La Universidad dialogante e innovadora
La universidad que el país requiere debe ser sin lugar dudas una Casa de Estudios moderna, abierta, crítica, inclusiva e innovadora. Se precisa en el nuevo milenio con enormes desafíos en todos los órdenes de una Universidad transparente, con capacidad real y verdadera de investigar, diseñar e iniciar procesos culturales y científicos, rompiendo las barreras de la mera transmisión de conocimientos, nunca hay que olvidar que la Universidad es más que eso.
La Universidad innovadora, es aquella integrada por personas individuales o conjunto de personas que a su vez constituyen Departamentos, Centros e Institutos personalizados y diferenciados y para quienes la Universidad es un motor de futuro que continuamente tiene la obligación de renovarse para beneficiar a la sociedad mostrando la riqueza espiritual, científica y humanista del conjunto.
La Universidad del Tercer Milenio es una Universidad dialogante en la que todos los estamentos participen en la toma de decisiones y en la asunción de responsabilidades. Universidad con proyección social preocupada por la búsqueda incansable de la excelencia, centrada en el logro de la consecución de sus objetivos prioritarios de formación e investigación, consciente de su necesaria integración en el contesto social que le da su último sentido. Por tanto, se demanda la creación de un nuevo saber mediante la investigación y la transmisión consciente y diligente, actualizada y permanente de los saberes superiores de nuestra cultura, que la sociedad demanda y en la que debe integrase toda su actuación.
Se demanda continuar el proceso de profesionalización con una clara concepción excelencia sustentada en ciertas premisas y políticas, entre ellas: Una política de formación de formadores que abarque el saber y el hacer, y que sea sostenida en el tiempo por el Estado, por la sociedad y fundamentalmente por nuestra Universidad de Los Andes. La política de relevo es fundamental para la buena marcha y futuro inmediato de la Universidad, partiendo que u formador no se improvisa, requiere años para su formación académica, para la necesaria experiencia sistematizada, para que produzca conocimientos y tecnologías significativas.
Al mismo tiempo nuestros profesores con ciertas cualidades deben asumir con responsabilidad a la investigación como una de las tres patas del trípode universitario (docencia – investigación y extensión), ya nuestra universidad cuenta con investigadores reconocidos y de calidad. Sin embargo, una política más agresiva y audaz que posibilite una dedicación importante de los formadores a dicha tarea nunca estará demás. Eso incluye la preparación de personal y la investigación, sobre todo de intervención, para permitir a través de ella una inserción efectiva y comprometida de los formadores y de las mismas instituciones en los requerimientos educacionales del desempeño profesional del profesor, en sus distintas expresiones del quehacer educativo.
Finalmente, los universitarios demandamos una serie de cambios cualitativos que estén encaminados a profundizar la academia, los valores democráticos, la amplitud y la autonomía en aras de lograr una Universidad mucha más en sintonía con la globalidad y con el entorno cercano sea este el país o nuestra ciudad, para lograr en líneas generales un desempeño y producción académica de calidad, esto es, que tenga el reconocimiento de la comunidad académica y educativa, y la valoración de la sociedad en sus profesionales. Cierro estas líneas convencido que las elecciones venideras para seleccionar nuestro equipo rectoral son decisivas. Hay liderazgo, hay ideas claras, hay voluntades y sobran valores. Indudablemente Léster Rodríguez Herrera como candidato a Rector en la ULA ha sabido interpretar a la Universidad que tenemos y la que aspiramos mejorar, a partir de la defensa de su autonomía y la modernización bajos criterios académicos, humanísticos y gerenciales. La decisión final será legítimamente del claustro.