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El breve espacio en que no estás…

El título de estas líneas lo tomo prestado de una maravillosa canción de Pablo Milanés –de los tiempos idos de la “Nueva Trova Cubana”, pero que esta vez no tiene ninguna referencia con temas románticos, sino con la tragedia continuada de Venezuela, que, al parecer del horizonte que se atisba, va a seguir padeciendo, seguro que de manera agravada.

A ver por dónde empezamos… Todavía estaban irritadas las voces que denunciaron el mega-fraude “constituyente” del 30-J, perpetrado por la hegemonía a través del CNE, cuando algunas de esas mismas voces, plantearon que estaban listas para participar en los comicios regionales que, obviamente, organizaría la hegemonía a través del CNE.

Se le podrán dar muchas vueltas al asunto, pero se trata de una evidente contradicción. Y una de esas que no pueden explicarse por el cambio del “signo de los tiempos” (no habían pasado ni 24 horas), sino que por el contrario tienden a desacreditar la necesaria autoridad que se requiere para formar una conducción política.

La justificación que se da al respecto es que no se pueden abandonar los “espacios” políticos (en este caso, dejar de conquistarlos), léase las eventuales gobernaciones y alcaldías que pasarían a manos de partidos políticos de oposición, de realizarse los anunciados comicios regionales. Y aquí nos encontramos con un problema de fondo, acaso dos, que no pueden evadirse.

Uno de ellos, es que si en Venezuela impera una dictadura, como lo sostiene el conjunto de la jefatura opositora, dentro y fuera de la Asamblea Nacional, entonces el espacio político por excelencia, que no debería abandonarse, es el de la calle. Porque la calle, en sentido amplio de manifestación popular, o lo que el oficialismo llama el “tablero social”, es el espacio idóneo para luchar contra una dictadura.

Es más, en una dictadura, por definición, no hay espacios políticos efectivos que contrapesen su poder, desde los ámbitos del poder público. Los denominados “espacios” institucionales son decorados, si acaso, pero no son poderes es sentido estricto. Lo que ha pasado con la Asamblea Nacional, desde prácticamente el día de la clamorosa derrota de la hegemonía en las elecciones legislativas de diciembre de 2015, así lo confirma.

En lo personal, tengo mucho tiempo sosteniendo que Chávez y Fidel fueron montando, paso a paso, una neo-dictadura o una dictadura disfrazada de democracia. Pero esos disimulos han quedado atrás, tanto en la realidad despótica y represiva, como en la retórica predominante del ensamble opositor, ya definitivo en su afirmación del carácter dictatorial del régimen que encabeza Maduro.

Entonces, justificar la ruta de las regionales, bajo la bota de una dictadura, que encima se arma de una “constituyente” –así en minúscula y entre comillas–, y cuyo estreno es terminar de aplastar a la Asamblea Nacional, es más o menos como pretender cuadrar el círculo. Se puede intentar, desde luego, pero no se puede lograr.

Alguna gente tiene la impresión –no sé si mucha o no tanto, pero si sé que me cuento allí—que la cuestión de los espacios tiene más que ver con las aspiraciones o intereses políticos de tales o cuales partidos, que con las necesidades extremas de un pueblo sumido en una catástrofe humanitaria y sometido a una barbárica represión.

Y por último, sólo Raúl Castro sabe si habrá o no elecciones regionales, y en qué términos. Desde el CNE lo vienen diciendo: las elecciones regionales están sujetas a lo qué decida la “constituyente”. Lo que en realidad significa lo qué decida Raúl Castro y ejecuten Nicolás Maduro y los suyos.

Son muy breves los “espacios” que están impulsando a gran parte de la oposición política a adoptar el rumbo de las regionales. Por ello existe una percepción de desconcierto en amplios sectores sociales. Esperemos que todo ello no siga contribuyendo a que la hegemonía sea más despótica, más depredadora, más corrupta y más envilecida. Esperemos…

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