Entre todos
“De ti depende que la ventana de la solidaridad permanezca abierta”. Esto leía en el pendón que se alzaba entre un grupo de muchachos que participaban en un ‘botellazo’ efectuado por los jóvenes de Entre todos, el voluntariado social de la Universidad Monteávila. Ver sus mejillas rojas de sol, su sonrisa abierta para agradecer la generosidad, me hace pensar sin temor a equivocarme que estos jóvenes, y muchos como ellos en toda Venezuela, son la esperanza que nos llena de vida en los peores momentos, por terribles que sean.
Entre todos es el nombre que dio a su voluntariado social Daniel Hernández, profesor, junto a un grupo de estudiantes de comunicación social de la Universidad Monteávila. Esta iniciativa surge como una actividad extracurricular para complementar el proceso de formación impartido en esa casa de estudios. En ellos, la solidaridad se evidencia en la visita de los sábados al Hospital San Juan de Dios o al J.M de los Ríos para llevar alegría a los enfermos. Haciendo dos botellazos en el año 2004 para ayudar a la Colmena de la Vida y para dotar de alimentos al Caserío San Andrés en el Municipio El Hatillo. Sacrificando los ratos libres entre las horas de clase para planificar la siguiente actividad en busca de donaciones, porque como manifiestan estos muchachos, ayudar más que una opción, es un deber.
Entre todos es un ejemplo de lo que la juventud puede hacer cuando hay ganas de trabajar con amor al prójimo. Allí se involucran muchachos de diferentes religiones, de distintas tendencias políticas, de diverso origen social. Es, sencillamente, una conjunción de voluntades comprometidas para hacer el bien sin mirar a quién. Como dice Alejandro Motta, el estudiante de veintiún años que es su director, sobre su objetivo: “Que los jóvenes sean conscientes de una realidad que nos compromete a todos, porque los graves problemas sociales que atraviesa el país, no son sólo asunto de los políticos”.
Los beneficios que este tipo de actividades genera en los jóvenes son múltiples y, con toda seguridad, se reproducirán en el futuro de la sociedad porque la sensibilidad social se enseña con el ejemplo.
“Somos conscientes de que en un voluntariado, el voluntario se beneficia mucho más que la persona que recibe ayuda, porque genera en nosotros sentido de responsabilidad social. Esto nos fortalecerá el día en que formemos una familia o cuando seamos profesionales”. Escuchar esto de un joven, sin duda alguna, exhorta a seguir su camino.
Cuando se descubren este tipo de iniciativas realizadas por muchachos entre dieciocho y veintidós años, que brindan un poco de su tiempo y de su esfuerzo para entregarse desinteresadamente a los demás, para apoyar a sectores necesitados de ayuda material y de cariño, brota una enorme carga de optimismo en tiempos en que la realidad nos revela lo contrario. Sin embargo, estos muchachos se esfuerzan por cambiar esas circunstancias y ayudan a sobrellevar la dura situación que otros viven.
Por eso, cada vez que estoy rodeada de jóvenes, siento que estoy rodeada de energía, de ilusión, de esperanza. He experimentado esa sensación por más de veinte años porque he tenido la suerte de vivir entre jóvenes a lo largo de mi carrera docente, por lo que puedo afirmar con toda propiedad que los jóvenes son, por encima de todo, esperanza.
Así, el voluntariado social de la Universidad Monteávila es modelo de esperanza en el futuro, mediante la realización de un trabajo bien hecho, con organización, con generosidad, con rectitud. Porque demuestran la sensibilidad que existe en la juventud más allá de la convulsión nacional, de los enfrentamientos y de la tristeza que percibimos en todas partes. Contagian ilusión para emprender nuevos retos, alientan para vencer las dificultades y asumen el compromiso para continuar siempre. Con amor por los demás y entre todos.