Carta al ministro de Educación
Sr. Ministro de Educación:
Disculpe que nos entrometamos en sus asuntos de gobierno, pero, como ciudadanos de un país irrevocablemente libre e independiente, que fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador; tal como lo consagra la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, nos corresponde vigilar su acción de gobierno y demandarle su correcto servicio. Debe usted recordar que, es un servidor público a cargo de una de las más importantes funciones del tren ejecutivo, cuya sensibilidad es de tal magnitud, que no puede por si solo establecer orientaciones políticas distintas a las establecidas en la Constitución. Es el administrador de nuestro derecho a la educación.
Por su parte, en la materia de su competencia: la Constitución establece que: «la educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria. El Estado la asumirá como función indeclinable y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades, y como instrumento del conocimiento científico, humanístico y tecnológico al servicio de la sociedad».
De esto, se deduce que es de su obligación, como ente de la Ad-ministración Pública en el área, del diseño de políticas y de planificar la forma para cumplir con los parámetros que la Constitución establece para el Estado. Es decir, hacer que ésta sea democrática, gratuita y obligatoria. Es decir, para que la educación cumpla con sus cometidos: democrático, gratuito y obligatorio, todo lo cual implica lo contrario a establecer orientaciones políticas distintas al contenido constitucional. Su ministerio, como servidor ciudadano, no como patrón, debiera dedicarse a establecer metas para que todo ciudadano en edad escolar, prioritariamente con edad para la educación primaria, cumpla con la obligación de inscribirse y cursar estudios en cualquier centro educativo; y, como el Estado es incapaz para asumir la educación de todos los ciudadanos aptos, no tiene mas remedio que aceptar el apoyo que pueda brindarle la colectividad, en ofrecer matrícula educativa, que debiera ser costeada por el Estado o, al menos subsidiada por él. Todo esto, en lugar de atacar a los institutos de educación privada y ensañarse contra ellos, como si de ellos fuera la obligación y no del Estado.
Estimado Ministro: Establece la Constitución que, son «derechos irrenunciables de la Nación» (creemos que hay aquí un error conceptual del constituyente), la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional; y, del ciudadano, «el derecho a una educación integral, de calidad, per-manente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin mas limita-ciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones». Engranando los derechos, la libertad a toda ratio, es del ciudadano, ya que no sería concebible una nación libre y un ciudadano subyugado. Libertad, señor ministro, es la capacidad de autodeterminación de la voluntad, que permite a los seres humanos actuar como deseen. En este sentido, suele ser denominada libertad individual.
La nación es para el ciudadano y no lo contrario, por lo que chocan patriotismo con populismo, cuando solo se mira el derecho de algunos y no el de todos. La libertad no es un arma para hacer todo lo que alguien quiera, ya que para ello, la ley la limita en la frontera del derecho de los demás. Esto incluye, la potestad del gobierno, que no un derecho, a cumplir con lo establecido en la ley, auque ella sea contraria a sus ideas políticas. Mucho menos, puede imponerle conductas e ideologías. Hacerlo es violar el derecho del individuo, de la familia y de la propia sociedad.
Apreciado Ministro: En su obra (1818-1819) «Cartas sobre educa-ción infantil», el educador suizo Johann Heinrich Pestalozzi, precursor de la pedagogía contemporánea, aún llamada moderna y base de la escuela activa, hace hincapié en el papel trascendental que desempeña la madre en la formación de la personalidad y la educación elemental del niño. Esto no ha cambiado, por cuanto su fundamento científico se encuentra en los fenómenos naturales que estudian: la sicología y la genética, hoy reforzados con el conocimiento que tenemos del genoma humano. Es el fundamento de la formación o educación familiar, que debiera ser el campo de investigación de su ministerio, engranado con el de la familia. Hacia aquí, Sr. Ministro, debiera dedicar su acción social, que no de gobierno.
En una de sus cartas, del maestro Pestalozzi a su amigo inglés James Pierpoint Greaves, gran admirador de sus teorías educativas, expone: «Enseñemos al niño a entender las cosas y a reflexionar sobre ellas». En ella, Pestalozzi subraya la enorme importancia que implica en el niño educar su inteligencia, formándole el hábito de la reflexión, es decir, «enseñarle a pensar», no pensar por él, tal como se hace cuando se imponen doctrinas políticas y sociales como normas morales y éticas. Es el niño, luego el adulto, siempre ciudadano, quien, bajo la orientación familiar y de la sociedad, descifrará los enigmas de la comunidad y del mundo, para tomar el rumbo político que mejor crea.
Sr. Ministro, nadie duda de la deficiencia de nuestra educación, especialmente de la elemental o primaria, cuya causa no debemos verla con un solo prisma, el de «la democracia corrupta o de los 40 años». Bien sabe usted, que durante mucho tiempo han existido venezolanos «patriotas», que no han compartido los ideales democráticos gestados en nuestra patria, sino que han visto como modelos mejores, otros ideales, hoy fracasados que, lamentablemente, son los que alimentan la gestión actual del gobierno y los verdaderos culpables de que en los últimos 40 años no hayamos avanzado en la educación y, con ella, del sistema político. Por lo que nos toca, Ministro, podemos decirle que, no nos sentimos culpables, por el contrario, sentimos la satisfacción de ser parte de los que les adversamos y enfrentamos. Con buena pedagogía, metodología, estrategia y táctica abierta, sin subterfugios engañosos para nuestra niñez y juventud, como se visualiza de su estrategia.
Entendemos que hace falta un cambio en el entendimiento y en la administración de nuestra sociedad, como está ocurriendo en el mundo, para que no nos arrollen los cambios ineludibles de la globalización, pero ello no es pretexto para ser retrógrados y continuar con la terquedad de sus copartidarios, que emulan sociedades fracasadas, en promover cambios sociales que involucren modificaciones o variaciones de las estructuras que se hallan incorporadas a normas, valores, productos y símbolos culturales distintos y mas adelantados. Tenemos que entender, como es lógico, que un cambio social es un fenómeno colectivo que afecta a las condiciones o modos de vida de un importante conjunto de individuos, pero no precisamente es hacia el grupo social donde se orientan sus propuestas. El cambio debe ser de emulación de intelectuales y modelos de venezolanos del actual siglo (XX), quienes con su pensar y su obra hay intentado elevar la moral y dar luces a nuestro pueblo. Nada tienen que envidiar los multidisciplinarios venezolanos del presente a otros del pasado y mucho menos a ideólogos de otras latitudes.
No podemos olvidar que, las sociedades están implicadas en un movimiento histórico; y como consecuencia de la constante transfor-mación de su entorno, de sus valores, normas o símbolos, y de sus propios miembros, la sociedad se ve influenciada por fuerzas externas e internas que modifican su naturaleza y su evolución, pero esta alte-ración no debe ser confundida con un acontecimiento puntual, que afecte a la organización de la colectividad y modificación histórica no debe confundirse con el regreso al pasado.
Concluimos, señor Ministro, recordando el lamento de uno de nuestros intelectuales, Dn. Cecilio Acosta, referido a la inteligencia; y no quisiera para esta misiva, el saco roto que siempre sirve a la ter-quedad. Decía Dn. Cecilio: «Por qué desgracia de gran parte de los países de América Latina, la inteligencia lo más que ha alcanzado es aconsejar, por si la oyen; difundir en los periódicos enseñanza, por si la siguen; o hacer los códigos por si los observan.»
De Usted, muy atentamente, un docente compatriota y amigo.