Opinión Nacional

Reflexiones

Mucho se habla, mucho se escribe sobre la problemática de la niñez, de la juventud en estado de miseria, miseria crítica, niños y jóvenes en la calle, de la calle, en estado de abandono. Generalmente lo que se dice es superficial y desde una óptica académica y muy posiblemente sin haber tenido contacto directo o prolongado con uno de estos niños o jóvenes, sin saber lo que realmente piensan o sienten; desconocen sus carencias físicas y espirituales, sus tristezas y esperanzas. A lo largo de los últimos años he tenido el privilegio de poder relacionarme con niños y jóvenes abandonados, huérfanos, de convivir con algunos de ellos en Mérida o con los «gamines» que viven en las alcantarillas de Santafé de Bogotá, con los niños de Catia y de Petare que tratan de salir adelante positivamente, a pesar de no tener documentos, ni comida, ni apoyo alguno del padre y muchas veces tampoco de la madre.

¿Qué tienen ellos en común? Hambre, hambre de Amor, hambre de aprender, hambre física, pues a un niño que no ha comido no se le puede enseñar a escribir, no se le puede hablar de Bolívar, de la Patria ni de Dios. Estos niños son nuestros niños y niñas que deambulan sin rumbo, sin Amor, sin comida, por toda la geografía de un país que ha gastado, despilfarrado, sumas groseras de miles de millones de dólares y que no se ha podido percatar de que el recurso más preciado de todos los que se encuentran es el humano. Ese recurso son los millones de niños y jóvenes que podrían hacer de éste un gran país o llevarlo a sumergirse cada vez más en la pobreza física, moral y espiritual.

Podría mencionar cifras, estadísticas, estudios que se han hecho sobre la materia pero que jamás podrán entenderse sin la vivencia de estar frente a un cuerpecito flaco, golpeado, sucio, con una cara triste, de uno de esos hermanos y olvidados hijos de Dios, quien posiblemente tengamos físicamente cerca pero muy lejos de los corazones insensibles que incluso dicen preocuparse por ellos.

Quiero referirme a las causas de esta terrible situación. Fundamentalmente la causa es el DESAMOR de muchos, la INDIFERENCIA, la IGNORANCIA y por lo tanto, la falta de conciencia de casi todos los que hacen estudios, critican, señalan los problemas, escriben sobre las políticas a seguir, de quienes ocasionalmente regalan un juguete o de los que voltean la cara cuando pasan junto a uno de estos niños de Dios, a los que nunca posiblemente han acariciado, escuchado y menos Amado con genuino Amor Cristiano.

Creo que ya es hora de dejar de ser indiferentes, críticos pasivos y cómplices activos de la más grave, terrible e importante situación que se nos presenta en el aquí y ahora que es el problema humano, el presente y el futuro próximo plasmado en esos 7 millones de niños y jóvenes que viven en miseria, que no tienen que comer o que se alimentan con grandes deficiencias; si estudian es en uno de los peores sistemas educativos del mundo en el que desertan más de 400.000 niños de primaria anualmente y se cuentan entre los cientos de miles o millones de niños y jóvenes que se destruyen irremediable e irreversiblemente abusando de las pegas tóxicas para escapar del hambre, del frío, del desamor, de la dantesca realidad que los rodea y que nosotros hemos creado producto de nuestra ignorancia e indiferencia.

¿Qué hacer? Propongo que nos centremos en algunos aspectos prioritarios como la alimentación, la educación para la vida desde la escuela primaria, en ponerle freno a las drogas y muy particularmente a las pegas tóxicas que son la droga más barata, la que peores daños causa al mayor número de nuestros niños y jóvenes (cerca del 75% de los niños que se inician en la droga, lo hacen a través de las pegas tóxicas; son peor que la cocaína, la heroína, la mariguana, pues el daño que producen es irreversible. Sugiero orientar a las comunidades, a las familias, a las madres, para que puedan ser factores de orientación y bienestar para esos niños nuestros, niños de dios. Desarrollar campañas mediante las cuales cualquier familia, por ejemplo de clase media, o cualquier persona que lo desee, adopte simbólicamente a un niño para brindarle los elementos indispensables para que salga adelante positivamente y crear con el un vínculo de Amor.

Dejemos atrás la indiferencia, aprovechemos estos momentos de cambio, de renovación en que vivimos. Dejemos de ser cómplices de este drama y creemos conciencia para que junto con nuestros niños construyamos un mundo mejor en una Nueva Era, con un Nuevo Hombre, un mundo de Amor y fraternidad para gloria de Bolívar, de Dios y de nosotros. Lo lograremos si ponemos todo nuestro Amor en Acción.

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