Influencias negativas en la actual educación venezolana
En normas, resoluciones, decretos, proyectos de leyes y discursos oficiales de los últimos seis años relacionados con la educación venezolana, se observa la influencia de varios autores, entre los cuales se encuentra el estadounidense Jonathan Kozol y el brasilero Paulo Freire.
Oscar Pemantle, distinguido filósofo de la educación con amplia y densa cultura, y amigo nuestro desde los primeros años de la década de los 60, cuando lo conocimos en la Universidad de California, nos ha hecho el honor de remitirnos originales de capítulos de su próximo libro Who Killed Education? (¿Quién mató la educación?), en el cual hace un análisis enjundioso de las ideas y proposiciones de un grupo de educadores contemporáneos, entre los cuales están tanto Kozol como Freire.
Nunca me imaginé que la impresión negativa recibida hace algunos años, por la lectura del libro de Kozol, Desigualdades Salvajes (Savage Iniquality, 1991), tuviese, más allá de mi sencillo análisis, razones tan poderosas como las que se descubren en el que, después de un profundo estudio, le hace Pemantle, a cada argumento, a cada párrafo y a cada línea escrita por Kozol, que lo descalifican en forma categórica.
Al referirse a Kozol, Pemantle señala que fue educado en Harvard, que ha ganado el Premio Nacional del Libro y que recibió también el Premio Guggenheim y el de la Fundación Rockefeller, e indica que su verdadero mensaje se encuentra en la obra Desigualdades Salvajes, porque en ella se hace evidente que sus argumentos políticos y su retórica están hábilmente planificados y “persuasivamente desarrollados” para lograr enmascarar o esconder su argumento fundamental. En esta obra, Kozol contrasta escuelas de los sectores pobres de los Estados Unidos, con las de sectores ricos en seis ciudades de su país, con pequeños trazos que resaltan cada detalle para fijarlo en la mente de los lectores. Pemantle destaca que su obra está diseñada para lograr un “máximo efecto”. Edificios deteriorados, libros obsoletos, raídos y escasos, pocos equipos de laboratorio, baños sucios y otras deficiencias, se exageran frecuentemente en las descripciones de las escuelas de los pobres que hace Kozol. Pemantle considera que éste presenta al edificio como un símbolo de la escuela y a la escuela como un símbolo de la sociedad, a la cual considera opresiva, radicalmente desigual, injusta y enferma y a los niños, con una visión rousseauniana, los considera siempre inocentes y simpáticos.
Después de analizar otros aspectos, llega a la conclusión de que Kozol no es un genuino investigador, sino un fundamentalista moral, seguro de sí mismo, dogmático y permanentemente un repetidor compulsivo como un fanático predicador religioso con el contenido de Freire. Más grave aún, lo considera una versión producto de la “degeneración generacional”, que involuciona debido a que Freire es una versión degenerada de Georg Lukacs, el importante filósofo e intelectual nacido en Hungría, quien a su vez es otra versión del joven Lukacs. Plantea que, sin embargo, Kozol no engaña a nadie: “Kozol es lo que dice”.
Pemantle plantea que las ideas de Freire, que se encuentra en su obra Pedagogía de los Oprimidos (1991), no son realmente revolucionarias como las han vendido sus seguidores, sino una acción realmente educacional y cultural nacida de un impulso moral y de un sentimiento generoso por los oprimidos, los suprimidos y los deprimidos igual como lo hace Kozol en su libro. Insistir en el analfabetismo, la desigualdad de los fondos dedicados a la educación, la estructura de clase, la segregación racial, las fuerzas negras del mercado y la degradación de la vida social en los ghettos en el interior de la ciudades, entre otros señalamientos, que están siempre en su discurso, los transforma en una insensibilizante repetición en forma de letanía. Considera que esto lo conduce a cortar las cosas en dos, nosotros y ellos, los elegidos y los puros por un lado y el resto por el otro, y a prometer una vida nueva en una sociedad nueva una vez que todos los malos hayan sido barridos para siempre de la tierra. Pemantle señala que mientras la sociedad intenta, desesperadamente, lograr su autenticidad de tal manera que podamos, de alguna manera, aprender a convivir sin separaciones, las ideas de Kozol propician el conflicto, el potencial de la guerra civil, para intensificar el sentimiento de “nosotros y ellos”.
Al comparar a Freire con Kozol señala que difieren en los aspectos siguientes: Freire critica el “verbalismo” y Kozol es un verbalista encarnizado; Freire defiende el “diálogo” y Kozol es incansablemente un fastidioso monologista. Termina afirmando, refiriéndose a Kozol, que “Es muy difícil encontrar en la literatura sobre educación, un caso peor de enfermedad de la narrativa”.
¿Qué queda de la obra de Kozol, después de sufrir la vivisección de la crítica realizada por Pemantle? Nada, porque no se salvan ni las reseñas positivas que le han hecho a sus libros, al llamar la atención sobre la superficialidad del análisis que ha conducido a considerarla como una obra importante. La crítica más fuerte de la obra de Kozol la concreta al plantear que es, estrictamente hablando, un utópico, más precisamente un utópico activista y de allí la característica vaguedad de todas sus proposiciones.
Pemantle alerta sobre el “rabioso resentimiento que se siente en las páginas de Kozol”, con un análisis del origen del resentimiento. Considera que el amor se corrompe con el resentimiento y plantea que “El sentimiento generador en la base del resentimiento es un sentido de impotencia o debilidad profundamente extendido en lo más íntimo del sujeto”. De esto surgen los típicos sentimientos del resentimiento llenos de rabia, hostilidad, odio, venganza y rencor, es decir, el amor transformado en amargura. Como un resumen de este análisis, expresa que “El resentimiento es una emoción clandestina, represada, revivida, y saboreada en el tiempo, muy opuesta de ser impulsiva y abierta”. Plantea que “el resentimiento es una infelicidad interna fundamental, que lo conduce a uno a la crítica continua, negativa y destructora”, lo cual puede llegar a la compulsión maníaca. “La fuerza subterránea es hacia el ataque, ataque, ataque hasta voltear las cosas, hacia degradar y desenmascarar todos los valores y hacerlos caer”. No podrían ser más demoledoras estas afirmaciones.