La comparación de Marco Rubio
La declaración del senador estadounidense, Marco Rubio, sobre el diputado venezolano, Diosdado Cabello, en el sentido de que éste es el “Pablo Escobar de Venezuela”, es cualquier cosa menos una crítica inofensiva. La mente humana se mueve a través de analogías, y por eso la mención de Escobar junto a Cabello, es como una carga explosiva para todo tipo de conjeturas.
No soy juez y no me corresponde condenar, pero tengo algo de vista y puedo mirar la realidad. El señor Cabello se ha erigido, luego del fallecimiento del señor Chávez, en un notorio pretendiente a la sucesión de Maduro. Esto no es una especulación que venga del mundo de las miasmas, es lo que dijo, una y otra vez, y en tono de denuncia, el principal vocero televisivo de la hegemonía, en una conversación con un funcionario cubano, que fue grabada, hecha pública, y que le costó al referido vocero, una larga vacación de las pantallas de “Venezolana de Televisión”.
Cabello es uno de los protagonistas principales de la trágica trama de la hegemonía que ha destruido a Venezuela. Su ufano supremacismo, además de ridículo en esencia, rinde suficiente cuenta de esa arrogancia que suele anidarse en el ejercicio avasallante del poder. En su retórica no hay ideas, sino consignas; no hay argumentos, sino vituperios; no hay discusión sino amenaza; en suma, no hay nada que pueda asemejarse a una concepción democrática de la vida pública.
Pero cometerían un grave error los que subestimaran las habilidades del referido personaje para montar y mantener un aparataje de poder. Las fuentes de ese tinglado tienen que ser diversas. Hay una de naturaleza militar, que fue el sector en el que Cabello se dio a conocer. Hay una de fundamento propiamente político, a través de su influencia en el Psuv. Hay una de engranaje económico, que ha alimentado una leyenda de tales dimensiones, que si apenas una fracción de la misma fuera verdad, ya se trataría de un escándalo de clase mundial.
Y ahora tenemos a Marco Rubio, reiterando un tema, que es imposible que pase por debajo de la mesa. Hasta hace poco, la Fiscalía General funcionaba como una muralla impenetrable para las múltiples denuncias en contra de Cabello, tanto las formuladas y presentadas dentro del país –por ejemplo, luego de su paso por la Gobernación de Miranda, como las planteadas en círculos foráneos. Eso debe haber cambiado, uno supone, porque Cabello considera y proclama que la Fiscal Ortega Díaz es una traidora.
No formo parte, por cierto, de quienes colocan al senador Rubio en un pedestal. Al contrario, muchas de sus declaraciones y ejecutorias en relación con Venezuela, han terminado beneficiando a la hegemonía que la sojuzga. Pero la comparación que acaba de hacer entre el diputado Cabello y Pablo Escobar, debería conllevar a una investigación seria, independiente y efectiva.