanto y donde lo deseen.

En otros palabras: que el retorno al capitalismo semiesclavo del siglo XIX, que hizo “prosperar” los países industrializados de Europa y a los Estados Unidos, que solo retrocedieron en su brutal explotación de la clase obrera, cuando el liberalismo alentó la creación de los sindicatos y los partidos políticos, que dieron piso al surgimiento del llamado capitalismo democrático.

De modo que, China solo espera por un fortalecimiento de su clase obrera y sus clases medias en lo económico y político, para que ceda y se quiebre la dictadura totalitaria y se convierta en la primera democracia del mundo en lo que se refiere a números de habitantes.

La gran pregunta es: En el años de la parálisis, del atasco y del despiste ¿será el “Modelo Chino” la tienda donde se refugien “Maduro y Compañía” a la hora de sobrevivir unos años y decir que lo hacen arropándose en el “Pensamiento Mao Tse Tung y del Comandante Chávez? ¿Cuántos ingenuos más quedarán en Venezuela y en el mundo para comprar semejante estafa y no darse cuenta de que se nos quiere imponer el capitalismo salvaje en lo económico, con una dictadura de partido y pensamiento único en lo político?

Creo que dependerá de cómo se encuentren en los días de tales decisiones los precios del petróleo, que con una buena redistribución de los ingresos entre los clientes de este y otros continentes que le fueron tan útiles al presidente Chávez, volverán otra vez a jugar un papel de primer orden en la permanencia de la “revolución chavista”, transformada ahora en “madurista”.

Otro tanto habría que hacerse con el desmadre de la fachada revolucionaria a nivel nacional, agujereada en toda su superficie, prácticamente devenida en un boquete o túnel por donde se está trasvasando a Henrique Capriles y a la oposición el respaldo que de manera tan notable le dio oxígeno al que pareció un movimiento político con vocación veinteañera, pero definitivamente destruido por una embriaguez mesiánica que no permitió guiar, orientar, ni contener a su creador y destructor.

De todas maneras, la adopción del “Modelo Chino” en Venezuela no se haría sin atravesar una ruta muy compleja, como puede ser llamar a los chinos, en una primera fase, para que en muchas formas opere como simulador imperialista que financie a un costo razonable la recuperación del país de la debacle chavista, y después, para que encabece una toma del capital internacional más agresivo de las riquezas nacionales, a cambio de pagarle a “Maduro y Compañía” un royalty.

Ya se sabe que funcionarios venezolanos del nivel del presidente de PDVSA, y ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, el vicepresidente de la República, Jorge Arreaza y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, realizaron recientemente viajes a China, de un lado, para pedirle un nuevo préstamo por 5.000 millones de dólares (que elevaría nuestra deuda con el gigante asiático a 30.000 millones de dólares), y del otro, para interesarla en invertir en las empresas de Guayana y Corpoelec.

También se habla de una participación en PDVSA, y siempre a cambio de crudo por dólares, que convertiría a los chinos en los primeros clientes de las exportaciones petroleras venezolanas.

Nada distinto, en fin, con el sistema que imperó en Venezuela durante los tiempos de la dictadura del general, Juan Vicente Gómez y las llamadas “Siete Hermanas” de la época más feroz de la explotación petrolera, en la Bolivia de la “Era de los Barones del Estaño”, y en Cuba en los tiempos del imperio soviético.

Solo que en los tiempos del “Modelo Chino” la república quizá cambie de denominación y pase a llamarse “República Bolivariana Socialista de Venezuela” y que a los trabajadores se les tratará de convencer de que no se inscriban ni toleren a los sindicatos porque ellos mismos son los dueños de su propia explotación

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