La mujer, el desnudo y la publicidad
Cada vez es mayor el número de empresas publicitarias y de marketing que utilizan a la mujer como medio para colocar sus productos en el mercado y atraer hacia el consumo de bienes que podrían ser colocados sin necesidad de recurrir al uso del cuerpo femenino como gancho. Curiosamente ocurre con productos que nada tienen que ver con lo femenino, como podría entenderse dentro de ciertos límites, la publicidad de una loción para la piel o una prenda de vestir.
Esto no es nuevo, pero el incremento de vallas publicitarias y mensajes transmitidos en televisión para cautivar la atención de un público joven y mayoritariamente masculino hacia esos productos en un tiempo relativamente corto, es indiscutible. Nos preguntamos hasta qué punto la competencia por captar población de consumo tiene límites, porque en tiempos en que las mujeres no se utilizaban para estos fines, bien porque no se dejaban usar, o ya porque habría algo más de recato, igualmente los bienes eran adquiridos.
No es que la publicidad no sea necesaria, por el contrario, su utilidad es incuestionable. Sin ella hoy no conoceríamos las ventajas de las computadoras, ni los beneficios de la telefonía celular, ni las tareas emprendidas por organizaciones que se dedican a ayudar a sectores necesitados del mundo, por ejemplo. El problema no es la publicidad, sino lo que se hace con la publicidad.
Mediante ella, sin lugar a dudas, se consigue también enseñar valores sociales. Recordemos aquella campaña que Renny Ottolina emprendió para hacernos mejores ciudadanos y que más adelante Marta Rodríguez Miranda continuaría: ‘Qué fácil es ser un buen ciudadano’ fue un mensaje que caló hondo en la mente de la colectividad.
Tampoco olvidamos el comportamiento cívico ejemplar que se logró al inaugurarse el Metro de Caracas, gracias a la campaña desarrollada para aleccionar al público sobre los procedimientos para transitar en él. De manera que la publicidad es una herramienta poderosísima que puede aportar grandes beneficios sociales.
Sin embargo, llega a ser perjudicial en la medida en que se planteen falsos valores a objeto de vender un producto o cambiar un hábito en la población.
Así ocurre con las propagandas de bebidas alcohólicas particularmente. Se muestran mujeres prácticamente desnudas, en poses atrayentemente sexuales, con mensajes eróticos.
Me pregunto cuántos padres, esposos, hermanos, hijos, no pondrían reparo en compartir la intimidad de sus mujeres cercanas en el afecto, expuestas en los enormes carteles de las autopistas. Cabría también preguntarse si esas mujeres tendrían algo que dar con verdadero amor cuando ha sido público lo que millones de personas conocen sin envoltorio.
Sin puritanismos ni mojigaterías, se pierde un tiempo precioso para sembrar y recuperar valores y se invierten cantidades millonarias para perderlos, aun cuando ése no sea el objetivo.
La inversión para la colocación y venta de esos productos en el mercado gracias al desnudo y el erotismo trae beneficios materiales a corto plazo. Pero la difusión de valores sociales como el respeto, el decoro y la consideración a quienes dan vida y son pilares de la familia y la sociedad en el mundo entero, son invalorables para el futuro.
Para atraer consumidores no hace falta degradar a la mujer.
Para vender no es necesario desnudar ni desnudarse.
Ni prostituir o prostituirse.
En ningún caso, el fin justifica los medios.