¿Cómo organizar la constituyente-calle?
La cuestión no tiene precedentes en este expaís. Porque a lo largo de 203 años de ficción de independencia y república, aquí no ha habido intento alguno por organizar la fuerza-movimiento del colectivo, con miras a lograr un nivel de conciencia que le permita avanzar hacia la toma del poder.
Al pueblo-colectivo sólo se le ha utilizado para ponerlo al servicio de intereses ajenos y al margen de la posibilidad de convertirse en actor de su propia historia.
Y ante este cuadro, regido por el padecimiento y la frustración, levantamos la proposición de una Constituyente Originaria (CO) como una manera de impulsar una nueva realidad que vaya más allá de acabar con el gobierno. Lo esencial es conformar una organización social e institucional que sea el fundamento de un nuevo Estado y una verdadera democracia.
Pero ante esta proposición surgen voces de alarma: ¿Otra constituyente para que nos pase lo mismo que cuando Chávez y Maduro se afiance y fortalezca definitivamente?
Hay quien elabora más y señala: ¿Cómo negar que aquí las constituyentes sólo han servido para legalizar usurpaciones provenientes de golpes de Estado y crear constituciones a la medida de las apetencias del nuevo caudillo?
Este es el caso de la impulsada, celebrada y aprovechada por el golpista-presidente en 1999 cuando se apropia del conjunto institucional y lo pone a su servicio y de una causa internacional supuestamente socialista que tendrá como actor principal al régimen cubano. Se lleva a Venezuela así a la condición de un expaís que ahora forma parte de Venecuba, integración de dos supuestas revoluciones.
En esto juegan papel destacado unas oposiciones agotadas que se limitan a la convalidación negociada y productiva. A esta hora son suficientes e irrefutables las manifestaciones de la conchupancia entre las fuerzas de una supuesta polarización.
Esto quiere decir que por la vía electoral estas dos minorías, que viven a expensas de la renta petrolera, seguirán el trazo de sus acuerdos-pactos-negociaciones.
Pero la verdadera mayoría no puede seguir jugando el mismo papel que le impuso el Congreso Constituyente de 1811 o la Constituyente de 1830. Entonces se creó y ratificó el mismo Estado de hoy para que cuidara y beneficiara las minorías privilegiadas.
En 1830 los esclavos siguieron siendo esclavos. Y en los actos constituyentes posteriores, por encima de lo declarativo, se resguardan y mantienen las más penosas desigualdades en medio del disfraz de la trampa-engaño electoral que se une a la manipulación de la compra-venta de conciencias.
Imposible admitir, en consecuencia, que de actos regidos por el fraude pueda surgir nada que se pueda considerar como democracia. Ésta no existió en el pasado ni existe en el presente republicano «democrático o socialista».
La pregunta entonces es esta: ¿Cómo trascender esta triste y lamentable realidad? ¿Seguiremos en la práctica del electoralismo para darle continuación a las dictaduras disfrazadas de democracias o de socialismo democrático?
Mientras no se rompa con la burla electoral, nuestra política seguirá anclada en las más nefastas situaciones del pasado. Y hoy, frente a un cuadro tan desolador, las mayorías tienen que hacer acto de presencia y acción para imponer una nueva política.
Y advertimos claramente: la constituyente sólo tendrá sentido y validez si se acoge a la condición de originaria. Es decir, la que no tiene como propósito el cambio de un gobierno y su respectiva constitución, sino la construcción de un nuevo Estado con la correspondiente organización e instituciones democráticas.
Una realidad dispuesta para hacer del pueblo-colectivo el actor histórico fundamental. Y esto, insistimos, es lo que no se ha hecho en el curso de esta historia.
¿Y cómo lograrlo? Esto requiere disposición y toma de conciencia del pueblo-colectivo. Cortar con el ciclo de sometimiento de que ha sido objeto por parte de los altos intereses económicos, políticos-partidistas y mediáticos.
Necesario tomar la comprensión de la realidad como punto de partida para organizar el colectivo para que emprenda su transformación. Y no a través del gastado esquema cupular-partidista, sino con el movimiento que nace de su propio seno.
Es a esto a lo que denominamos Movimiento de Movimientos. Grupos que estudian la situación nacional, su proceso de formación-desarrollo y su proyección en la hora actual, que intercambian con otros movimientos, en función de proponer temas para el debate y acciones concretas para avanzar en la lucha contra lo establecido.
Cada miembro de un movimiento está obligado a proyectarse con miras a multiplicar los grupos-movimientos. De un movimiento de 20 miembros deben surgir otros 20 grupos. En cada movimiento aparecerán los respectivos liderazgos horizontales. Serán centenares o miles. La propia confrontación al caudillismo.
De esta organización del colectivo hablamos a la hora del inicio de la constituyente del 99 para ver la disposición a imponer cambios. Luego nuestra Cátedra «Pío Tamayo» recoge su experiencia sobre el trabajo y necesidad del colectivo, en el proyecto Movimiento de Movimientos, bajo la coordinación del profesor Manuel Rodríguez Mena.
Y así, en un momento determinado la lucha-constituyente pacífica de calle estará convocada, respaldada y ejecutada por miles de actores que actúan en forma de una red de movimientos que mantienen su autonomía en medio de una diversidad de pensamiento pero con un propósito común: hacer una nueva historia.
Visto de esta manera, la Constituyente Originaria se promoverá y ejecutará desde la calle. Sin firmas ni CNE. La fuerza social-pueblo-colectivo será el arma impulsora de otros tiempos. No irá por lo circunstancial sino por lo trascendente. Sus resultados no serán para «ya» pero sí para otra historia.
Del ciudadano, que no de la simple individualidad, depende lo que se logre para la construcción de un mañana diferente. En la CPT se debatirá sobre esta materia el 23-09. ¡Qué historia amigos!
Twitter: @blancomunoz