Opinión Nacional

Estado Nación, Globalización y Revolución Informática.

Conferencia dictada el 15 de enero de 1999 en el Ateneo de Caracas con motivo de los 10 años de la muerte del profesor Juan Carlos Puig.

Introducción

En este seminario dedicado a la memoria de ese gran jurista que fue el Profesor Juan Carlos Puig y en el cual me han antecedido en el uso de la palabra ilustres profesores y expertos en la teoría y la práctica del derecho internacional, me encuentro en la situación paradójica de tener que exponer un tema como lo es el de la relación del Estado-nación con los fenómenos actuales de la globalización y de la revolución informática.

Mi interés en estudiar el impacto que la globalización y la revolución informática puedan tener sobre el futuro del Estado-nacion no es de naturaleza académica ya que hace algunos años que dejé de enseñar, sino por mi propia trayectoria personal en la que me ha llevado a estar estrechamente relacionado con cada uno de estos fenómenos, en primer lugar por haber sido durante años un negociador para el estado venezolano, luego por haber estado vinculado durante largos años con empresas multinacionales y porque más recientemente, hace tres años, participo en la llamada revolución informática a través de la elaboración y difusión de la primera revista electrónica venezolana en Internet, Venezuela Analítica, dedicada al análisis de las circunstancias en las que se desarrolla nuestro país en distintas áreas, dando por supuesto -razones de oficio- un gran peso a la política internacional y a las relaciones de Venezuela con el resto del mundo.

Para concluir esta introducción quiero agradecer al amigo y colega Kaldone Nweihed el haberme invitado a participar en este evento y haberme gentilmente obligado a retomar los libros y tratar de exponer a Uds., en una mezcla de visión empírica y pragmática lo que estimo que son los grandes rasgos de esta situación compleja en la que estamos viviendo y que nos impactará de igual manera como lo hizo en su época la combinación de los fenómenos económico-sociales de la revolución francesa y de la revolución industrial, así como también lo tuvo a nivel de la humanidad el desarrollo del lenguaje, de la escritura y de la imprenta.

Trataré en la medida de lo posible y en función del tiempo disponible de analizar y evaluar el efecto de varios de estos fenómenos concomitantes sobre esa institución fundamental de la sociedad internacional y por lo tanto del derecho internacional que es el llamado Estado Nación.

Evolución histórica del Estado-nación

El Estado-Nación es un producto histórico del siglo XIX que surge como una respuesta a las necesidades de un capitalismo emergente, producto de las modificaciones económicas y sociales causadas por la revolución industrial en Inglaterra y por los cambios políticos generados por la Revolución Francesa.

El derecho internacional, por su parte, se apoya en la existencia de los estados como fundamento esencial del ordenamiento jurídico que estudia y reglamenta, sin que entremos, en esta ocasión a considerar la tesis de que pueda existir un ordenamiento jurídico natural anterior y superior al producido por los estados. Lo que nos interesa resaltar es el hecho de que gran parte del derecho internacional vigente es un derecho producido por los estados, ya sea a través de la costumbre o de los tratados. Y que para el derecho internacional vigente el estado sigue siendo el sujeto por excelencia, constituido por la existencia simultanea de un territorio, de una población y de un gobierno.

La realidad del estado nación como la organización política y social fundamental del siglo XX es un hecho tan evidente que hemos llegado a considerarlo como una consecuencia lógica y necesaria en la evolución de la humanidad y en alguna medida a pensar en su inmutabilidad.

Pero si nos detenemos por un instante a estudiar su evolución histórica observaremos que sus propios antecedentes son relativamente muy recientes, los precedentes más inmediatos del Estado moderno aparecen en el siglo XV a causa de los conflictos entre la nobleza feudal y el poder centralizador que tiende a concentrarse en la figura del monarca o príncipe; dando lugar progresivamente al surgimiento del absolutismo como una forma social más eficiente para organizar y dirigir la guerra, como comenta Charles Tilly » La guerra hizo al estado y el estado hizo la guerra»1.

El desarrollo del comercio producto del descubrimiento de nuevas rutas comerciales en el siglo XVI generó lo que Braudel designó como el inicio de una extensa pero frágil economía global 2, sin embargo, los estados que surgen en esa época son subordinados a la voluntad del soberano y a la existencia de un territorio variable en el tiempo en función de la evolución de las distintas dinastías en el poder.

Pero si queremos adoptar el criterio generalmente adoptado para determinar el momento de creación del estado moderno, tenemos que referirnos necesariamente a la paz de Westphalia en 1649, que puso término final a la Guerra de los Treinta Años y en la que se estableció el concepto de soberanía no solo para el soberano sino también para el territorio, que a partir de ese momento pasa a ser considerado como un atributo esencial de la nación y por lo tanto una parte inmutable del Estado.

Habrá que esperar hasta la revolución francesa para que se incorpore como otro elemento esencial del Estado, el pueblo o población. Pero para poder entender al Estado Nación tal como lo conocemos hoy en día, es necesario evaluar el impacto, diría cataclísmico, que tuvo en la sociedad del siglo XIX la difusión de la Revolución Industrial originada en Inglaterra. Esta revolución al cambiar los modos de producción y facilitar la mecanización de los modos de transporte, puso en evidencia la importancia primordial de la economía en la organización social y política de los nuevos estados. Por consiguiente la combinación de los cambios políticos generados por la Revolución Francesa y los cambios económicos producidos por la revolución industrial son los verdaderos creadores del concepto de Estado-Nación o, como bien dice Hobsbawn, 3 » Si bien es cierto que la economía del siglo XIX fue el producto de la influencia de la Revolución Industrial inglesa, su ideología y la organización política que se crea es consecuencia de la revolución francesa. Francia produjo el primer gran ejemplo, el concepto y el propio vocabulario para el nacionalismo».

Pero para que este nuevo concepto se afianzara y formara parte de la cultura general, fue necesario que surgiera la educación masiva, que las masas adquiriesen una mayor importancia política y que la industrialización se transformase en un proceso normal en la mayoría de los países más avanzados del planeta. (Unido a esto no hay que descartar el impacto que tuvo en reducir la escala del mundo la mejora sensible en los medios de transporte ferrocarril, barcos a vapor y en los medios de comunicación el telégrafo)

Estos fenómenos le permitieron a las élites culturales de los diversos países iniciar una mistificación histórica del pasado y fortalecer los idiomas nacionales y el sentido de pertenencia a la nación, lo cual se logró en una primera etapa con la obligación de formar parte de los ejércitos nacionales.

Como bien sabemos, los inicios del siglo XX están signados por un desenfrenado armamentismo y el surgimiento de nuevas doctrinas políticas que cuestionan el orden económico y político imperante. Eso tuvo como consecuencia la incorporación en casi todos los países de nuevas legislaciones sociales y una mayor intervención del estado para regular la economía. La Primera Guerra Mundial aumentará considerablemente el poder de los estados.

Pero tal vez el hecho más significativo de la I guerra fue el debilitamiento generalizado de las potencia europeas y el surgimiento de los EEUU como potencia mundial. No se debe olvidar la importancia que tuvo el Presidente Wilson al incorporar a las relaciones internacionales el principio de autodeterminación de los pueblos. La visión de Wilson sobre como debía ser la sociedad internacional era profundamente democrática y en cierta medida ingenua, sus famosos 14 principios dieron lugar a la creación de la primera organización internacional de alcance global – La Sociedad de las Naciones,- los cambios que se producirán no serán tanto, por la organización en sí, sino por la ideología que se deriva de sus principios y que va a fortalecer considerablemente la expansión y fortalecimiento del nacionalismo como nueva expresión del pensamiento político.

En efecto la primera guerra mundial alteró de forma definitiva la política del balance de poder que le había asegurado a las principales potencias europeas, un cierto nivel de paz y armonía después de la convulsión creada por las guerras napoleónicas. Pero la opinión publica mostró una mayor tendencia a aceptar ideas más liberales para tratar de evitar las costosas e innecesarias matanzas.

Los principios bien intencionados del Presidente Wilson de asegurar a todos los pueblos el derecho a la autodeterminación, por lo demás apoyados con entusiasmo por la Liga de las Naciones, legitimó amargos conflictos entre naciones sin que la nueva organización dispusiese de mecanismos eficientes para resolverlos. La desmembración del imperio Austro-Húngaro fue una primera respuesta a este principio, pero la división que surgió de este proceso fue en gran parte artificial ya que dejó por todas partes, minorías étnicas desplazadas incorporadas a los nuevos estados que serían, como siguen siendo fuentes de futuros conflictos.

El período que precede a la II Guerra Mundial fue de gran inestabilidad y de graves conflictos causados por los nacionalismos emergentes. Al mismo tiempo se desarrolla la ideología política del fascismo como una alternativa frente al liberalismo y el comunismo, siendo Mussolini un ex socialista su primer líder, pero el apogeo de esta nueva forma de gobierno llego a su clímax con Hitler en Alemania con una expresión de un nacionalismo racista, violento y genocida.

Después de la II Guerra que fue el primer conflicto planetario, se creo por parte de las potencias victoriosa una nueva organización internacional – Las Naciones Unidas – en la que se intentó superar las deficiencias de la liga para la solución de controversias y conflictos internacionales y asegurar de la mejor manera posible la paz. Sin embargo como todos sabemos la organización no fue concebida como un ente supraestatal, sino por lo contrario dependiente de los estados y en particular de las entonces llamadas 5 grandes potencias que se aseguraron el poder de veto en todas las materias concernientes a la preservación de la seguridad y la paz mundial. Este mecanismo se mostró rápidamente ineficiente a causa de la divergencias fundamentales entre las dos principales potencias que utilizando frecuentemente su poder de veto limitaron enormemente la capacidad de intervención de la organización. Sin embargo en otras áreas como fue el de la descolonización fue más que eficiente ayudando a la formación de numerosos nuevos estados, que en muchos casos no tenían más vialidad que la de servir de voto en la asamblea general para una de las dos superpotencias.

Si no hubo una tercera guerra mundial no fue por el éxito de la organización para impedir los conflictos internacionales, sino por el mero hecho del equilibrio del terror causado por la capacidad autodestructiva del arsenal atómico de la principales potencias.

Los Estados Unidos aprendieron la lección de lo que les había costado el aislamiento después de la guerra y decidieron asumir el liderazgo de occidente e impusieron progresivamente un modelo de sociedad democrática, capitalista y relativamente abierta al resto del mundo. Para asegurar este propósito se crearon alianzas militares regionales organizadas y dirigidas por ellos, al mismo tiempo crearon organizaciones económicas que sirvieran de apoyo al nuevo paradigma de la nueva economía concebida por John Maynard Keynes. La idea central de esta política consistía en que la estabilidad favorecería el nacimiento de nuevas democracias. La equidad se lograría mediante la implantación de ambiciosos programas de protección social y una política fiscal redistributiva. Como era de suponer esta nueva orientación en la conducción de los estados produjo una acelerada industrialización y modernización de las economías destruidas durante la guerra.

Pero un corolario inevitable de las teorías de Keynes era un mayor control del estado sobre la economía para asegurar el objetivo central de alcanzar el pleno empleo. Y en realidad sin esa fuerte intervención del estado hubiese sido muy difícil reconstruir las economías destruidas por la conflagración mundial. Una de las consecuencias más importantes que originó la nueva política fue la de poner al consumidor como el protagonista fundamental del nuevo sistema ya que solo así se podía asegurar un incremento permanente de la demanda. Este fue el primer paso para consolidar la sociedad de consumo que nos es hoy en día tan familiar y con estas reformas se logró lo que el viejo capitalismo no había logrado, la fractura de las estructuras sociales tradicionales jerarquizadas y centró la sociedad en el individuo. A partir de entonces las aspiraciones de poder tener casa y vehículo propios, y la dependencia de bienes materiales para alcanzar la felicidad se convirtió en un modelo inagotable en el que nuevos bienes generaban nuevas necesidades.

Por otro lado el modelo soviético de Estado partía de una premisa distinta, es decir que el individuo estaba relegado a un segundo plano, y lo fundamental era la producción de bienes de capital que les permitiera acelerar el fenómeno de industrialización y alcanzar por esa vía el nivel de desarrollo económico de occidente.

La existencia de estos dos modelos económicos y polos de poder acabaron con la existencia de Europa como entidad independiente en la toma de decisiones fundamentales para la existencia y desarrollo de la sociedad internacional. De hecho esta situación contribuyó a la desmembración definitiva de los imperios y a la independencia de las colonias que aún existían. Esto hizo que surgieran una cantidad considerable de nuevos estados que tenían por norte copiar el modelo de sus antiguas potencias coloniales, poniendo de relieve un exaltado nacionalismo y una visión de que la recién adquirida soberanía era un bien absoluto e intangible. El problema esencial de esta nueva realidad era que en muchos casos los nuevos estados eran el producto de fronteras artificiales creadas durante el período colonial por las potencias europeas. Esto tuvo por consecuencia que la fragilidad interna de muchas de estas entidades las convirtiera en dóciles instrumentos de la confrontación bipolar. Si bien es cierto que desde la conferencia de Bandung se trato de desarrollar en los países del llamado tercer mundo una política de no alineación con los dos bandos rivales que culminó con la llamada Organización de Países no Alineados, la realidad fue que la diversidad de intereses entre las naciones que formaban esos bloques les impidieron desarrollar un poder de negociación autónomo que contribuyese positivamente a sus objetivos políticos y económicos. ( No se puede olvidar la frustración que causó en muchos de lo líderes del tercer mundos la imposibilidad de establecer en los años setenta el Nuevo Orden Económico Internacional)

Para los efectos del análisis que venimos haciendo sobre el debilitamiento progresivo del Estado-Nación lo que interesa resaltar es ,cómo ese nuevo sistema internacional le puso una camisa de fuerza a su pretendida autonomía, de hecho cualquier intento de infringir el orden bipolar era rápidamente contenido por el respectivo hegemón ya sea con una intervención directa que fue la comúnmente realizada por la Unión Soviética hasta perfeccionar esta acción con la tesis de la soberanía limitada de la llamada doctrina Brejnev, o por medio de golpes de estado, fórmula prevalentemente empleada por los EE.UU. En todo caso el principio no escrito de ese orden era el de no intervención en las áreas de influencia de las dos superpotencias. EEUU no intervino en las invasiones a Polonia, Hungría y Checoslovaquia. Ni la Unión soviética en Grecia, Nicaragua y República Dominicana. Los conflictos se generaban en la periferia de las principales áreas de influencia, con la sola y notable excepción de Cuba.

El hecho más significativo del período de la guerra fría fue el desconocimiento del derecho de auto determinación como ocurrió en Alemania, Corea, los Estados Bálticos, la división de China y muchos otros casos.

Paralelamente a la organización política de la post-guerra se implantó en 1945 una nueva ortodoxia económica en la que el rol del estado era cada vez más intervencionista, se adoptaron medidas legislativas para restringir los monopolios, se fortalecieron y estimularon la creación de sindicatos, se reguló la competencia, se intervino en el ciclo de negocio y con los acuerdos de Bretton Woods las principales instituciones financieras multilaterales : GATT, FMI, Banco Mundial

Estos instrumentos fueron guiados por EEUU y facilitaron, en una primera etapa la reconstrucción económica de las naciones y una relativa estabilidad monetaria y financiera que colapsó en 1971, cuando el Gobierno del Presidente Richard Nixon decidió acabar con el régimen de paridad fija basado en el oro, como valor relativo para cada moneda.

Muchos han atribuido estos cambios al proceso inflacionario que se origina como consecuencia de la guerra de Vietnam, pero en realidad se debió más a la rápida expansión de un mercado financiero global, que se originó primero con el mercado de los llamados eurodólares y posteriormente con la generación de centros de trading monetarios que transaban varias divisas en tiempo real gracias al perfeccionamiento de los medios de comunicación internacionales. La realidad fue que se implantó en casi todas las economías desarrolladas un estado permanente de inflación crónica que anulaba el impacto hasta entonces benéficos de la política económica imperante.

La constatación de que el simple mecanismo de estimular la demanda no resolvía los efectos de la inflación sino que, por el contrario, la alimentaba, estimuló una corriente de revisión en el pensamiento económico liderado por la escuela de economía de la Universidad de Chicago y que tuvo por máximo exponente a Milton Friedman, así como en Europa la escuela austríaca representada por Von Hayek. Esta nueva ideología consideraba necesario para resolver los males endémicos de la economía modificar el papel del Estado en lo que concernía su política económica y abandonar la ortodoxia de la posguerra. Esta idea fue muy bien expresada por Galbraith al decir que el problema fundamental era la asimetría de la fórmula keynesiana » deflación y desempleo inducen a mayores gastos y menos impuestos lo que es políticamente satisfactorio, mientras que la inflación de precios requiere menos intervención del gobierno y más impuestos lo que no es políticamente aceptable.»

El triunfo de Margaret Thatcher en Inglaterra y de Ronald Reagan en USA facilitaron el darle cuerpo a los cambios, que no sólo fueron electorales, sino el surgimiento de una nueva filosofía de gobierno en la que se impuso la privatización del sector público, la libertad del mercado cambiario y el progresivo desmantelamiento de las principales instituciones del welfare state. Paralelo a esta nueva concepción de la economía, la inversión extranjera paso a jugar un papel determinante en la relaciones internacionales, a través de lo que se llamo originalmente las compañías multinacionales y gracias a estas el comercio internacional recibió un vigoroso impulso.

El impacto de estos cambio en sus inicios sólo fue perceptible en las naciones más desarrolladas de Occidente y Japón y lentamente se fue extendiendo a algunos países en vías de desarrollo ( resistencias de múltiples índoles han impedido que muchos de estos se acogieran libremente a estos cambios) sin embargo, la aplicación de rigurosas políticas antiinflacionarias en EE.UU, tuvieron el efecto de elevar temporalmente la tasa de interés del dinero a niveles estratosféricos, lo que generó temores en los principales centros financieros que prácticamente cerraron sus fuentes de financiamiento a los países menos desarrollados, contribuyendo en alguna medida a precipitar la crisis de la deuda de los años ochenta, en la que muchos países principalmente de América Latina se encontraron en la imposibilidad de cumplir con sus obligaciones financiera. Para adaptarse a la nueva realidad y ante las limitaciones de los órganos multilaterales para financiar la actividad normal de estos países, éstos tuvieron que adaptarse a las nuevas realidades y modificar profundamente sus políticas económicas para poder disponer de nuevos accesos al mercado de capitales principal, única vía para lograr los recursos financieros necesarios para su desarrollo.

Todos estos eventos han sido otro factor que ha limitado aún más la posibilidad de que los estados puedan elaborar sus propias políticas económicas aisladas de la percepción que el mercado mundial de capitales pueda tener sobre su viabilidad, y por lo tanto otro de los aspectos fundamentales de la soberanía de los estados se ha visto limitado por la nueva realidad económica.

Como podemos observar de este vuelo panorámico sobre el impacto que han tenido las decisiones de política económica adoptadas por las naciones dominantes han reducido considerablemente el papel y la autonomía de los estados naciones y los han hecho vulnerables a decisiones en las que éstos no han tenido, ni arte ni parte.

La trampa de la mundialización 4 nos ha atrapado a todos por igual y querámoslo o no tenemos que padecer sus peores defectos y a veces aprovecharnos de las ventanas de oportunidades que se nos abren.

Es obvio que en un mundo en el cual la información fluye libremente, trasvasando las fronteras, los efectos en las decisiones económicas de inversión van a estar condicionados por los lugares que brinden mejores oportunidades a los inversionistas, tanto en el rendimiento como en la ausencia de regulaciones que afecten su permanente libertad de desplazarse a las nuevas oportunidades que se les abran. Esto necesariamente afecta el mercado laboral, el tipo de actividad económica que se realice hoy en día. La industrialización está de capa caída y lo que impera es la economía de servicios y de la información, hasta tal punto esto es así, que muchos piensan que la revolución de la información va a producir sobre la industria el mismo impacto que lo tuvo la industrial sobre la agricultura.

La caída del Muro de Berlín además desvaneció la amenaza de la dictadura del proletariado y esta, según Hans Peter Martin 5 vendrá a ser sustituida por la dictadura del mercado mundial. El peligro latente es la desigualdad en la distribución de la riqueza. No todos los países ofrecen las mismas oportunidades, y ello puede contribuir a engendrar una pérdida del valor de la democracia como forma de gobierno y conducir a algunos países a rechazar esta realidad escudándose en los valores tradicionales de sus sociedades, apoyándose en la religión, la etnia, la cultura o cualquier otro particularismo que justifique la exclusión para sus habitantes de la sociedad de consumo.

Sin embargo, como veremos a continuación los nuevos desarrollos generados por la revolución de la información hacen difícil -por no decir imposible- vivir en un estado de aislamiento y de autarquía total. Hoy en día luce difícil repetir la situación de Albania, Corea del Norte y Cuba. Y si algunas naciones lo hacen pagarán el duro precio de reducir aún más el nivel de vida de sus habitantes.

Como hemos podido observar en este somero recorrido, el Estado-Nación, tal y como se constituyó en Europa, ha entrado en una profunda crisis. En realidad podría decirse que es una crisis de operatividad; ya no funciona. La transformación del mundo por la globalización de la economía, la revolución informática y las necesidades de identificación de las diversas sociedades, hacen que se pongan de manifiesto poderosas fuerzas que van en direcciones contrarias. A esto debe agregarse que el Estado-nación está sufriendo además una crisis de legitimidad, ya que los individuos se sienten cada vez menos identificados o representados por él. Una de las manifestaciones más evidentes de este rechazo ha sido la eliminación del servicio militar obligatorio en la mayoría de los países, ya que cada vez menos personas están dispuestas a morir por una bandera nacional, aún cuando sí están dispuestas a hacerlo por razones religiosas o raciales.

Como dice Manuel Castells 6 «El Estado nación parece, en efecto, cada vez menos capaz de controlar la globalización de la economía, de los flujos de información, de los medios de comunicación y de las redes criminales. La unificación electrónica de los mercados de capitales y la capacidad de los sistemas de información para transferir enormes masas de capital en cuestión de segundos hacen prácticamente imposible que los Estados y sus bancos centrales decidan sobre el comportamiento de los mercados financieros y monetarios, algo reiteradamente demostrado en las crisis monetarias de la Unión Europea desde 1992 y en el sudeste asiático en 1997. Pero hay más. Al perder control sobre los flujos de capital, los Estados tienen cada vez mayores dificultades para cobrar sus impuestos y, en realidad, en la mayoría de los países, están reduciendo la presión fiscal sobre el capital, reduciendo por tanto los recursos disponibles para su política. Teniendo en cuenta la creciente disparidad entre recursos y gastos del Estado, los gobiernos han recurrido al endeudamiento en el mercado internacional de capitales, siendo por tanto cada vez más dependientes del comportamiento de dicho mercado.» Además, la globalización del crimen pone definitivamente en cuestión la capacidad del Estado para hacer respetar el orden legal.

Ante tales amenazas, los Estados-nación han reaccionado, por un lado, aliándose entre sí; por otro lado, mediante una mayor descentralización. La Unión Europea representa el proceso más avanzado en ambas direcciones. Por otro lado, la mayor parte de los problemas que afectan la vida cotidiana, a saber, la educación, la sanidad, la cultura, el deporte, los equipamientos sociales, el transporte urbano, la ecología local, la seguridad ciudadana y el placer de vivir en nuestro barrio y en nuestra ciudad, son competencia y práctica de las entidades locales.

La identidad de la gente se expresa cada vez más en un ámbito territorial distinto del Estado nación moderno: con fuerza como en el caso de Cataluña, Euskadi o Escocia, naciones sin Estado, o con acentos más matizados como en el caso de identidades locales o regionales en casi toda Europa y potencialmente en el resto del mundo.

La llamada revolución informática logró en su primera fase acelerar todos los cambios a los que nos hemos referido, tanto a nivel de la masificación del consumo, de la cultura y de la información, y de facilitar los movimientos de capitales, pero en la segunda etapa que solo ha comenzado hace cinco años con la explosión del uso generalizado del Internet podemos estar entrando en una nueva etapa del desarrollo de la humanidad tan importante como lo fue en su época el desarrollo del lenguaje, la escritura, y la imprenta. Cada uno de estos hechos, como sabemos, cambió profundamente la sociedad y sus instituciones.

Para concluir esta exposición podemos preguntarnos: ¿Es la globalización de la economía la responsable del debilitamiento del estado? ¿O lo es la revolución digital? La respuesta no es simple, ya que ambos fenómenos han contribuido a modificar las estructuras de las formas de gobierno contemporáneas. La globalización de la economía por sí sola no parecería ser un factor suficiente para modificarla. A este propósito, si se analizan algunos indicadores del comercio exterior y del movimiento de capitales a nivel mundial, se observa, como es evidente, un fuerte crecimiento de la interdependencia económica, sin embargo esta no es mayor a la alcanzada a finales del siglo XIX o a principios del siglo XX.

¿Quiere decir esto que las cosas están iguales que antes? Ciertamente no. Es obvio que los Estados Naciones son cada vez más vulnerables frente a un nuevo tipo de globalización en el que predomina una mayor concentración de los flujos de información transmitidos por los medios de comunicación, en el que la ubicación planetaria de redes mundiales delictivas es cada día más eficientes en su coordinación, y en el que la unificación electrónica de los mercados de capitales y en el que la capacidad de los sistemas de información para transferir enormes masas de capitales en segundos vuelve a los bancos centrales inermes para sostener y defender sus divisas.

Por eso es que se ha convertido en casi una manía hablar de la desaparición del Estado-nación, por lo menos en su forma actual. El Estado-nación basado en una población ubicada en un territorio y con un gobierno central tiende a diluirse por el efecto de dos corrientes aparentemente contradictorias: por un lado la tendencia manifiesta hacía un mayor grado de autonomía regional y por el otro la necesidad de integración en espacios económicos y políticos de nivel supra estatal.

Es decir, que los estados se ven sometidos a presiones que a la vez los obligan a integrarse a espacios económicos más amplios, y al mismo tiempo delegar en organizaciones más cercanas al individuo muchas de las potestades que antes controlaban desde el poder central. Además, la solidaridad de las personas es cada vez menos hacia un estado que poco significa para ellas, para buscar una identidad en el reforzamiento de los vínculos tribales. La identificación se hace a partir de elementos que faciliten un denominador común étnico, religioso o cultural que le dé un significado a una vida que cada día se reduce más a una serie de lugares comunes planetarios.

En efecto, más allá de las tendencias centrífugas a las que nos hemos referido, se puede observar cómo operan abiertamente mecanismos para uniformar los gustos y los patrones de consumo a través de los medios de comunicación de masas. Esta integración planetaria de la información es en gran parte producida por conglomerados a nivel planetario que difunden permanentemente información por televisión, cable y prensa, como un producto más de consumo. Frente a esta masificación de la noticia insurge otra tendencia globalizante en la generación y transmisión de informaciones pero de signo contrario. Me refiero a la vasta red de información que los usuarios de Internet se intercambian a nivel mundial.

Esta ventana de posibilidades que se les abre ahora a los usuarios de la red les permite a éstos resistir a las tendencias reductoras del pensamiento único y determinar en función de sus propios deseos o necesidades cuáles informaciones o noticias requieren para poder formarse una visión adecuada del entorno en que les corresponderá vivir.

Esta posibilidad de abordar la información sin tener que atravesar los filtros impuestos ya sea por un Estado centralizador o por unos medios comercializados y simplistas es un factor más en el que la revolución digital contribuirá a modificar radicalmente el espectro del mundo socio político contemporáneo.

El concepto tradicional de Estado y su misma viabilidad están siendo afectadas por esta revolución ; porque la posibilidad de ser a la vez receptor y transmisor de informaciones permite un mayor poder de intervención del ciudadano en la vida política mediante el control de sus representantes ya estén estos ubicados en el poder ejecutivo, en las fuerzas armadas o en el Congreso. La desinformación, que ha sido una de las llaves del poder, es cada día más difícil de utilizar salvo, claro está, frente a los sectores más desfavorecidos y menos informados de la sociedad. Es lógico que los dirigentes políticos actuales reaccionen con irritación frente a la posibilidad de ser sometidos constantemente a la supervisión y control de los electores. Y este malestar es aún mayor para aquellos que no comprenden el significado de lo que está sucediendo en el ciberespacio e intentan reaccionar contra esta realidad con la vieja medicina de aplicar mayores censuras, sanciones, restricciones y controles a un instrumento que cada día es menos controlable.

El significado de la nueva economía, cuyas tendencias actuales de apertura y globalización -ayudados por la superautopista de la información- de hecho ya trascienden el poder de los gobiernos, resalta que estas organizaciones son cada vez más impotentes y limitadas en su capacidad de control, e incluso los intentos por limitar el alcance de esta revolución, tales como la elaboración en Estados Unidos de La Ley de Decencia en las Comunicaciones, que fue declarada posteriormente inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia Norteamericana. Asimismo podemos citar los intentos más recientes de limitar el uso de la criptografía en la transmisión de mensajes por Internet, aduciendo riesgos mayores para la seguridad del Estado, cuando en realidad los que quieran cometer delitos encontrarán siempre más de una fórmula para burlar la justicia, como lo muestra la enorme expansión del narcotráfico a nivel mundial mucho antes de la revolución digital.

Es una necesidad imperante para los dirigentes políticos actuales comprender el significado de la era digital y llevar adelante las transformaciones radicales en las instituciones que hasta ahora los han soportado y adaptarlas a un nuevo entorno más dinámico y cambiante y que debe servir de fundamento a una nueva sociedad en la que se están revisando muchos de los conceptos fundamentales que nos eran familiares para ser substituidos por nuevos valores que no sabemos hoy en día si van o a permitir una adecuada cohesión social. De no hacerlo contribuirán inevitablemente a su decadencia y se arriesgarán a convertirse en entidades desechables.

El impulso de la nueva economía es a incluir y no a excluir. En la medida en que se logren mecanismos seguros de pago y el dinero digital se haga común, la nueva economía estará a punto de despegue. Para dar un ejemplo, se estima que las transacciones por medio de la Red pasen de 4 millardos de dólares el año pasado, a $150 millardos para el año 2000. Esto significará el uso de comunicaciones en clave que no puedan ser descifradas por criminales. Dinero digital significa dinero electrónico, equivalentes a nuestro efectivo de hoy. Ambos hechos tienen serias consecuencias para el Estado. Porque este irá perdiendo otro de sus atributos fundamentales, de su razón de ser, como lo es la de ser el ente centralizador de la emisión de papel moneda.

En realidad el Estado no le teme ni a los terroristas, ni a los pornógrafos infantiles, sino a la posibilidad de que la criptografía se extienda a las comunicaciones de negocios y personales, ya que esto, unido a la existencia de dinero digital y a la globalización del comercio mundial, harán cada vez más difícil la recaudación del impuesto sobre la renta; una tarea que se hace cada día más costosa e ineficiente, hasta el punto de que en pequeños países como el Uruguay se ha eliminado totalmente el impuesto sobre la renta para sustituirlo por un IVA sin excepción sobre todo tipo de consumo.

Finalmente, la revolución digital está, como hemos dicho, redefiniendo la naturaleza de la política. Ya no parece tener mucho sentido elegir representantes para que vayan a la capital del país a representar los intereses de sus electores. Mañana, en una nación digital será más fácil buscar el consenso a través de la intercomunicación simultánea de numerosas comunidades. Estamos observando el nacimiento de un nuevo medio y de una nueva era. Este cambio puede ser una magnifica oportunidad o un problema. Hay que ser optimistas y pensar que los cambios que están y seguirán ocurriendo, servirán para modificar una estructura que dejamos tal vez por demasiado tiempo sin revisar porque en el fondo era más fácil conservar que innovar. Sin embargo, los retos que la humanidad debe afrontar: el deterioro del medio ambiente, el incremento de la criminalidad, la inseguridad jurídica económica y social, sólo podrán ser asumidas por personas que estén debidamente informadas del alcance que significará tomar o no decisiones y esto se hará cada día más probable en la medida en que más personas tengan acceso libre a una información lo menos mediatizada posible. Si los gobernantes toman la iniciativa de abrir las compuertas de la sociedad, tal vez encuentren una fórmula que equilibre la estructura tradicional del Estado-nación con la realidad de un hombre cada día más planetario.

Lo que sí es evidente es que todos estos cambios hara que los futuros profesores de derecho internacional en el próximo milenio vuelvan a hablar del «derecho de gentes» como fue la apelación originaria de esta materia y se referirán a múltiples organizaciones, y a las personas como sujetos de ese nuevo derecho. Los Estados pasarán a ser solo un sujeto más, y tal vez no el más importante. Creo que si Juan Carlos Puig estuviera hoy con nosotros, estaría muy emocionado por esta posibilidad de revitalizar una materia a la que el tanto contribuyó a desarrollar entre nosotros, y le encantaría abordar una nueva manera de interpretarla, espero no haberlo defraudado.

Gracias.

Caracas, 15 de enero de 1999

Notas.

1 Reflections on the History of European State-Making» in Charles Tile ed The formation of National States in Western Europe,Princeton, N.J. Princeton University Press, 1975, P.42
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2 ver en European expansion and capitalism 1450=1650, in Chapters in western civilization,vol1, 3 ed. New York, Columbia University press 1961 p..260
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3 Eric Hobsbawn en » The age of revolution 1789-1848, New York: new american library, 1962, pp 74-75
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4 ver : Le piege de la mondialisation de Hans -Peter Martin y Harald Schumann,,Actes Sud 1997
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5 ibid p19
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6 el pais 26 de octubre de 1967
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