Cultura

Luis Felipe Ramón y Rivera: Rostros de la Venezuela Olvidada

Para Luis Felipe Ramón y Rivera (1913-1993), autor de la perdurable canción «Brisas del Torbes», para él la fotografía documental no era una razón de ser, sino un apoyo para sus intereses investigativos, en los que predominaba lo musical. Esta mirada lejana le permitió estructurar sus fotografías temáticamente, como lo manifiesta la búsqueda de la variedad de diseños de un atuendo típico, el liqui-liqui, en diversos contextos geográficos. El traje típico era un signo dador de respeto y de identidad regional, que puede verse en la imagen de un humilde artesano, como la del Tejedor de Esteras, 1954, en Táchira. El rostro serio del personaje en su taller, con barba y bigotes encanecidos, observa al fotógrafo. Vestido con una franelilla y encima de ella un saco manchado por el arduo trabajo, lleva pantalones con parches cocidos, alpargatas y un amplio sombrero que muestran las huellas del sudor en la base de la copa; en este personaje anónimo destaca la fuerza de las manos, como resultado de un duro trabajo manual. La delgadez domina su fisonomía. A su alrededor se perciben objetos dispersos de las actividades que desarrolla, pues en este taller se hacen múltiples labores, evidencia de esto es cómo detrás del telar horizontal se encuentran las pailas y hornos para hacer papelón. El artesano detuvo su labor para posar ante el investigador junto a un sólido telar con una tensa urdimbre de cinco mecatillos, entre los cuales trama manualmente las fibras con las que hace la estera, materia prima que se encuentra desordenada por el suelo.

Esta imagen eterniza un instante de reposo obligado, en el diario ajetreo de la vida de un hacedor y campesino, en una sociedad que para sobrevivir debe realizar diversas labores, tanto agrícolas como creativas. En otras fotos de artesanos, esta vez tachirenses, tomadas por este músico e investigador, se establecen diferencias, pues en la de un artesano, del Táchira, en 1953, logró captar el proceso creativo de un avío de fibra vegetal realizado entre la maleza. Se observa el rostro concentrado del hacedor mientras realiza el esfuerzo de apretar y anudar, sentado sobre piedras. En otra imagen de la misma serie, el artesano, rodeado de latas, amarra una botella con hojas, las manos en acción dominan la composición., ¿Qué lleva a este hacedor rodeado de maleza y latas de alimentos a fijar su atención sobre la cubierta que realiza para la botella? Podría ser alguien que trabaja mientras cuida un sembradío. En este mismo recorrido por esta zona del país, otra fotografía nos muestra a orillas de la carretera a un artesano también en pleno proceso creativo de labrar semillas de coco. El personaje anónimo está absorto por su acción, mientras con un pequeño cuchillo realiza los diseños tradicionales de esta artesanía típica de la región. A un borde de la imagen se encuentra un coco labrado y terminado, con la base añadida. El centro visual de ésta, es un rostro con lentes, con un sombrero tejido de fibra.

De este recorrido por el Táchira en la década de los cincuenta, el músico logró captar la bella imagen de la familia de una alfarera; en este cuadro familiar el personaje principal muestra su rostro ladeado en actitud creativa frente al torno donde elabora una jarra, mientras su cuerpo reposa sobre la pared de barro de su hogar. La foto habla de una cultura material dominada por la arcilla. A partir de ese continuo contacto con el oficio sus hijos serán podrán heredar de esta sabiduría nacida de los hacedores de barro. La composición rompe con los encuadres tradicionales, pues se está ante una escena espontánea, donde el fotógrafo no pudo determinar las posturas, gestos y actitudes de los fotografiados. Se percibe más bien la búsqueda de un ángulo lo más abierto posible. Lo cual no ocurre con la fotografía del músico Delfino Sánchez (1955) quien, cuatro en mano, toca frente a un micrófono, vestido de liqui-liqui, con un rostro curtido por el tiempo, y con unos anteojos rotos reparados artesanalmente y dominan visualmente el rostro.

En nuevo viaje de campo, Ramón y Rivera logró fotografiar y grabar a otro grupo musical de Guanare, Edo. Portuguesa, en 1953, integrado por un grupo familiar, en el cual uno sostiene el cuatro mientras lo toca. La figura central está posante, sentada, vestida con camisa, el borde del pantalón enrollado dentro de las botas y una escopeta entre las piernas, con el avío colgando en uno de sus hombros, aparece rodeado de un ambiente familiar en actitud festiva.

De esta serie de miradas destaca la titulada Agricultor, Táchira, 1962, en la que un solitario agricultor descansa de su diario trajinar, rodeado de plantas de agave, bastón en mano, con botas de plástico y lo que podría ser una cantimplora de tapara sujeta a la cintura. El enfoque es de abajo hacia arriba, lo que logra acentuar la presencia del personaje que deambula sobre un camino de tierra rodeado de vegetación y colinas, vestido con un liqui-liqui abierto, desahogado, con los pantalones casi bombachos, cuyos bordes inferiores están dentro de las botas de plástico: es un agricultor que regresa de su jornada. Su rostro parece estar medio escondido entre las alas de un sombrero de fieltro, y deja ver un cierto aire patriarcal que acentúa su adusto semblante. Todos estos aspectos, por otra parte, contrastan con la espontaneidad de Don Bartolomé Moreno, 1958, Edo. Táchira, vestido con liqui-liqui oscuro y alpargatas, parado con brazos entrecruzados sobre el pecho, tomando en una de sus manos su sombrero. La imagen devela su sonriente rostro.

Encontramos otro personaje de esta serie enfocado desde abajo hacia arriba, con un traje similar y parado sobre una piedra. Este tipo de composición destaca el rasgo monumental del personaje, apoya sus manos en la cintura, pantalones recogidos, calza alpargatas, y viste un liqui-liqui abierto con camisa de corte. A su espalda se observa una casa de tapia, con techo de tejas, ventanas pequeñas y el símbolo de la cruz incrustado en la pared exterior. Estamos ante un campesino que devela sus creencias religiosas.

Todos estos personajes son de contextura delgada. En estas imágenes, en las que se privilegia el retrato individual, se descontextualizan los personajes de su ambiente familiar, laboral y cotidiano. Todo ese sentido se rompe con la foto de un arriero caminando en Pregonero, Edo. Táchira, en 1954, y a partir de la cual se adentra en la dimensión de los espacios públicos y los familiares. Es posible, a través de estas imágenes, reconstruir diversos fragmentos de la vida cotidiana en que se enmarca el deambular de este personaje. En la esquina por donde pasa el arriero, machete al cinto, se ubica una pulpería cuyos clientes se encuentran en la puerta atentos a lo que ocurre en la calle. Los medios de transporte de la época están presentes, la mula, la bicicleta –arrimada a una acera–, pero ante todo, el caminar de los pobladores por las calles, por el centro de la calle, definen a una Venezuela rural de mediados de siglo. El arriero mira despreocupadamente las escenas de vida que lo rodean. A su espalda un hombre vestido citadinamente, con sombrero, pantalón y saco, camina con las manos entre los bolsillos, varios grupos familiares miran lo ocurrido desde la acera recreándose con lo que ocurre a su alrededor. Se hacen presentes, así, en esta foto, varios mundos entrecruzados: el rural, el urbano, el familiar y el cotidiano.

La mirada de una calle de Curiepe, en 1955, reconstruye otro espacio público, donde las poblaciones rurales suelen dejar transcurrir la mayor parte del tiempo. Se encuadra a un vendedor posando en liqui-liqui, en una calle de tierra, rodeada de casas de bahareque, techos de zinc a dos y un agua, que comparten espacio con las casas tradicionales de techos de palma. En la pared de una de ellas cuelga un tendero del cual ‘guindan’ en ganchos los vestidos y liqui-liquis que se venden. A través de este elemento nos acercamos al tipo de intercambio comercial y de relaciones sociales que se daban en estos poblados. Detrás del vendedor ubicado en el centro de la calle, un observador ve las mercancías. En los extremos de la calle está la acera de cemento, junto a un tronco de madera que lleva el cableado eléctrico. Puede evidenciarse un dramático contraste con el suelo de tierra. Estos elementos descriptivos que se repiten en muchos poblados, materializan los diversos grados de desarrollo en una misma sociedad. Son huellas patentes de las profundas contradicciones de un desigual desarrollo económico-social, que aún persiste y que paradójicamente se profundiza a lo largo y ancho del país, creado incluso nuevas clases sociaes como la boliburgesía.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba