La república de los repitientes
No creo que, en la cabeza de un ciudadano con mediano sentido común, quepa la idea de que lo acontecido en la Universidad Central hace parte de los cambios deseables, esos exigidos por la “revolución” en marcha. La toma del rectorado por un grupúsculo de repitientes crónicos, de cultores de la vagancia estudiantil y prevalidos de una especial relación con la Vice Presidencia de la República, nos muestra en su más dramática dimensión el rumbo perverso que ha tomado el proyecto “bolivariano”.
Que el aseguramiento de la revolución a expensas de los votos y de la adhesión de los sectores más humildes sea un desiderátum, es una cosa. Otra es que se confundan las necesidades de nuestra gente con su tácita alineación con quienes han sido los más incapaces de rendir, de hacer uso fructífero de los medios que para su formación les ha dado el mismo pueblo y el Estado que nos representa.
Así que, pésimo ejemplo el que se brinda a las jóvenes generaciones y peor indicio del modelo de país que se nos ofrece, cuando algunos de los añejos encapuchados –hoy devenidos en enjutos burócratas del régimen- se combinan con la escoria de la academia en la idea vergonzosa de fracturar el mandato de unas autoridades democráticamente electas y en ejercicio pleno de sus facultades.
Si Gianetto ha demostrado o no capacidad de entendimiento con los “repitientes” contumaces, en nada invalida su conducta la gravedad de los móviles señalados: esos que, con desprecio total hacia la mayoría de los estudiantes aplicados y modestos de nuestra máxima Casa Superior de Estudios, nos muestran el verdadero rostro de la emergente V República. Promete ser, quiérase o no, la república bolivariana de los “repitientes”.
Y, en cuanto a la manida autonomía, bueno sería que sus exaltados defensores leyesen con cuidado el texto de la neonata Constitución y la todavía vigente Ley de Universidades. La autonomía existe para el aseguramiento del libre devenir académico y administrativo de la universidad; pero, distinta de ella es la garantía de “inviolabilidad”, que beneficia a su recinto físico sin incluir las plazas públicas y demás vías de comunicación. La inviolabilidad, bueno es observarlo, no predica la inmunidad, que sería un privilegio. Aquella no impide o enerva la actuación judicial; apenas la sujeta, en su ejecución forzosa, a la cooperación diligente de las autoridades universitarias y de su cuerpo de seguridad.
(*) Profesor universitario, egresado de la UCV.