Un gobierno que gobierne
El país requiere un gobierno que gobierne. Es decir, un gobierno que se ocupe de atender las funciones para las cuales se inventó el Gobierno: la seguridad de las personas y de los bienes.
Si medimos al actual gobierno de Venezuela por esa asignatura, sale evidentemente aplazado. El Gobierno venezolano no cumple la primera y la más elemental de sus obligaciones.
El Gobierno existe para trabajar por el progreso y el bienestar de los ciudadanos. Eso significa cosas tan elementales como contar con buenos servicios públicos: agua y electricidad. Qué bueno sería que el Gobierno se ocupara de garantizarnos servicios públicos eficientes: agua, electricidad, transporte, aseo urbano, policía, vivienda, salud, hospitales, vialidad, educación, seguridad social. En todas estas asignaturas, el Gobierno tiene rendimientos muy bajos.
El Gobierno existe para promover la unidad, el entendimiento y la armonía entre todos los ciudadanos. Un gobierno no puede propiciar la división de la ciudadanía. No pueda dedicarse a complacer a la mitad de la población y ofender, agredir y hostilizar a la otra mitad. Entre otras cosas porque termina ofendiendo a sus propios partidarios. La misión del Gobierno es la de unir, no la de dividir. El espectáculo que acabamos de ver en la Asamblea Nacional nos llena de vergüenza a todos. No tengo ninguna duda de que son muchísimos los partidarios del gobierno que tienen que sentirse degradados y ofendidos por tanta mediocridad.
Un gobierno que gobierne respeta a sus partidarios, pero también respeta a sus adversarios y promueve la reconciliación, el diálogo y la armonía entre los ciudadanos.
Un gobierno que gobierne se ocupa de preservar y fortalecer la majestad de las instituciones democráticas. Comenzando por la Jefatura del Estado, por la rama ejecutiva del poder público, por la Asamblea Nacional, que además de legislar y de controlar la marcha de la administración, debería ser escenario para debates de altura sobre los grandes problemas nacionales, una administración de justicia que merezca el respeto y el acatamiento de todos los ciudadanos, un tribunal electoral que inspire la confianza de todos y un Poder Moral que llegue a ser eso justamente: Poder Moral.
¡Seguiremos conversando!